Mujeres: base de la resistencia guerrillera en Valdeorras
Mujeres: base de la resistencia guerrillera en Valdeorras
Alba Prada
Fuentes orales y grupos de investigación como Sputnik Labrego muestran que el tejido organizativo se sostuvo gracias a los vínculos que lucharon desde abajo.

 

Valdeorras fue el epicentro de la guerrilla antifranquista en el noroeste de la Península Ibérica. A partir del 21 de julio de 1939, tras el levantamiento del bando fascista, poniendo así fin a la Guerra Civil el 1 de abril del mismo año, los habitantes de esta región comenzaron a arrojarse a las montañas.

El trabajo de recuperación de la memoria histórica de la región no sería posible sin la implicación del grupo de investigación "Sputnik Labrego". La documentación y los trabajos de excavación en los alrededores de Casaio, donde se encuentra la famosa "Ciudad de la Selva", constituyen una parte importante del engranaje histórico de la guerrilla antifranquista de Valdeorras. Además, han presentado, junto a la productora Metropolis.coop, el documental del mismo nombre: "Ciudad de la Selva", que seguirá emitiéndose en 2023.

Así, según explica este grupo de investigación, en los primeros momentos serían pequeños grupos de fugitivos. Se destaca que entre 1941 y 1946 es donde se alcanza un mayor grado de organización, debido a la creación y desarrollo de la Federación de Guerrilleros de León-Galicia. Alejandro Rodríguez, historiador y arqueólogo del mismo grupo, defiende que “la Federación se caracteriza por la diversidad política de sus miembros, pues lo que se defendía era el antifascismo por encima de las luchas de los partidos políticos”.


Reglamento de la Federación de Guerrilleros de León-Galicia firmado en Ciudad de la Selva. Foto: Sputnik Labrego. alba prada


Congreso Fundacional de la Federación en Ferradillo (León). Foto: Sputnik Labrego. alba prada 
 

Esta organización tuvo su epicentro en uno de los frentes de intervención más relevantes: la "Ciudad de la Selva", un conjunto de campamentos guerrilleros situados en la sierra de Casaio (Carballeda de Valdeorras). “Es un punto estratégico, ya que está situado en la Serra do Eixe, y en la frontera entre Ourense, León, Zamora y Portugal, por lo que se convirtió en una zona de paso que permitía una gran movilidad si conocías la montaña”, explica Rodríguez. Tal y como documenta José Antonio Gurriarán en su libro "Las mujeres de la montaña", uno de los máximos comandantes de la Federación, Marcelino Fernández Villanueva "Gafas", describía a la "Ciudad de la Selva" como "montañas cortadas en pico como si fueran un acordeón, en el que la Guardia Civil prefirió no entrar... Ellos, en silencio en sus casas y nosotros en silencio en nuestro campamento". 

 

Ciudad de la Selva Alba Prada


La red de vínculos, mantenida mayoritariamente por mujeres
 
 
Sin embargo, a pesar de que las ideas de las personas que formaban parte de la Federación avanzaban de muchas maneras, seguía siendo una sociedad profundamente sexista. En general, había discriminación de género y había reticencia a que las mujeres subieran a la montaña. Según el colectivo Sputnik Labrego, fue a tal punto que mientras Marcelino Fernández Villanueva "Gafas" ocupaba la sede de la Federación de Guerrilleros León-Galicia, prohibió tener compañeras en el bosque. 
 
De esta forma, tal y como confirma Celtia Rodríguez, doctora en arqueología de género, el papel de las mujeres consistía, por lo general, en actuar como enlace, ya que eran pocas las que se sumaban a los destacamentos. Rodríguez explica que para el desarrollo de la guerrilla “fue particularmente importante la existencia de las mujeres conocidas como mujeres de la tierra, pues representan la resistencia campesina y la valentía cotidiana”. 
 
Por tanto, si la represión en este período fue excesiva, peor aún fue contra las mujeres. Por sus acciones de apoyo a todo el entramado guerrillero, escondiendo a la gente en sus casas y enlaces, sufrieron violaciones, torturas y por supuesto, asesinatos. Además, como forma de humillación, muchos fueron rapados. Ermitas Iglesias, recuerda desde la cocina de su casa en Rubiá de Valdeorras el caso de su cuñada: “Le dijeron que si no se pasaba al lado de ellos, la violarían. Y así fue". 
 

