90 años de los sucesos de Casas Viejas
90 años de los sucesos de Casas Viejas
Ricardo Robledo

El levantamiento anarquista en la madrugada del 11 de Enero de 1933 en Casas Viejas, aldea pedánea de Medina Sidonia (Cádiz), se convirtió en uno de los sucesos más letales ocurridos durante la Segunda República. Los hechos más sobresalientes de la represión fueron el incendio de la choza de “Seisdedos” con su familia dentro, para acabar de una vez con la resistencia de los encerrados, y el asesinato de doce campesinos junto a la choza; en el balance final (al tener en cuenta los heridos fallecidos posteriormente) se contabilizan veintiocho campesinos muertos, dos guardias civiles y uno de asalto. En términos políticos no hubo otro acontecimiento que dañara más la imagen del gobierno de Azaña, lo que influyó sin duda en las elecciones de noviembre de 1933. 
 

Los sucesos de Casas Viejas no fueron la primera matanza contemporánea, ni la primera producida durante el gobierno republicano. Pero en Casas Viejas confluyó una serie de circunstancias que los elevaron, primero, a la categoría de “asunto público” y, después, a la de “mito” del siglo XX español (Gutiérrez Molina). Desde el primer momento se politizaron los hechos, especialmente con ocasión de las elecciones. Los anarquistas los utilizaron para llamar a la abstención y la derecha se esforzó en cambiar el sentido del voto. El 15 de noviembre de 1933, el periódico ABC publicó un suplemento: “Los motivos del sufragio: Casas Viejas, dolor de un pueblo y espanto de la conciencia universal”. Habían pasado ya ocho meses, pero la artillería electoral necesitaba una munición fuerte. Según ABC los “primates republicanos y socialistas” engañaron el 14 de abril con sus tópicos a los primitivos y sencillos campesinos de Casas Viejas que se hicieron eco de aquellas criminales predicaciones: “España entera no olvidará cómo hacen justicia los hombres nuevos”, concluía el periódico.

Casas Viejas se había convertido en el símbolo de la sinrazón de Estado cuando gobernaban las izquierdas. Para nada interesaba la suerte de los campesinos que fueron detenidos, varios de ellos torturados, hasta la celebración del juicio en junio de 1934. Lo rentable era la instrumentalización política del levantamiento anarquista del 11 de enero de 1933: “Obreros, Acordaos del Parque de María Luisa y de Casas Viejas. No votad a los socialistas que traicionaron vuestra causa”, leemos en una octavilla en la que se obviaba que los cuatro obreros muertos en ese Parque de Sevilla en julio de 1931 lo habían sido por la aplicación de la ley de fugas a cargo de unos señoritos autorizados por el gobernador civil.

El 16 de noviembre se produjo el gran éxito de las derechas. El “frente contrarrevolucionario” y sus aliados triunfaron en todas las circunscripciones provinciales salvo en la provincia de Huelva, que ganó el PSOE (había pasado de 155 diputados a 58) y en las regiones de Galicia, País Vasco y Cataluña gracias al voto nacionalista. «La gente no vota necesariamente en su propio interés, sino que votan su identidad, sus valores, votan a aquel con quien se identifican”, nos advierte Lakoff. Y con “los hombres nuevos” fuera de escena se desmanteló el reformismo social y político del primer bienio hasta producirse la anarquía del propio Estado (Azaña) que alimentó la política de revancha en el “bienio negro». Cuando se habla de causas de la guerra civil habrá que tener presente el desquite en el que se convirtió la política desde enero de 1934.


La masacre de Casas Viejas motivó discusiones parlamentarias, quince sesiones, en las que quedaron claros, desde el principio, los errores en el mantenimiento del orden público, causa inmediata del elevado número de víctimas, aunque no puede perderse de vista que Casas Viejas -como Pedralba (Valencia)– forma parte del levantamiento general de la CNT-FAI de enero de 1933; lo que también explica el comportamiento de todos los actores, desde la población de Casas Viejas hasta el Ministro de Gobernación, Casares Quiroga. El 11 de enero, el mismo día en que Rojas recibe la orden de Menéndez para marchar desde Jerez a Casas Viejas, Azaña escribió en sus Diarios: «Ayer por la mañana me llamó Casares y, después de contarme cómo iban las cosas, se me quejó una vez más de que la fuerza pública no procede con bastante energía. Se dejan matar, pero no pegan duro». Y no es detalle menor el origen colonial de quienes estaban al frente del orden público, bien fuera en Sevilla o en Casas Viejas. A partir del desastre de Annual en 1921, empezó a forjarse un nuevo Ejército colonial cuya mayor fuerza residía en el espíritu de venganza y en la acción directa. “Yo lo que quería haber hecho con los prisioneros era haber empleado la ley de fugas”, declaró el capitán Rojas, formado en Marruecos, a la Comisión Parlamentaria.

Hay muchas facetas en la tragedia de Casas Viejas. Aquellos sucesos significaron también la cristalización del desencuentro entre el campesinado más pobre y los ideales de la República con su promesa de reforma agraria y de las condiciones de trabajo. Cuando se estaba preparando el levantamiento de Casas Viejas en la tarde del 10 de enero, Ramón Sender nos cuenta en Viaje a la aldea del crimen (1934) que se hablaba de armas, de municiones y también de la conveniencia de poner en cultivo inmediatamente las treinta y tres mil hectáreas: “!Hay que labrarlo to¡ -decía Grimaldi agitando la octavilla impresa”. La reforma agraria era la alternativa a la caridad, el fin de las humillantes limosnas y la oportunidad del trabajo en el erial. Como han demostrado algunos teóricos (Habermas, Honnet), los conflictos sociales constituyen una lucha por el reconocimiento. ¡A labrarlo to ¡A labrarlo to! eran las aclamaciones que se oían el 11 de enero. El verso de Miguel Hernández, “la España que hoy no se ara, se arará toda entera”, nos los recuerda.


Aunque varios altos cargos dimitieran, el episodio de Casas Viejas resultaba más que incómodo a los reformistas republicanos y socialistas, que eludieron esclarecer los hechos y depurar responsabilidades. El 19 de marzo de 1933, apunta Azaña en sus Diarios: “sigo creyendo que él [Menéndez] no dio órdenes atroces, como algunos suponen; bravatas, sí echaría tal vez”. Pero ¿qué repercusión podían tener las bravatas en un ambiente militarizado? La instrumentalización política de la rebelión anarquista no se detuvo en 1936. La derecha franquista siguió tirando del hilo de Casas Viejas para lograr sus fines. En el prólogo de José María Pemán al libro Casas Viejas: un proceso que pertenece a la historia (1965) nos encontramos con estas palabras: “Casas Viejas fue algo mucho más hondo que la revolución social. Fue la subversión que difícilmente se acalla con una sangre que el sublevado está pidiendo desde el primer momento con la bárbara pasión, entre religiosa y erótica, del torero iluminado ante el toro bravo”. Como la legitimidad del franquismo se basó en la ilegitimidad de la República, no es extraño que la historiografía revisionista siga utilizando Casas Viejas para demostrarlo.

*Dedico un capítulo y apéndice con algunos datos poco conocidos en La tierra es vuestra. La reforma agraria. Un problema no resuelto. España, 1900-1950. Pasado & Presente, 2022. La divulgación, con alguna información nueva, en «Casas Viejas y la reforma agraria .!A labrarlo to’”. La aventura de la historia, nº 221, 2023, pp. 28-32.



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