El secreto que una mujer guardó toda su vida: la humillación inflingida por los falangistas
El secreto que una mujer guardó toda su vida: la humillación inflingida por los falangistas / Juan Luis Valenzuela

 

Fue castigada y humillada por saber leer y escribir en la Sevilla de Queipo de Llano

Hace meses leí una historia, un duro relato como otros tantos de los acontecidos en España durante la guerra y la posguerra en España. Me impresionó enormemente el secretismo de este hecho humillante y que la mujer afectada había ocultado como un secreto durante toda su vida. Era una pieza magníficamente contada por el periodista Pablo Ordaz y publicada en su periódico, El País, el 6 de octubre de 2022.

Lo titulaba “El secreto de Queipo de Llano”, y estaba escrito en plena polémica que arreciaba por el vergonzoso hecho de que los restos del general genocida estuviese enterrado junto a su esposa en lugar preeminente y destacado en la basílica sevillana de La Macarena. Afortunadamente, meses después, la exhumación del general franquista Gonzalo Queipo de Llano del emblemático templo hispalense se hizo realidad. Tras la carta enviada por el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez López, para que se tomara esta medida cuanto antes por la entrada en vigor la nueva Ley de Memoria Democrática, se llevó a cabo en la madrugada del 3 de noviembre de 2022, casi un mes después de que este “secreto” de Queipo de Llano se conociera. 

Entrevista al hijo de una represaliada

Contaba Ordaz que unos años antes había conocido a un viejo jornalero andaluz llamado Gonzalo Sánchez. Logró entrevistarlo con el objeto de publicar esa historia en el libro "Así fue la dictadura. Diez historias de la represión franquista" (Debate), que estaba entonces escribiendo junto a Antonio Jiménez Barca. La obra, publicada después en junio de 2018, recoge la voz de diez "héroes" que sufrieron la represión del franquismo por sus ideas, su posición social o su condición sexual.

Sentados en torno a una mesa, Gonzalo comenzó explicando que había nacido en la localidad sevillana de Lebrija en 1939. Un enclave, por cierto, de lucha y activismo de los trabajadores agrícolas. Su padre había sido jornalero del campo y su madre, ama de casa. Al referirse a su madre, Gonzalo Sánchez subrayaba que ella, durante la República, había acudido a un buen colegio. Por este hecho ella sabía leer y escribir, algo no normal en esa época para una mujer, mucho más de orígenes humildes. En ese punto, destacaba el hijo que, precisamente, ese hecho, saber leer y escribir siendo mujer, fue su perdición. 

Detenida, rapada y humillada con el “paseo”

Por ese estatus formativo especial, antes del 36, su madre les leía en una plaza de Lebrija a las demás mujeres el periódico anarcosindicalista, Tierra y Libertad, que editaba la CNT. Eso hizo que su madre ya estuviera señala por los fascistas antes de llegar el golpe de Estado del 36. Por eso, sencillamente por ello, los falangistas la detuvieron, le cortaron el pelo al cero y la pasearon por la plaza del Ayuntamiento. Una noche en la que las mujeres de los caciques andaban tomando el fresco de la calle, a su madre la obligaron a dar dos vueltas por delante de ellas para que se sintiera humillada, rapada como estaba. Un detalle de la crueldad en la humillación fue que “tan solo le dejaron un mechón en lo alto para cogerle un moño con un lazo de la bandera de España. Desde entonces, mi madre fue una mujer perseguida, reprochada”.

A su vez, durante la entrevista Gonzalo destacó que, en esos días, los del bando sublevado mataron en esa zona a casi 500 personas a pesar de que allí "no hubo guerra". "Fueron casa por casa. Los sacaban y los fusilaban. 484 entre desaparecidos y fusilados aquí en Lebrija. Uno a uno". 

Un secreto oculto

Lo más tétrico, lo más duro, estaba aún por desvelar en la conversación de Sánchez con Ordaz. Casi al final de la entrevista, el hijo reveló al periodista el secreto que durante toda su vida su madre guardó. En voz baja, Gonzalo Sánchez narró una terrible anécdota acontecida cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas en junio de 1977 y ambos, madre e hijo, se dirigieron a votar. La madre sacó un lazo de la bandera española que los fascistas le habían puesto en su cabeza rapada para pasearla por la plaza de Lebrija. Todo el mundo desconocía que ese objeto había sido ocultado y guardado durante 40 años por ella. Al llegar al colegio electoral, se acercó al presidente de la mesa, “un fascista de aquí de toda la vida”, y le dijo: “Toma, hijo, el recuerdo de lo que ustedes me hicieron”. Resulta que su madre guardó durante 40 años “el lazo aquel de la humillación, sin decírselo a nadie, ni siquiera a mi padre”.

Durante 40 años, la madre de Gonzalo no quiso que nadie, ni tan siquiera sus hijos, supieran de la existencia y del paradero de ese “lazo de la humillación”. Su objetivo pudo ser que no remover los viejos fantasmas del pasado. El hijo hizo lo mismo y hasta otros cuarenta años después no lo hizo público, en ese caso a un periodista.

Y mientras ocurría, el arquitecto y brazo ejecutor de la represión en Sevilla y en el Sur de España, el siniestro General Queipo de Llano, yacía con todo lujo y en lugar privilegiado en la Basílica de La Macarena. Un lazo de la ignominia oculto por gente sencilla y un símbolo ignominioso expuesto públicamente con todo lujo.


Fuente → elplural.com 

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