Humanitarismo e desconcerto
Humanitarismo y desconcierto
David Rodríguez

El autor de Los nadies de la guerra de España (2023) ha vuelto a tener la amabilidad de enviar su último libro a este humilde crítico y aquí estamos, como ya hicimos con su anterior Soldados de Franco (2020), comentando este 408 -página volumen editado por Akal.

La obra consta de 10 piezas que recorren la vida de varios personajes que, desde diferentes lugares geográficos y posiciones sociales, atravesaron el trauma de la Guerra Civil española: un militar desplegado a la fuerza en el frente del bando nacional; otro que comenzaría, por pura casualidad, su carrera militar en la Legión, durante la guerra del Rif, y que acabaría identificándose con el proyecto fascista; un militar republicano y socialista, que resulta ser el abuelo del expresidente del Gobierno español Zapatero; un fraile que salvaría su vida al enrolarse en las milicias que defendían a Madrid del fascismo, hasta que tuvo la oportunidad de pasar a la selección nacional; historias de voluntarios irlandeses por la República y rumanos por Franco ; la reconstrucción, a través del caso de una militante de Ferrolterra, de la influencia del patriarcado en la configuración del grupo que adopta el mito de la mujer comprometida; las vicisitudes de otra miliciana con tareas de comisariado político; los usos de la masculinidad normativa y heterodoxa durante la guerra; la experiencia de la guerra de los menores de edad movilizados y la experiencia del paso por prisión de dos militantes del bando republicano.

La obra consta de 10 piezas en las que se recorre el recorrido vital de diversos personajes que atravesaron el trauma de la Guerra Civil Española, desde diferentes puntos geográficos y posiciones sociales

Hasta ahora, todo bien. Estaríamos ante un libro que da un vuelco al lado puramente humanitario del conflicto. Un libro que muestra las miserias de la guerra y la condición humana sin entrar en temas de mayor calado político. sufriente A Leira Castiñeira le interesaría el ser humano como bios , no como zoé . En última instancia, todos serían víctimas de procesos políticos que no podrían controlar. Hay algo en esta visión que remite al pensamiento de Hannah Arendt de dos maneras. Por un lado, porque, como mostró la lectura del caso Eichmann por parte del filósofo, quienes sustentan su conducta política en procesos históricos más amplios tienden a relativizar su responsabilidad individual. Por otra parte, porque refugiándose en el plano puramente humanitario, lo que parece aceptarse es que toda politización excesiva (¿y quién está en condiciones de poder juzgar en qué consiste una "politización excesiva"?) conduce al totalitarismo, de un tipo u otro. En todo caso, si el libro se redujera a eso, sería posible articular, sin ir más lejos, un elogio o una crítica a esa visión humanitaria y despolitizadora de la historia.

El problema es que el libro cruza continuamente las líneas rojas que él mismo traza. Comencemos con el título. Los don nadie a los que se refiere Leira Castiñeira chocan con los don nadie de los que hablaba Eduardo Galeano . El pueblo de Leira son personas que han sufrido “los miedos, las inquietudes y las contradicciones que hemos vivido cualquiera de nosotros, independientemente de las ideologías, la cultura o la clase social”. Los de Galeano son gente subalterna porque carecen de poder político. Los don nadie de Galeano serían aquellos que no tuvieron homenajes ni reconocimientos durante 80 años, no todos los que lucharon en el conflicto. Leira muestra claramente cómo concibe a sus don nadies al decir que "después de todo, todos somos [don nadie]". Galeano difícilmente suscribiría algo así. Entonces, ¿qué pasa con el planteamiento del libro de Leira Castiñeira? Suceden dos cosas. La primera es que, bajo el humanitarismo que acredita algo así como una víctima universal, se teje una política específica, como no podía ser de otra manera. Una política que le gusta pasar por el grado cero de la política, que pretende ser transparente, neutral. ¿Cuál es esa política? Pues el mismo que guió la forma de abordar la historia en la Transición. La política del consenso demoliberal y el fin de la historia. La segunda es que Francisco Leira Castiñeira explica este desbordamiento de lo puramente humanitario con sus reflexiones sobre las implicaciones políticas de la Historia. El autor critica la amnesia de la Transición e incluso el concepto de Tercera España, pero todo en su propuesta historiográfica remite a esos mismos planteamientos. ¿Por qué criticar una forma despolitizante de historizar que, al fin y al cabo, no es tan diferente a la tuya? es desconcertante

El don nadie al que se refiere Leira Castiñeira choca con el don nadie al que se refiere Eduardo Galeano . Los de Leira son personas que han sufrido «miedos, inquietudes y contradicciones por lo que nos ha podido pasar cualquiera de nosotros, con independencia de ideologías, cultura o clase social». Los de Galeano son xente subalternada por carecer de poder político

Esto aparece muy claro con el uso del confuso concepto de "pluralidad" para describir el panorama político de la Segunda República: "La pluralidad política, social y cultural nunca ha sido de rojos y azules, como los resultados de las elecciones de la Segunda República demostrar ». Como si la pluralidad de partidos que compiten en un sistema democrático fuera sinónimo de proyectos ideológicos totales incompatibles o que no pueden condensarse y simplificarse cuando la lucha de clases pisa el acelerador y el fascismo llama a la puerta. O cuando afirma: "No había tres Españas, había casi tantas como españoles". Un claro ejemplo de cómo la apelación a la complejidad puede dar lugar a afirmaciones que no explican nada. O cuando dice: "Conviene que nos planteemos si es necesario dividir la Guerra Civil en ganadores y perdedores o en víctimas y verdugos". O cuando pregunta, de forma un tanto ingenua, si "¿vale la pena ese dinero [en referencia a las pensiones que reciben muchos familiares del bando nacional] o la pérdida de un ser querido por regentar un estanco?". O cuando grita seguro pathos «¿acaso el hambre de posguerra no fue una derrota colectiva?». El mesmo é consciente do terreo que pisa. Por iso pon o apósito antes da ferida ao dicir «posiblemente algunos me estén tachando de equidistante y señalando que la equidistancia no es justicia, pero todas las vidas valen lo mismo».

Para sorpresa de nadie, Leira piensa que «quizás 1978 no era el momento de abrir la caja de Pandora», pero ahora sería el momento de un «Nuremberg» en lo que llama «sociedad civil», un concepto problemático donde la haxa, estar en encargado de «reflexionar» qué hacer con la cuestión de la memoria y la Guerra Civil. Si es así, aquí aparece una pista entre tanta confusión. La nueva historiadora que es Leira Castiñeira reclama su lugar en el tribunal de expertos llamados a dar forma a las políticas de memoria. ¿Con qué propósito? Se trataría de «evitar que se repita el horror de la Guerra Civil española, del franquismo y de la violencia política desatada durante la democracia». De «comprender a sus actores y no judicializarlos con los ojos del presente» (¡un Nuremberg sin xuíces nin frases!). Lo que resultaría implicaría: «Dignificar el pasado y sus protagonistas, independientemente de su clase social, ideología, género o lugar, porque somos lo que somos gracias a –la causa– de ellos». Algo que, para quien esto escribe, se corresponde justamente con el tipo de abordaje del tema implícito en el retroceso de la «reconciliación nacional» que guió la ideología hexemónica a lo largo de la llamada Transición.


Fuente → luzes.gal

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