
Fuimos compañeros de equipo en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Amigos de cañas y risas. Yolanda fue asesinada el 1 de febrero de 1980. Para ella estas notas.
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“ ¿Nos tomamos unas cañas?” Pregunté a los cinco o seis compañeros.
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“Yo no puedo, tengo que ir a mi casa porque vienen dos compas de Galicia del partido”. Dijo Yolanda.
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“Vale. Entonces, hasta el lunes”.
Ya no volví a verla con vida. El lunes estaba con los ojos cerrados y cubierta por un sudario blanco. Después, comenzaron a desfilar miles de personas y decenas de personalidades de la época.
Cada día, durante meses, me pregunté si podíamos haber evitado la tragedia. Es la sensación que se tiene ante la pérdida de un ser querido. Lo experimenté después, varias veces en mi vida. Pero el destino nos fue esquivo y la noche cruel.
Yolanda se encontró en manos de un grupo de fascistas. Un pelotón de fusilamiento. Hombres enormes y armados. Protegidos por el Estado. Ellos acabaron con su vida. Nosotros, con su impunidad. Fue un encuentro asimétrico, desigual, perfectamente desequilibrado. Una joven de 19 años contra cinco sicarios del viejo régimen.
Han pasado 43 años . Deusto su
pueblo. Euskadi ya no es una chimenea humeante de
fábricas metalúrgicas. Sin embargo esa guerra de
los poderosos frente a los débiles continúa. Por
suerte, nuestros Valores, los de Yolanda, también.
Me acuerdo de los versos de Miguel Hernández.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
Fuente → trasversales.net
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