
“Estas divisiones, estas luchas intestinales, existen únicamente entre los dirigentes y una minoría de afiliados aspirantes o simplemente fanáticos de sus ideales. El hombre de izquierda de la calle, en general, pensaba de una manera distinta: la masa de izquierdas del país abogaba por la unión y por el olvido de las diferencias y rencillas; por experiencia sabía que era el único camino para sostener la República y transformar el estado. La república había nacido porque se firmó un convenio entre todas las izquierdas organizadas;…..”
El
objeto del análisis de los criterios que tanto tutelan nuestro modo de
vida, gravita en la exploración de las diferencias, en cómo abordar los
retos, desafíos que la existencia afronta. En absoluto debe ser el
señorío de unos sobre otros; no se trata de imponerse al otro, menos
dañar al que diverge. Más bien debate cómo hallar un soporte, arbotante
de la razón, eficaz a las propuestas, respuestas, que requiere toda
sociedad que se precie, que estimule y favorezca el progreso de y para
todos. Pensar, dar que pensar.
Si exploramos en el almario de la
memoria oteando los predios de nuestra vivencia, evocamos mentes
brillantes que con versada percepción nos legaron tanto que hojear para,
ilustrarse, filosofar, sobre eso de: la unión hace posible que la
sociedad avance hacia mayor excelencia.
Quizá, el título a una
tesis sobre el desahucio de la razón, en esto que me ocupa, podría ser
como el que da pie a esta ¿cándida? arenga, que trate sobre la empatía
en política y la patología burilada en la psiquis de los que se
proclaman de izquierda, progresista y, de reojo, con bizqueo sesgado,
recelosa celada trasversal, con ego a flor de ombligo, no exploran más
allá de su apéndice olfativo.
En 1941, Arturo Barea en su
novela, “La forja de un rebelde”, expone: “Estas divisiones, estas
luchas intestinales, existen únicamente entre los dirigentes y una
minoría de afiliados aspirantes o simplemente fanáticos de sus ideales.
El hombre de izquierda de la calle, en general, pensaba de una manera
distinta: la masa de izquierdas del país abogaba por la unión y por el
olvido de las diferencias y rencillas; por experiencia sabía que era el
único camino para sostener la República y transformar el estado. La
república había nacido porque se firmó un convenio entre todas las
izquierdas organizadas;…..” Y más adelante sanciona: “El orgullo de cada
partido parecía mucho más fuerte que el sentimiento de defensa común”.
El sentir de Barea, extrapolado al presente, sitetiza con
meridiana claridad lo acaecido con la ¿errada, malograda? escisión
creada por los, las, que fundaron Más Madrid.
En la etapa de
Manuela Carmena, con los votos del Psoe y de Ahora Madrid, se erigió un
edificio de lúcidas voluntades que asentó uno de los más fructíferos
periodos para el conjunto de las expectativas sociales y económicas de
los ciudadanos. No sólo no se malversó ni robó, sino que la colosal
deuda que arrastraba la Comunidad, lastrando a los madrileños, se redujo
en un astronómico monto.
Qué quimera, delirio, ambición,
sobrevoló sus caletres, para que Manuela Carmena y equipo, decidieran
crear un nuevo partido, llevándose por delante, junto con las
expectativas de progreso, ese edificio cimentado de ética y lustrado con
más equidad.
Asaz se ha garabateado, escrito, novelado, de los
ardides, artimañas, de partidos de izquierdas, satirizando, alertando,
cómo estos, tras obtener un amplio y esperado apoyo de la sociedad, a
renglón seguido, obviando el mandato, quebrantando la confianza de los
ciudadanos, se enlodan con afán en fatuo discurso de barra, donde
cerveza espumeante salpica, irriga, adoba, emboba la mentecatez que les
remolca en su ambiciosa ofuscación al enfrentamiento, la cerrazón, al
improperio. Y, el azogue asienta lo que el espejo revela: <<
encopetados sueños, pesadillas para los más, -miseria anunciada-,
poltronas de respaldo erigido con ambiciones de los afianzados sobre
cojines de obtusas regalías que su descarada petulancia anhela>>.
¿Deberíamos
auscultar lo ocurrido en Madrid con la escisión de la izquierda,
auspiciada por el bisoño Más Madrid, que ha facultado a la ultraderecha
campar a sus anchas arrasando el ámbito de la lógica, la ética y la
razón? Sí, debemos.
Si no mediara la circunstancia fundamental,
de que está en juego la grandeza de la concordia, podríamos pasar por
alto la disidencia de Carmena y brigada. Mas en juego están, -a más de
la dignidad, la ética, derechos, optimización de recursos-, la eminencia
o no de nuestra socialdemocracia.