Fiesta de uno de los chozos ubicados en Ciudad de la Selva. alba prada 
 

“Hay 114 mujeres documentadas en los juzgados que estaban vinculadas como enlaces y 7 documentadas como fugitivas de la montaña”, explica Celtia Rodríguez. La situación en las cárceles "era mucho peor para ellas, ya que además de los abusos, hay que añadir que muchas estaban embarazadas". Muchas dieron a luz dentro de los muros, y las que estaban prisioneras como madres fueron separadas de sus hijos e hijas, en muchos casos sin con quien dejarlos o dejándolos de casa en casa con parientes. 

Represión y exilio, la realidad de muchos

En otros casos, tuvieron que pasar a la clandestinidad. Laura Rodríguez, historiadora del Sputnik Labrego, señala que “muchos sufrieron represalias y se vieron obligados a exiliarse o tirarse a la montaña”. Aun así, también está documentada la acción de muchas mujeres en movimientos sociales, clandestinos u organizados fuera del país.

Este último es el caso de las hermanas Chelo y Antonia Rodríguez López, de Soulecín (O Barco de Valdeorras). Actuaron como enlaces desde que sus hermanos se habían arrojado a la montaña, en 1939. Su casa en Soulecín fue llamada por los guerrilleros "la fortaleza", ya que durante muchos años acogieron a compañeros que habían huido.


Chelo y Antonia Rodriguez Lopez de hijas alba prada 
 

El 18 de octubre de 1939, el I Terzo de la III Bandera de la Legión asesinó a sus padres debajo de un árbol, poniendo a los niños más pequeños en un juzgado, y en presencia de los vecinos. Tal y como explica Chelo a la escritora Aurora Marco para el libro "Mujeres en la guerrilla gallega antifranquista", este acto fue el que hizo que todos los niños lucharan, tanto en el suelo como en la montaña, por la causa republicana.

Tras pasar por diferentes prisiones como Barco, Ponferrada o León, serían arrojados a la montaña en 1945, ya que su vida corría peligro. Se dirigieron directamente a Ricosende y luego a los valles de Morteiras y Bruña (Casaio, Carballeda de Valdeorras), lugares que forman parte de la llamada "Ciudad de la Selva".

Vivían en las chozas, en condiciones difíciles, pero Chelo le confesó a Aurora Marco que fue la época más feliz de su vida, ya que “ahí defendía su causa y estaba con lo que consideraba su amor”. Este amor era Arcadio Ríos, jefe de la II Agrupación de la Federación Guerrillera León-Galicia, perteneciente a Ourense.

Las hermanas permanecieron en "Ciudad de la Selva" hasta el ataque de la Guardia Civil en 1946, cuando se celebraba el Congreso de la Reunificación. La historiadora Laura Rodríguez afirma que “en este ataque resultó muerto Arcadio Ríos, compañero de Chelo”.

Posteriormente, Chelo se fue a Madrid y Antonia a Francia con su compañero César Ríos, en el famoso viaje organizado por Indalecio Prieto el 23 de octubre de 1948. El 12 de abril de 1949, Chelo también lograría llegar a Francia, donde residirían los dos hasta su muerte (Antonia en 2012 y Chelo en 2019). 


Españoles que lograron exiliarse a Francia con Indalecio Prieto. La única muller es Antonia Rodríguez López alba prada 
 

Oval, una pequeña localidad situada en el municipio de Rubiá de Valdeorras, también vivió un trágico suceso, pero esta vez relacionado con una llamada "mujer de la tierra". Este fue el caso del ahorcamiento de Concepción y Remedios Rodríguez Cadórniga, apodadas "las Xobas".

Felicitas Rodríguez Cadórniga mantuvo relación con el guerrillero de Xagoaza (O Barco de Valdeorras), Jesús Arias Quiroga "Chucho". Por malas relaciones y traiciones con la familia, Jesús Arias mató a un vecino, y como venganza, el hermano lo denunció a las fuerzas franquistas.

Como cuenta Santiago Macías en "El monte o la muerte", inmediatamente después, la Legión se dirigió al Oval para capturarlo, pero logró escapar, matando a uno de los legionarios. Como Chucho mantenía una relación con Felicitas, en represalia, el 23 de octubre de 1939 ahorcaron a su madre, Concepción, y a su hermana, Remedios.

Este asesinato destaca por su crueldad, ya que el ahorcamiento tuvo lugar en un cerezo a la entrada del pueblo, frente al mundo entero. Milagros, hija de Remedios, fue obligada a presenciar el ahorcamiento.

