¿Cronificar la pobreza o redistribuir la riqueza?
¿Cronificar la pobreza o redistribuir la riqueza?
Rafa Velasco

“Primero chupáis la sangre a los proletarios y luego practicáis con ellos autocomplaciente filantropía, presentándoos ante el mundo como benefactores de la humanidad cuando dais a las víctimas una centésima parte de lo que les pertenece.»

La situación de la clase obrera en Inglaterra, Federico Engels, 1845

“El esquema de Fourier de transformar, mediante un sistema de falansterios, el agua de todos los mares en sabrosa limonada fue una idea fantástica, por cierto. Pero cuando Bernstein propone transformar el mar de la amargura capitalista en un mar de dulzura socialista volcando progresivamente en él botellas de limonada social reformista, nos presenta una idea más insípida, pero no menos fantástica.

 Reforma o Revolución, Rosa Luxemburgo, 1900

A partir de la onda larga de la crisis económica capitalista que vivimos desde 2008 quienes pertenecemos a las clases populares hemos comprobado en nuestras propias carnes, sin anestesia, las consecuencias de eso que algunos llaman neoliberalismo o fin de la historia. Desregulaciones de los sistemas de fijación de precios, precarización laboral, privatizaciones de sectores económicos estratégicos e individualismo a ultranza, se han demostrado instrumentos útiles para las clases dominantes y enormemente perjudiciales para las clases trabajadoras, sobre todo cuando las propias contradicciones del sistema capitalista han puesto en cuestión su capacidad para reproducirse y crecer eternamente.

La derrota de la experiencia de los países socialistas ha puesto en evidencia, por un lado, la verdadera cara del Capitalismo Real, que sin una alternativa en frente, ha podido desprenderse de las ataduras conseguidas por los pueblos tras la segunda guerra mundial, demostrando que eso que algunos/as llamaron el estado del bienestar no era más que una respuesta circunstancial para frenar el impuso de las clases desfavorecidas, pero que nada mas pudieron desprenderse de el volvieron a su “estado natural” que no es otro que el del viejo capitalismo manchesteriano, donde una mayoría social tiene asumido el mero papel de producir y consumir, y esto ultimo dentro de unos limites, y una minoría detenta todo el poder para garantizarse una vida opípara a costa de parasitar el trabajo de la mayoría. No otra cosa es la plusvalía de la que hablaban Don Carlos y Don Federico. Por oto lado, esa derrota dejo desarmados, política e ideológicamente, sin horizontes de esperanza, como diaria Xavi Domenech, a millones de personas pertenecientes a las clases oprimidas y subalternas, que seguimos perdidos, sin rumbo, y casi en el lodo, sin confiar en que la realidad pueda ser cambiada a nuestro favor, y esperando en que, por lo menos, la cosa no vaya a peor.

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Y claro que la cosa puede ir a peor, porque cuando las contradicciones del Capitalismo generan situaciones, donde, por un lado, la reproducción sostenida del capital se hace imposible, o cuando menos muy difícil, y por otro lado, las situaciones de depauperizacion de amplias capas sociales le genera una crisis de legitimación, que puede poner en riesgos sus bases de dominación, siempre aparecen sus dos grandes instrumentos de estabilización, y vuelta a empezar: la guerra y el fascismo. Llevaban razón, tanto Jean Jaures cuando afirmaba que “El capitalismo lleva en su esencia la guerra, como los nubarrones llevan la tormenta”, como Antonio Gramsci cuando, con la misma contundencia, sostenía que “…La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados…”.

            Y en ese mundo tan difícil nos encontramos los sectores populares, y en sus seno sobre todo las izquierdas, dilucidando la eterna pregunta en momentos así: ¿Qué hacer?.

            Una izquierda no del todo sometida a los parámetros hegemónicos vigentes, pero que ha renunciado a la hipótesis revolucionaria, ni siquiera como horizonte estratégico, nos dice que toca gestionar esas contradicciones, o así llaman a sus renuncias, y que frente a un Capitalismo desbocado aún es posible recuperar el Estado del Bienestar sin cuestionar la lógica de producción y acumulación de ese sistema. En España a esa estrategia le llaman “escudo social”, que no dejan de ser medidas fragmentarias, básicamente consistentes en ayudas o subsidios sociales, que sin atacar las razones de la pobreza de las mayorías sociales, les permitan poder llegar a fin de mes. Pero al final todas esas medidas, que bienvenidas sean como mera supervivencia, no dejan de ser parches, que al final se convierten en una manta que si tiras de ella para taparte la cabeza te deja desnudos los pies. Incluso en muchos casos no dejan de ser instrumentos para seguir financiando al capital, que lejos de recortársele sus beneficios, los aumenta gracias al dinero que al final el estado le da con los recursos de todos y todas, siendo las personas pobres meros canalizadores del dinero publico a las arcas de los y las de siempre. Por poner un ejemplo, cuando en vez de limitar precios al alquiler o la venta de vivienda,  das ayudas para poder pagar los precios que los y las tenientes de inmuebles te ponen , al final estas cronificando la situación social injusta que produce la acumulación de viviendas en pocas manos. O cuando, para aliviar la situación de pobreza energética y alimenticia te limitas a rebajar el IVA a ciertos productos, pero sin afrontar una reforma fiscal del IRPF y el Impuesto de Sociedades, haces que los márgenes de beneficios de las grandes distribuidoras se mantengan, cuando no aumenten, a costa de una contribución fiscal, en la practica, cada vez mayor de las rentas salariales en comparación con las rentas de capital. Si ello unimos que muchas de esas medidas, al final, son muy distintas en la práctica cuando se publican en el BOE a cuando se anuncian en rueda de prensa, por la gran cantidad de excepciones que contemplan, la frustración entre los sectores populares se hace evidente.

