Ángel Viñas: «Me he cargado los fundamentos de las leyendas franquistas que decían que la guerra era inevitable»
Ángel Viñas: «Me he cargado los fundamentos de las leyendas franquistas que decían que la guerra era inevitable»  / Gema Delgado
 
A Stalin no le interesaba que en España se estableciera una república soviética porque eso le hubiera enemistado con los países con los que quería combatir al fascismo
 
“Nada cambia más constantemente que el pasado; porque el pasado que influye en nuestras vidas no consiste en lo que realmente sucedió, sino en lo que los hombres creen que sucedió”. Ángel Viñas ha seleccionado brillantemente esta cita de Gerald W. Johnson para introducir su último libro Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin, que acaba de publicar con la editorial Crítica. Este libro es continuación de los dos anteriores: ¿Quién quiso la guerra civil? y El gran error de la República. Con él concluye la trilogía con la que desmonta los mitos que el franquismo inventó para justificar su golpe de Estado, unos relatos que alimentaron durante décadas quienes detentaron el poder y se beneficiaron de él: querían hacer ver que España estaba al borde del precipicio.
 

Decía Walter Benjamín que la historia la escriben los vencedores y se la imponen a los vencidos. Y así fue durante décadas, pero el trabajo que hacen historiadores como Ángel Viñas rastreando pacientemente archivos durante años, trabajando con fuentes primarias, erosiona los pilares de cartón piedra sobre los que se levantó la gran mentira de quienes atentaron contra la República e impusieron una dictadura de 40 años en este país. “Sin buscarlo me he encontrado que me he cargado los fundamentos básicos de las leyendas franquistas que decían que la guerra era inevitable para prevenir una revolución comunista, luego largo-caballerista, y que era una guerra santa para evitar la sovietización del país. Todo esto es mentira. Mucho de lo que analizo en los libros ya se había dicho pero nadie lo había demostrado con documentación primaria. Y cuando no puedes demostrar algo queda en interpretación, en una teoría. Yo lo demuestro con papeles”.

Ángel Viñas, economista de formación, fue el número uno de su promoción al Cuerpo de Economistas y Técnicos Comerciales del Estado, trabajó en la Comisión Europea, y fue su embajador en la ONU, entre otras cosas. Era profesor en la Escuela Diplomática cuando le llamó Fernando Morán, ministro entonces de Asuntos Exteriores, para ficharle como asesor en temas de seguridad. Cambió la economía por la historia, y al final de su vida laboral dejó la Administración e impartió clases en las Facultades de Historia y de Economía. Ahora desde Bruselas, donde reside, concentra su tiempo en reconstruir, con la documentación de los archivos, lo que el llama “evidencia primaria relevante de época” (EPRE), la historia no contada de nuestro país. Viñas es uno de los referentes imprescindibles de la historia de la II República y la Guerra Civil. Su libros son el armazón con el que levantar los cimientos de la Memoria Democrática de este país.

GEMA DELGADO: ¿Cuáles son las principales aportaciones de este último libro de la trilogía, o de la tetralogía si incluye el libro con Fernando Hernández Sánchez?

ÁNGEL VIÑAS: En primer lugar, el proceso que llevó al establecimiento de embajadas mutuas en España y la URSS, que apenas se conocía. Salvador de Madariaga escribió pero no contó la historia como fue. El último capítulo sobre el comercio hispano-soviético es totalmente nuevo.

La parte del oro, que está en dos capítulos, recoge los documentos soviéticos que me permitieron ver o que han publicado. Y ahí nos dan cuenta de la visión de la URSS que no es como se nos había contado en occidente.

«Negrín hizo todo lo posible y lo imposible para demostrar a franceses e ingleses que no había peligro comunista en España, pero no consiguió que le vendieran armas»

Me he detenido en los primeros envíos de armas y ayuda humanitaria soviética a España. Sobre las armas ya se conocía algo. He profundizado en el último envío. También he tratado de mostrar una tesis que Gerald Howson emitió pero que no le dio tiempo a fortalecer. Entregó todos sus papeles a Paul Preston, quien me pasó muchos de esos documentos. Howson ya decía, y ya lo había tratado con menos profundidad que luego hice en la trilogía, lo que Stalin no pudo o no quiso hacer a pesar de la insistencia de militares y diplomáticos soviéticos y líderes de la Comintern.