Además, luego fueron trasladados en una carreta al cementerio de Rubiá, donde permanecieron todo el día. Josefina Núñez Vega, vecina de Oval, explica moviendo la cabeza en señal del horror que tuvo que asumir, que la madre, Concepción, “estaba viva porque tenía bocio y no tensó bien la cuerda”. Las fuentes orales dan dos versiones: la primera es que se dieron cuenta de que estaba viva porque le levantaron la falda, y la segunda es porque pidió agua. Después de eso los mataron y los enterraron en un hoyo sin caja. 


Cementerio de Rubiá de Valdeorras. alba prada 
 

Felicitas, luego de eso, se tiró a la montaña con su pareja Chucho, hasta que se entregó a la policía porque estaba embarazada. La llevaron a la prisión de Ourense, donde nació su hija Lola el 22 de mayo de 1941.

Por otro lado, otro caso caracterizado por su brutalidad es el de Carmen Jérez Rodríguez, natural de Fervenza (O Barco de Valdeorras). Fue colaboradora y enlace con la guerrilla, y también compañera de Abelardo Macías "el Chivo", miembro de la Federación de Guerrilleros León-Galicia.

Provenía de una familia de izquierdas, en la que su madre había estado en la cárcel por ayudar a los prófugos, y en 1944 le tocó a él, tras una pelea que tuvo lugar en Fervenza, y que acabó con la muerte del delator Manuel Rodríguez. Rodríguez.

Según relata Aurora Marco en "Mujeres en la Guerrilla Antifranquista Gallega", la noche del 25 de julio de 1946 fue engañada y obligada a salir de su casa haciéndose pasar por guerrilleras y tratando de que les dijera el paradero de la liebre". La llevaron al cuartel de Rúa, donde la retuvieron durante dos meses, y luego la trasladaron a Ponferrada, donde fue violada en ambos lugares. En mayo de 1947, su cadáver, en avanzado estado de gestación, apareció en una fosa de Montearenas (Ponferrada), lugar donde fueron fusilados y enterrados numerosos republicanos.

En un intento de hacer creer a la gente que había sido un asesinato a manos de la guerrilla, exhibieron su fotografía en varios escaparates de Ponferrada para su identificación. Al final, fue enterrada desnuda afuera del cementerio, hasta que su familia se dio cuenta de lo que había pasado y la sacaron de la fosa común.

También cerca de Fervenza, concretamente en Meiral (Santa Mariña, O Barco de Valdeorras), no fue menos importante el caso del enlace Clarisa Rodríguez Rodríguez (1900-1965). No fue asesinada, pero sufrió encarcelamiento y abusos.

Su historia se remonta a su familia, de izquierdas desde antes de la Guerra Civil. A los 17 años, luego de casarse y tener una hija, comenzó a operar un molino que estaba un poco alejado del pueblo. Un lugar perfecto que sirvió de refugio a los que escapaban, ya que cuando los primeros guerrilleros de la Federación de León-Galicia empezaron a caminar por las montañas de la zona, se escondieron allí. Aunque según cuenta su hijo, Xoán Xosé Rodríguez, sentado en un banco del pueblo de Barco de Valdeorras, donde reside actualmente, “también se escondían en la propia casa Meiral”.

Las fuerzas represivas la tenían bajo control a tal punto que cercaron su casa. Pero por suerte o por la benevolencia de uno de los oficiales, al final no la mataron. Xoán Xosé Rodríguez relata que "uno de los guardias le dijo al que tenía la pistola que la dejara, que estaba sorda, y ya no le disparaba"


El hijo de Clarisa Rodríguez, Xoan Xosé, sosteniendo su foto. alba prada 
 

Sin embargo, Clarisa pasó por las prisiones de Ourense y Celanova, donde le dijo a su hijo que había conocido a muchas amigas de la zona como Carmen Jérez. Además, la segunda vez que estuvo presa nació su hijo Xoán Xosé, concretamente el 12 de junio de 1944. “La dejaron venir a casa porque me iba a dar a luz, para que no los molestara allí, " explica Xoán Xosé.

A su regreso a Meiral, encontró la casa saqueada, sin comida y sin la cosecha que tenía. “En los años siguientes siguió siendo monitoreada, y los agentes la acosaban continuamente, preguntando por fugitivos y requisando comida y todo lo que tenía”, lamenta su hijo. Finalmente, falleció el 17 de enero de 1965, a la edad de 65 años.

“Tragedias como la de mi madre les pasaban todos los días a muchas mujeres de la región y del país”, condena Xoán Xosé. Sin embargo, esta víctima indirecta de la represión ya no pide justicia, “lo que queremos es que se conozcan estas historias para condenar lo que pasó no hace tantos años”.


Fuente → elsaltodiario.com

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