Es en escenario donde unas clases trabajadoras, profundamente desarmadas de conciencia de clase tras años de derrota y alineación, son el caldo de cultivo ideal para esos nuevos fascismos, sin correaje, que si son capaces de ofrecer falsos horizontes de esperanza en nombre de la patria, la raza, la religión o cualquier bandera de esas, que siempre usan, para enfrentar al ultimo contra el penúltimo, dejando incólume las fortunas de los y las que están en lo mas alto de la pirámide social.

Es más algunas de esas medidas fragmentarias se están convirtiendo en un problema para acceder a ellas, salvo para quien pueda dedicar tiempo o pagar a una asesoría para que les gestione conseguir, por un lado a la ayuda del alquiler, por otro a la de los libros, a la de luz, a la del agua o a la del transporte etc…. Ya sin mencionar los enormes costes de gestión que ello implica y que hace que mucho de ese dinero o ni siquiera se reparta o llegue a muy pocas manos, que no siempre son las más necesitadas de las mismas. En ese contexto cabría preguntarse sino sería más practico acumularlas todas ellas en una renta única, ya sea universal o de subsistencia, dejando ese debate para otro momento porque no es el objeto central de esta modesta reflexión.

Desde mi óptica marxista sigo tampoco sin comprender apuestas políticas que intentan dejar en un segundo plano la relación con el trabajo como forma de socialización. Si el Capitalismo no puede generar pleno empleo, por su propia dinámica de producción y reproducción, pero su capacidad de generar valor y riqueza, debido básicamente al desarrollo tecnológico de los últimos decenios, es cada vez mayor, la apuesta fundamental no debería ser limitarse a subsidiar a quien no puede acceder a ese mercado laboral, sino repartir el empleo, haciendo que todo las personas contribuyan según su capacidad a esa producción social y reciban lo suficiente para lograr no un nivel de vida mínimo, sino un nivel de vida digno y acorde con la capacidad de generar riqueza social colectiva que la sociedad produce. No estoy planteando con ello eliminar prestaciones como la de desempleo, que por el contrario deberían ser universales para cuando alguien no le dejan trabajar, sino que debería apostarse decididamente por garantizar trabajo para todos y todas, para que trabajando menos quienes ahora sufren larguísimas jornadas, horas extras desbocadas etc…, puedan otros y otras trabajar también, para no quedar aislados/as socialmente y en la marginalidad de una pobreza cronificada, aunque subsidiada. Si antes para hacer una casa hacían falta 100 personas y ahora solo se necesitan 10, la apuesta no puede ser que la empresa que la construya pague solo 10 salarios, pueda poner el precio de venta que quiera y a las otras 90 se les tire al vertedero de la historia o se les de un pequeño subsidio de mera supervivencia. Si estas sociedades actuales son capaces de producir más, y hasta mejor, no hay razón alguna para que millones de personas que antes llegaban a fin de mes con su salario, ahora ni siquiera pueden hacerlo. Y si hay una lógica económica que ello impide, y que para mi no es otra que la contradicción entre la generación colectiva de la riqueza y la apropiación privada de los beneficios, habrá que poner en cuestión dicha lógica y atreverse a meterla mano a la misma, dejándose de cabalgar supuestas contradicciones, y apostando de una vez en serio por superarlas. Lo contrario seguirá siendo, hoy como ayer, pan para hoy y hambre para mañana.

Podríamos seguir escribiendo miles de renglones y poniendo miles de ejemplos que explican la también contradicción que sigue existiendo entre quienes son incapaces de ver un escenario mas allá del de la pobreza limitada y mitigada, y quienes entendemos que existe pobreza porque hay riqueza acumulada en pocas manos, y que la gestión colectiva de la misma, distribuyéndola a través de la participación  social de quien realmente la produce, es precisamente la única forma de impedir que la lógica de acumulación capitalista siga manteniendo a millones de personas en la pobreza, o en el umbral de ella, e incluso poniendo en riesgo al propio planeta, al borde de un colapso ecológico cada vez mas presente. Una vez mas la contradicción en la izquierda entre Reforma y  Revolución, tal y como la explicó Rosa Luxemburgo, y de las relaciones dialécticas entre ambas, determinara si seguimos presos de los limites de un sistema social incapaz de garantizar bienestar y libertad para las mayorías sociales, o somos capaces de avanzar hacia que pueda  romper las cadenas que el trabajo muerto sigue imponiendo al trabajo vivo, y que es la causa fundamental de la pobreza. Pero para avanzar hacia ese horizonte lo primero que tenemos es que tener capacidad, y valentía, para volver a imaginarlo, pues sino seguiremos presos de ese supuesto realismo, con el que nos quieren mantener en nuestra impotencia, y que no es mas que una forma de perpetuar la distopia vigente.


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