
Félix Huarte colaboró con el golpe de Estado de 1936 aportando a Franco una ayuda de 400.000 pesetas durante los primeros meses de la guerra

En el BOE (2.12.1964) se publicó el Decreto 3796/1964 de 13 de noviembre por el que el Dictador concedía a Félix Huarte la “Medalla al Mérito en el Trabajo en su categoría de Oro”. Con la aplicación del Art. 42 de la Ley de Memoria Democrática, el Gobierno Central ha decidido retirársela al considerar que formó parte del aparato represor franquista. Félix Huarte colaboró con el golpe de Estado de 1936 aportando a Franco una ayuda de 400.000 pesetas durante los primeros meses de la guerra, con el objetivo de derrocar al Gobierno de la II República. Más tarde fue concejal del Ayuntamiento de Pamplona/Iruña, vicepresidente de la Diputación Foral de Navarra y presidente de la Caja de Ahorros de Navarra, siempre dentro de la jerarquía de la Dictadura.
Las adjudicaciones de las obras en las que participó –como la construcción del Valle de los Caídos–, siempre dependían de que las Delegaciones del Gobierno expidieran el correspondiente certificado de afección al régimen. Su trayectoria como jerarca franquista y las fundamentadas sospechas sobre la utilización de trabajo esclavo, como sería el caso del aeródromo de Ablitas, lo encuadran como parte del aparato represor del franquismo y responsable de violaciones de los derechos humanos y de la realización de actos incompatibles con los valores democráticos.
Por mucho que a algunos les duela, Huarte y Urmeneta formaron parte de la misma cadena de responsables y partícipes del golpe

El caso de Miguel Javier Urmeneta tiene otros matices. Militante del nacionalismo vasco, se alistó voluntario en el Tercio del Rey requeté que participó en el golpe de Estado contra la II República a las órdenes de Emilio Mola, ascendiendo a capitán de infantería y jefe de batallón. Más tarde se alistó en la División Azul que combatió integrada en la Wehrmacht nazi en el frente ruso contra los Aliados en la II Guerra Mundial, recibiendo de Hitler la Cruz de Hierro. Ejerció como militar profesional durante la dictadura franquista hasta alcanzar el grado de teniente coronel, y ser enviado a la Escuela de Estado Mayor del Ejército norteamericano. En 1954 fue nombrado director de la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona (sucediendo a su padre) y en 1958 alcalde de Pamplona, procurador de las Cortes franquistas y diputado foral.
En 1960 fue presidente de honor de la Hermandad Regional de la División Azul, y recibió de Franco la Encomienda de la Orden de Cisneros. El mismo año regaló al Opus los terrenos para su Universidad. En 1961 el Caudillo le otorgó la gran Cruz del Mérito Civil… Sin embargo, y contra toda lógica, para sus hagiógrafos y defensores, su trayectoria como golpista requeté, combatiente nazi y dirigente de la dictadura franquista queda redimida de responsabilidades por las posturas que mantuvo de apoyo al euskera, a iniciativas vasquistas y sociales, especialmente. Compromisos que lo convirtieron en una persona querida y admirada, ignorando su pasado nada oculto. No se trata de poner en una balanza los méritos de M. J. Urmeneta, sino de que su biografía completa no permite un reconocimiento institucional como la Medalla de Oro.

Si las instituciones democráticas quieren desarrollar políticas de memoria que cumplan con los requerimientos de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, es necesario que no otorguen ningún reconocimiento público a quienes utilizaron la violencia contra la democracia o la justificaron con su participación y silencio.
Tenemos el derecho de higienizar el espacio común y colectivo en el que convivimos y donde es imperativo protegerse de la barbarie
Las dudas que el Gobierno de Navarra pudiera tener de la participación de Félix Huarte y Miguel Javier Urmeneta en la dictadura franquista son infundadas. Por mucho que a algunos les duela, Huarte y Urmeneta formaron parte de la misma cadena de responsables y partícipes del golpe, y de todas sus consecuencias, como fueron Mola, Sanjurjo, Domínguez de Arévalo, Baleztena, Eúsa, Olaechea, Solchaga y tantos otros, así como de la consolidación de la dictadura de Franco. De hecho, Huarte y Urmeneta nunca condenaron el franquismo.
Reconocer lo ocurrido, asumiendo las responsabilidades correspondientes, sí es un paso necesario para normalizar la convivencia pública y hacer justicia con las víctimas.
Que les sean retirados dichos honores no significa que sus nombres deban desaparecer de nuestras vidas. Tenemos el derecho a conocer sus responsabilidades. Que sus nombres salgan de los lugares de honor que no merecen y entren en la Historia de manera justa y contextualizada. Que entren en los libros de texto para que las nuevas generaciones conozcan con detalle qué se hizo y quién lo hizo. A sus admiradores les queda el ámbito de la libertad de expresión para hacer las valoraciones particulares que deseen, siempre que no entrañen apología del golpismo y de la dictadura o humillación a las víctimas. Tenemos el derecho de higienizar el espacio común y colectivo en el que convivimos y donde es imperativo protegerse de la barbarie.
Fuente → nuevatribuna.es
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