Ricardo J. Valeriano Rodríguez
Los trabajadores de Hermigua defenderemos con nuestra sangre y vidas, compañeros, nuestros derechos… Nuestro deber es garantizar, por dignidad y humanidad, que nuestros compañeros no se mueran de hambre. Sus vidas, las de sus mujeres e hijos, valen tanto como las de nuestros opresores (14/02/1933).
Camaradas,
¡¡ VIVA LA HUELGA GENERAL !!
A los Obreros, Campesinos y simpatizantes. Al Pueblo en general.
Camaradas y amigos:
Acompañados de unos sentimientos de rabia y de dolor va esta protesta. Nuestro fervor por la República así nos lo dice. Nuestro pueblo se hunde más y más, bajo el peso de una canalla que cada día siente más también el deseo de seguir embriagándose en el ciénago de corruptelas morales y políticas. Nos referimos, camaradas, a ese baboso caciquil tradicional, que como los caimanes cambian de color por momentos y que en sus diferentes modalidades giran con nombres distintos: Acción Popular Agraria, Radicales y Asociación Patronal Agrícola. Enemigos emboscados de la República, hallándose esperando el momento propicio para darle el zarpazo.
(Hermigua, 14 de febrero de 1933)
No iba mal encaminado este manifiesto porque tres años más tarde, el 18 de julio de 1936, se daría el “zarpazo” definitivo a la Segunda República, tal y como todos sabemos…
Se convocó otra huelga general para el día 22 de marzo de 1933, cuya participación no sólo incluía a los trabajadores, sino también a sus familiares, que se concentraron en la playa tras atravesar el valle. La tragedia llega después, cuando la guardia civil es convocada para disolver a los huelguistas, que habían cortado el paso por la carretera para impedir la llegada de refuerzos militares (2). La represión de una huelga cuyo único objetivo es el conseguir trabajo y comida no tarda en hacer que salte la chispa, y comienza una batalla campal en la que se intercambian pedradas con disparos.
Cuando la multitud trata de arrebatar las armas a los guardias se producen la muerte de dos guardias civiles (José Cano y Antonio Fuentes) y de un obrero, Antonio Brito Brito, pero la revuelta es finalmente aplastada por los guardias civiles, que tuvieron que recibir refuerzos llegados desde Tenerife, irónicamente desde donde les dieran la razón a los trabajadores un año antes.
¿Por qué se llegó a “Los sucesos de Hermigua”? Para entenderlo un poco mejor es importante indicar el hecho de que desde la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, habían pasado poco menos de dos años y, por primera vez en la historia, los obreros de Hermigua, uno de los municipios canarios más concienciados en favor de la República junto con Vallehermoso, decidían lanzarse a la calle y convocar un día de paro en defensa de sus reivindicaciones.
El hecho era insólito. Frente al País Vasco o Cataluña donde el movimiento sindical tiene una fuerte tradición desde finales del siglo XIX y comienzos del XX ligado al desarrollo industrial, en las islas apenas había existido hasta la II República un movimiento obrero organizado. Hasta que de repente, en Hermigua, un pueblo aparentemente tranquilo y apacible, los jornaleros afiliados en su mayoría a Federación Obrera, desengañados porque pese a las esperanzas e ilusiones puestas en el nuevo régimen la clase dominante local sigue ostentando el poder y amenazándolos con quitarles el pan, deciden movilizarse y paralizar la vida cotidiana (3).
Algo que no debía haber extrañado a nadie: además de que los ayuntamientos y cabildos seguían controlados por los de siempre, desde el 14 de abril de 1931 las condiciones de vida habían empeorado, especialmente en las islas menores y las protestas empezaban a aflorar tímidamente. La República española nunca entendió que para sobrevivir debía derrocar al caciquismo en los pueblos, error fatal.
La repercusión de los sucesos de Hermigua fue nacional y constituyeron un elemento de referencia para organizar la huelga general de octubre de 1934, especialmente en Asturias, Vizcaya y Cataluña con la que parte de las izquierdas pretendían el asalto al “palacio de invierno”.
Los sucesos de Hermigua terminaron con cinco penas capitales, nueve condenas a prisión y 16 indultados, pero la cosa no terminó ahí, ya que una vez que se desató la Guerra Civil en 1936, los implicados en este episodio fueron arrestados de nuevo y condenados a morir. Un triste destino para quienes sólo pedían justicia, pan y trabajo.
Las personas ejecutadas en 1936 fueron Leoncio Fagundo Hernández, Francisco Martín Negrín, Avelino Navarro Méndez, Manuel Avelino Perdomo Plasencia, Vicente Valladolid Mesa, José León Piñero, Domingo Rodríguez Henríquez, Juan Martín Hernández, Antonio Martín Hernández, Antonio Hernández García, Manuel Casanova Medina, Jesús Chávez, Tomás Brito Méndez, Enrique Bizcaría, Antonia Pineda Prieto y su hijo recién nacido y Fernando y Pablo Ascanio Armas (4). Tal vez habría que añadir al alcalde de Santa Cruz y a un diputado por el Puerto de la Cruz, defensores de los acusados y de otros casos parecidos.
(1) Jaime Márquez, Los sucesos de Hermigua, 1933 (sobrecanarias.com).
(2) Francisco Javier González, La historia frente a la desmemoria actual: los ‘sucesos’ de Hermigua. Artículo en prensa.
(3) José Díaz Herrera, LXXX aniversario de los trágicos sucesos de Hermigua (pepediazherrera.blogspot.com).
(4) Fernando y Pablo Ascanio Armas (primos de Guillermo Ascanio Moreno, gomero ilustre) fueron los grandes ideólogos y movilizadores de los obreros/campesinos en la conciencia y defensa de sus derechos. Sus restos descansan en el Océano Atlántico.
Fuente → eltambor.es
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