La fortuna de los Borbones
La fortuna de los Borbones 
Eusebio Lucía Olmos

Vuelve estos día a hablarse del precio de determinado silencio femenino en relación a las andanzas reales, siendo su procedencia los fondos reservados del Estado, como si los Borbones fuesen unos monarcas sin patrimonio. Expertos tasadores fijan la fortuna del abuelo del actual “honorífico” al final de su vida en unos 70 u 80 millones de pesetas de la época, equivalentes a unos 150 ó 200 millones de euros actuales.

Don Alfonso fue siempre un reconocido conquistador mujeriego, y el dictador, Primo de Rivera, no le andaba a la zaga. La llegada del cinematógrafo había motivado la creación de productoras, como la barcelonesa Royal Films, responsable de importantes éxitos del cine mudo español. Ésta le suministraba al monarca, por medio de su amigo, el conde de Romanones, las más obscenas filmaciones que aquél visionaba a solas o con un reducido grupo de amigos en la moderna sala de proyección de que disponía en Palacio. ¡Y hasta daban ideas para nuevas filmaciones e invertían algunos dineros en tan libertina industria…! Eran así vivos ejemplos de la doble moral que mantenían “respetuosos” padres de familia, quienes alternaban su asistencia a las misas mayores dominicales con sus visitas a los elegantes prostíbulos cualquier noche de entresemana.

Amén de los numerosos tratos de favor que el monarca pudo recibir, como posible inversor desde diversas entidades financieras o industriales, casi todos los negocios por él seleccionados estaban relacionados con el juego, los casinos y las apuestas. Así se comprobó su participación en un curioso entramado de empresas que pretendía lucrarse con las de las carreras de galgos en pista, si no hubiera contado con la resistencia del propio dictador a conceder la preceptiva autorización para dicho juego. Sería necesaria la llegada del general Berenguer al poder para que el nuevo ministro de Fomento y abogado del monarca, Lorenzo Matos, accediera a la autorización de las carreras, y el también recién nombrado director general de Seguridad, el general Emilio Mola, concediese el permiso para la organización de las apuestas. Y, en verdad, el negocio en cuestión debió de ser extremadamente productivo, pues en el año escaso de vida en que se mantuvo hasta el cambio de régimen, parece ser que don Alfonso y sus socios llegaron a embolsarse unos 6 millones de pesetas.

De una u otra forma, y a pesar de no haber sido nunca un terrateniente como casi todos los monarcas de su época, don Alfonso había constituido un respetable patrimonio a base de importante herencias familiares y su propia asignación estatal, así como rentables inversiones, aconsejado siempre por excelentes asesores. Por no mencionar los importantes regalos recibidos a lo largo de sus dilatados treinta años de reinado. Sin entrar en su importante cartera de valores, provenientes de los más diversos orígenes, era propietario de una serie de palacios (Pedralbes, La Magdalena y Miramar), la isla de Cortegada, un par de caseríos y fincas en Guipúzcoa, Aranjuez y La Granja, dos cotos de caza en la sierra de Gredos y los Picos de Europa, un edificio en la Gran Vía madrileña, y ¡hasta el importante matadero de Mérida...! Por no mencionar los numerosos y lujosos barcos, su magnífica colección de automóviles y la importante de objetos de arte y alhajas. Amén de los patrimonios individuales de que disponían su esposa e hijos.

No hubiera hecho falta recurrir a los fondos reservados…


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