G.D.: Las relaciones bilaterales con la URSS estaban suspendidas desde la revolución de 1917 y la República comenzó las relaciones comerciales con ellos, como ya venían haciendo otros países. La URSS tenía petróleo suficiente y a precios muy favorables. Hasta Mussolini importaba petróleo soviético.

A.V.: No había motivos ideológicos para que no se restablecieran relaciones con la URSS. Había intereses económicos, como en el caso de Estados Unidos: se trataba de acceder al petróleo y a las materias primas soviéticas y de abrir nuevos mercados para las exportaciones españolas. Esa relación se vio distorsionada con el comienzo de la guerra civil. Las democracias occidentales, bajo la bandera de la no intervención, cerraron las puertas a la República; la URSS no lo hizo. Franco utilizó esa relación para alimentar su propaganda contra la República.

G.D.: Uno de los mitos franquistas para justificar su golpe, y que desmontas en este libro, es el peligro de la sovietización de España

A.V.: A Stalin no le pasó jamás por la mente sovietizar España; no digo que no se le pasara a otros por la cabeza pero a Stalin no. A Stalin no le interesaba que en España se estableciera una república soviética o parasoviética porque eso le hubiera enemistado claramente con los países con los que quería llegar a un acuerdo para combatir al fascismo, que eran los países aliados, aunque éstos no le hicieron caso y lo despreciaron, sobre todo los ingleses.

G.D.: ¿Por qué el gobierno de la República fue a buscar apoyo a la Unión Soviética?

A.V.: Negrín hizo todo lo posible y lo imposible para demostrar a franceses e ingleses que no había peligro comunista en España, pero no consiguió que le vendieran armas. Todo el mundo les cerró las puertas.

«El oro fue la pieza fundamental de la resistencia republicana. Sin el oro y sin la URSS, la República hubiera acabado en septiembre u octubre de 1936»

Sin el oro y sin el apoyo de la Unión Soviética, la República se hubiera hundido enseguida porque las democracias occidentales no quisieron apoyarla, unas por motivos ideológicos y otras por económicos. La única que facilitó aviones, tanques y artillería moderna fue la URSS. Sólo les quedó eso y el mercado negro. Los franceses permitieron que funcionarios republicanos actuaran en territorio francés para agenciar armas. Pasaron fusiles, ametralladoras, granadas, cañones. Pero en el mercado negro la República se vio estafada por todo tipo de gente sin escrúpulos.

G.D.: ¿Cuál fue el motivo por el que Stalin dejó de abastecer a los republicanos desde noviembre de 37 hasta finales del 38?

A.V.: Stalin no abandonó a la República a su suerte, simplemente no quiso enviar más material de lo que hizo. La explicación está en que Stalin no podía atender a tres frentes: el primero, el asiático, con los japoneses avanzando hacia Siberia; el segundo, frente a Hitler; y al mismo tiempo ayudar a España. Sabía que no podía. Si los ingleses y los franceses hubieran intervenido a favor de Checoslovaquia, en lugar de plegarse, Stalin hubiera hecho causa común con ellos.

G.D.: ¿Por qué volvió Stalin a ayudar en el 38, cuando ya acababa la guerra?

A.V.: Pues la única manera de explicarlo es que para entonces los rusos habían batido, con un coste enorme en hombres, a los japoneses en lo que fue la primera confrontación fuerte. Y eso apaciguó por un tiempo el peligro sobre las fronteras soviéticas en Asia.

«De no ser por el golpe monárquico-militar-fascista, la República hubiera seguido orientándose por las coordenadas de las restantes democracias occidentales»

Algunos han dicho que Stalin no tenía una estrategia de sustitución, por eso continuó apoyando a la República de una manera muy importante y muy rápida. Aunque el sistema soviético era lento, Stalin dio en diciembre de 1938 un salto de tigre y a una velocidad de vértigo manda un primer envío con un montón de armas. Las primeras órdenes de Stalin son de diciembre del 38 y los primeros desembarcos de material en las costas catalanas tienen lugar a finales de mes. Y enviaron mucho más que se quedó en Francia. Sólo pudo pasar la frontera una serie de cargamentos en enero. Pero con los flancos catalanes desplomándose frente a la acometida franquista apoyada por la aviación nazi y la infantería y aviación italiana, Barcelona cae el 27 de enero. Ya no queda nada. ¿Dónde enviar el material soviético que estaba en Francia? Se queda en Francia. Cuando termina la guerra, Francia reconoce al gobierno de Franco y este, a finales de febrero de 1939, solicita el envío de ese material soviético, pero Francia no hace caso y lo devuelve a la Unión Soviética. Tiene que haber documentación al respecto pero nadie la ha encontrado que yo sepa.