Sabíamos de la ambición
personal del doctor en ciencias políticas Iñigo Errejón. Sugiere, nos da
en la nariz, que lo estudiado no le dejó claro, -no lo captó, miró
hacia otro lado, hizo novillos ese día, no hojeó, entre otros, a Arturo
Barea,…-, que cuando la izquierda se desgaja los ciudadanos sancionan y
la sociedad resulta abaratada.
Cuando Pedro Sánchez no aceptó
lo que los ciudadanos decretaron en las urnas, porque le vedaba el sueño
la coalición con Unidaspodemos y repitió el plebiscito, a más de tantos
millones de euros dilapidados, los ciudadanos lo reprobaron, perdiendo
votos. La derecha caciquil se reforzó y, lo peor si cabe, la presencia
de los franquistas, fascistas en el hemiciclo, pasó de exigua
representación a marabunta. Los ciudadanos castigaron al Psoe.
Trascendencia: La calidad de la democracia resultó dañada.
La
coalición que se formó con Manuela Carmena, desempeñó bien su quehacer,
siendo muy exitosa para los madrileños. La irrupción de Más Madrid
volvió a verificar lo que muchos temíamos. Los ciudadanos volvieron a
reprobar las desavenencias de los que deberían afirmarse en una mejor
armonía. ¡Quién no está al tanto de las adversas e infaustas
consecuencias!
Nos sorprendió, dejándonos hondo desasosiego,
estupefactos, con algazara de la derecha, que la juiciosa Manuela
Carmena – acto seguido, ya tarde, el averno arribó en cascada, reconoció
su colosal error-, Rita Maestre, (sueña ser princesa, digo alcaldesa),
entre otras, otros, -que ansían regalías-, consumaran la trasnochada
desmembración. Percibo debilidad, desconfianza, en su celado entusiasmo,
aunque parezca contradictorio, ya que la fuerza, la confianza, se
acentúan cuando estas son solidarias y transitan por el Ágora sin
máscaras. Según y conforme se ha desarrollado la disidencia, -el ser
humano también es frágil, es lo que hay-, el éxito de su legislatura los
endiosó en el atrio de la soberbia, creando un cisma; favoreciendo un -
por sus resultas lo sabemos, los madrileños estoicamente lo sufren-,
aciago y defraudador gobierno, que a la par, planeó y llevó a cabo una
siniestra tragedia. No confinemos en el tintero, el genocidio
orquestado, -con canallesco “protocolo de la muerte” escrito,
rubricado-, en las residencias de mayores, por Ayuso y banda.
Continuamos, la sociedad, los afectados y familiares con pleno derecho,
esperando que la fiscalía actúe.
Soslayaron, obviando, por
cortedad, irresponsable insolidaridad, ¿juguetes de la ambición?, las
fuerzas que germinaron el famoso 15M, -equivalentes a las que provocaron
que la república aconteciese-, que fueron y son básicas, ineludibles,
para que la democracia prosiga su natural y continua reforma. Fueron,
son, las sinergias que permitieron en Madrid, y en otras muchas
localidades, coligadas, un mejor gobierno.
Correspondería
asimilar ya, de una vez por todas, aviso y certeza a irreflexivos
navegantes, que ciertamente, por encima de anhelos inmaturos, de cantos
de sirenas, egos y otros males en la psiquis, que sin la unión,
-salvoconducto contra la ultraderecha-, el fascismo se instalará en
nuestras vidas y lo sufriremos en nuestra carne. Los ciudadanos de la
Comunidad de Madrid, no sólo, lo están sufriendo. Y, Más Madrid,
resultando Menos Madrid, Desastre Madrid, entre pataletas, -dañada su
credibilidad, fracasado su apaño desintegrador, han recolectado
frustración-, cabalga en el jamelgo de la queja, rechiflando lo que
harían, oteando, sin, parece, dignarse percibir el descalabro que como
plaga apocalíptica arrasa las arcas, zahiere la existencia. Sí. Les
queda el lamento, legítimo, sin lugar a duda, mas sin potencial de
acción.
“Se trata de no dejar que, detrás de uno, se compliquen los caminos del deseo”. Dijo Andrés Bretón
Más si la ambición es duradera …….
Incumbirá a los votantes, nosotros, decidir si los partidos que unen son más necesarios, vitales, que los que separan. Y, depositar el entusiasmo en los que sumen.
Recordemos y extrapolemos: ”La república había nacido porque se firmó un convenio entre todas las izquierdas organizadas”.
Preludio, sello y fallo: La unión de la izquierda debería ser un derecho de los ciudadanos: “patrimonio intelectual connatural de la humanidad”.
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