G.D.: Este es el tercer libro que escribe sobre el famoso oro de Moscú. El primero fue en 1976, el segundo en 1979 y ahora este con fuentes nuevas. ¿Qué pasó con el oro de Moscú?

A.V.: El oro fue la pieza fundamental de la resistencia republicana. Sin el oro, la República hubiera acabado en el mes de septiembre u octubre de 1936. Se vendió en su totalidad: un 75% a la Unión Soviética y un 25% a Francia, aunque de este último no se ha hablado mucho. Se gastó todo. El contravalor en divisas se empleó en armamento, pero sobre todo para pagar las importaciones; y también en comprar alimentos. Se pasaba mucha hambre.

G.D.: Los soviéticos dijeron en su momento que el gobierno republicano había dejado una deuda de 50 millones de dólares

A.V.: Los rusos citan un solo documento, una carta firmada por Negrín en el mes de agosto de 1938, que no se ha publicado. He de confesar que cuando el ministro de Asuntos Exteriores Lavrov me autorizó a entrar en los archivos del Ministerio de la época soviética, puso como condición que no se me dejara ver los papeles relativos al oro. Tuve las mismas dificultades que teníamos los españoles en el Ministerio de Asuntos Exteriores de los años 70, después de la muerte de Franco. Y no vi ese papel, no lo han publicado. Entonces, yo me temo que la carta no existió o que fue un invento, o que dijo otra cosa.

G.D.: Franco también tuvo que financiar su guerra y comprar armamento, ¿de dónde sacó el dinero?

A.V.: Los sublevados tuvieron crédito casi ilimitado de los nazis, fascistas y algunas multinacionales, mientras el gobierno republicano pagaba al contado. Franco no acaba de pagar esas deudas hasta finales de los sesenta.

G.D.: Con este libro cierras la trilogía sobre la República en guerra

A.V.: Me interesé por la conspiración de Franco y lo he hecho con especial atención al contexto internacional. Me he dedicado a ella mucho tiempo, afortunadamente. Ahora tengo una visión, y creo que acertada, de la conspiración contra la República. Los conspiradores se querían cargar la República desde el año 32 con la ayuda fascista. Para desmontar los mitos necesitas pruebas. Y a mí lo que me despertó todas las alarmas fueron los contratos fascistas que los monárquicos firmaron con una empresa italiana el 1 de julio de 1936 y que están en la calle de Alcalá; yo los descubrí en el año 2012.

«La derecha española no necesita copiar a Trump ni a Bolsonaro; tiene en sus genes lo que pasó en la primavera del 36. Han crecido en ello»

Por otra parte, una tesis doctoral de Carlos Píriz mencionó una infiltración de la policía gubernativa en la UME. A mí me sonaron todas las alarmas. Y a partir de ahí han salido los tres últimos libros. En ellos se demuestra que no hubo riesgo de sovietización de España.

De no haberse quebrado la normalidad a consecuencia del golpe monárquico-militar-fascista, la República hubiera seguido orientándose por coordinadas similares a las de las restantes democracias occidentales.

Franco no era una pieza central. Se “coló” porque era el único que podía colarse, era el que quedaba. Todo esto se ha distorsionado mucho. Yo he sido probablemente el único que ha reencauzado las distorsiones.

Yo no me baso en libros, voy a las fuentes. Sobre la guerra civil y la República se han escrito miles de libros y artículos. Decir algo nuevo es difícil; aunque no imposible, como he demostrado. La única forma de hacerlo es dejar los libros y los artículos de lado e ir a los archivos. Yo lo explico siempre todo en los prólogos.

Se había escrito mucho pero sin papeles o con los papeles alemanes y en algunos casos con los británicos, que ya se empezaban a desclasificar. Yo además de esos papeles quería ver los papeles soviéticos. Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo habían escrito un libro titulado Queridos camaradas sobre las relaciones de la Cominterm y España desde 1920 hasta 1940. Pero no era lo que yo buscaba. Yo quería ver los papeles del gobierno soviético.

En Naciones Unidas conocí a Lavrov. Le escribí. No contestó pero a los 6 meses recibí una llamada del Consejero Cultural ruso en Bruselas para decirme que ya podía solicitar el visado y que se me había autorizado la consulta. Estuve en Moscú tres o cuatro veces.

G.D.: ¿Cuál es la clave para comprender la guerra civil?

A.V.: La clave está en quién quiso, quien preparó la guerra. No fue la izquierda. Fueron ciertos sectores monárquicos, carlistas y alfonsinos, un sector del ejército y la ayuda fascista de Mussolini, aparte de toda la órbita de la derecha desde los periódicos (ABC, El Debate, La Nación) a quien puso el dinero. Fue una guerra civil internacionalizada desde antes de que estallara.

El gran error de la República fue no cortar el golpe, que lo podría haber hecho. Algunos pensaron que sería como una sanjurjada, pero se les olvidó el vector italiano…

La historia española no es como nos la han contado. Ni como escriben algunos, como Stanley Payne y un par de militares y periodistas que han bebido en las ubres del franquismo y se creen y repiten las mentiras.

Les invito a que estudien las fuentes. Las claves de la guerra están siempre en ellas. Por eso durante la dictadura no se abrieron los archivos: ni los franquistas ni los que incautaron a la República.

G.D.: ¿Cuándo empezaron a sembrar el miedo a los rojos?

A.V.: Empieza en el año 1932/33 (aunque ya había florecido antes de las elecciones de 1931). Primero es lo que sentían, y luego es lo que necesitaban para adoctrinar a los cuadros del ejército proclives a la sublevación. Lo hicieron las derechas. El manifiesto del Frente Popular se publica en enero del 36 y las octavillas que circulan entre los militares lo distorsionan de manera radical. Lo hacen para crear una atmósfera de excitación a la que contribuye en paralelo la prensa de derechas. No lo digo yo, ya lo dijo hace años Tuñón de Lara.

«El gran error de la República fue no cortar el golpe, que lo podría haber hecho. Pensaron, quizá, contra toda evidencia que sería como una sanjurjada, pero se les olvidó el vector italiano…»

Al final, la batalla está en los medios. Y si la derecha lo aprendió de alguien tuvo que ser de los fascistas italianos y de los nazis. Goebbels es el maestro de la propaganda política de todos. Si vas a los periódicos de la primavera del 36 lo ves, en los comentarios de primera página y en los artículos de fondo.

G.D.: La derecha sigue haciendo campaña con el miedo al comunismo. ¿La historia se repite?

A.V.: Claro. Yo hago un paralelismo. No cito mucho al PP pero a Vox sí. La propaganda es útil cuando identifica unos mensajes simples y los repite y repite doscientas mil veces, que fue lo que todos los propagandistas del mundo aprendieron de Goebbels. Ellos lo hicieron con una idea muy simple repetida hasta la saciedad: los judíos son culpables. Aquí se convierte en “los rojos son culpables”. Si es que la derecha española no necesita copiar a Trump ni a Bolsonaro; tiene en sus genes lo que pasó en la primavera del 36. Han crecido en ello.

G.D.: Imagino tu trabajo como el de un minero o un arqueólogo, que cuanto más profundiza más material encuentra. ¿Cuál será tu próximo libro?

A.V.: Tengo un libro casi terminado: la forja de un historiador, que es de alguna forma un recorrido por mis aventuras en los archivos. Y otro, del que ya tengo unas 200 páginas, sobre el petróleo y la TEXACO. Lo escribo con un amigo, economista e ingeniero.

G.D.: Has recibido muchos premios a lo largo de toda tu carrera, incluida la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil. ¿Cuáles conservas con más cariño?

A.V.: Los de la sociedad civil. Los de los últimos años: el de Albert Camus, el de la Asociación Cultural Arte y Memoria; el del Foro Milicia y Democracia; el de Guernika; y que me hicieran hijo adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria. Tengo también algunas condecoraciones, pero son las que recibes como funcionario.


Fuente → mundoobrero.es

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