“¿Cómo imaginar un 14 de abril después del 18 de julio y sus cicatrices?”
“¿Cómo imaginar un 14 de abril después del 18 de julio y sus cicatrices?”
Marcos Pereda 

 

Paco Cerdà (Valencia, 1985) es uno de esos periodistas con alma de escritor, o viceversa. De los que juguetean por el territorio fértil de la no ficción, el reportaje, la crónica. De los que miran cosas pequeñas para intentar explicar (o comprender) las grandes. Lo hizo con la llamada Laponia española, pueblos que ya (casi) son solo recuerdos. También sobre la figura (paradójica, símbolo, peón para otros) de Arturo Pomar. Ahora publica 14 de abril (Libros del Asteroide, 2022), donde disecciona minuciosamente, pulso de cirujano que lee versos, un día tan importante como poco conocido. De todo eso hablamos con Cerdá. De caciques y reyes sin corona. De poetas y contraépica. De Wittgenstein y paisanos que hablan galego. Todo desde el detalle menor, que es la mayor de las metáforas...

Empezamos fuerte. Extracto directo del libro: “Otro Borbón marcha al exilio”. ¿La frase dialoga con pasado y futuro?

Refleja una tradición que, desde luego, tiene ecos en el presente. Sería ilógico negarlo. Aquel 14 de abril de 1931, Alfonso XIII, aun cuando hubiera nacido “Rey por la Gracia de Dios”, sabía que los monarcas no acababan bien sus reinados en los últimos tiempos. Esa frase refleja el peligro constante para la monarquía; la silla caliente que ha sido el trono de España en muchos momentos de la Historia. Ayer y hoy.

¿Qué te lleva a hablar sobre este 14 de abril de 1931?

Es imposible de entender sin mi anterior libro, El peón, que era un caleidoscopio de historias de peones políticos circunscritas al año 1962: del 1 de enero al 31 de diciembre. Después, dándole vueltas a qué podía escribir, cayó en mis manos 14 de julio, de Eric Vuillard, que reconstruía aquel día de la historia de Francia. Me hizo reflexionar: de qué día podría hacerse algo similar en España. Instintivamente pensé en el 14 de abril. Es curioso: yo apenas sabía nada de aquella fecha. La primera bandera en Eibar, plazas atestadas de gente, el rey huyendo del país, y poco más. Empecé a indagar y encontré muchas historias por sacar a la luz. Historias que compensaban de una forma justa el desequilibrio que más me ha interesado contrarrestar: el 14 de abril ha sido fecha marcada por banderas e himnos. Yo me he centrado en las personas. En sus vidas minúsculas. Las vidas rotas –aquel día– del encuadernador Emilio, de Cándida la pescadera, de Teresa la anarquista, del telegrafista Pàmies, de Antonio el jornalero, de Francisco el manifestante, o del militar Eduardo. Los más olvidados del 14 de abril, cuya memoria restituye el libro.

Al reconstruir el 14 de abril queda patente que los grandes asuntos no siempre partían de Madrid

Ya que has sacado lo de Eibar... antes Jaca... Parece que antaño la política española no era tan centralista, podía bascular por diferentes centros de poder.

Sí, es una realidad palmaria. Al reconstruir el 14 de abril quedan patentes varias cosas. Una, que los grandes asuntos no siempre partían de Madrid. Dos, que los periódicos eran muy prolijos en información.

Eran ricos en información y en anécdotas de esas que luego ayudan a encajar la Historia con mayúsculas.

¡Exacto! Hoy sería imposible reconstruir un día de la Historia de España como yo lo he hecho a partir de los periódicos. Tendrías la información fundamental, mucha opinión, mucho análisis… pero sin “color”.

Pero sin paisaje.

Sí... y lo que yo he intentado es reconstruir el paisaje emocional, el decorado sentimental de una gran narración, de una trama principal. Para eso necesité consultar libros de memorias, diarios personales, cartas privadas, dietarios… De aquel día nos ha llegado una estampa algo naïf de banderas, algazara, pasodobles y marsellesas. Y no: fue una epopeya sin guión, una película de alto voltaje político y, sobre todo, social. Por eso me interesaba recrear –desde la no ficción– esa épica, o contraépica, de la derrota, del olvido, del abandono. Creo que lo más halagador que me han dicho hasta ahora es que el libro permite vivir, en primera persona, aquel 14 de abril.

Tú has dado voz a los muertos. Me parece interesante ese recuerdo a la violencia en el 14 de abril, porque ha pasado a la Historia como un espacio de civismo y paz. Lo mismo ocurre con la Transición...

Sí. Y fíjate: es un solo día lo que retrato en el libro, pero allí ya se detecta el germen de lo que será ese odio emponzoñado, esa violencia creciente de los años treinta. Y hasta ahora no se le había prestado atención…

En las primeras Cortes republicanas habrá un único monárquico, que es Romanones... O Figueroa, para entonces.

Él fue personaje clave para comprender la deserción colectiva de los más cercanos al rey. Los monárquicos estaban aún descolocados por el resultado electoral registrado en las urnas dos días antes. Y hay dos aspectos fundamentales para entender la audacia de los dirigentes republicanos que toman el poder saltándose toda legalidad. ¡Una revolución en toda regla! La primera es la actitud de Sanjurjo, garantizando que la Guardia Civil no cargará contra los dirigentes republicanos. La otra es el poder intimidatorio de las masas que llenaban plazas y calles de toda España. Ya había una noción asentada de que tenía unos efectos mucho mayores lo que ocurriera en las ciudades que en el ámbito rural. Una desigualdad que seguimos sufriendo.

Las elecciones del 12 de abril son buen ejemplo de eso...

Claro. Y luego hay un elemento interesante. ¿Por qué las elecciones son el 12 y la proclamación el 14? El día 13 de abril es lunes, y en aquel entonces los lunes no se publicaba ningún periódico. Eso trasluce el poder que tenía la prensa escrita.

La figura del cacique sigue bien presente. Más sujeta a la denuncia, pero ahí están

¿Crees que siguen existiendo algunos Romanones en la política española?

¿Acaso lo dudas? Esa figura del cacique sigue bien presente. Más sujeta a la denuncia, más susceptible de ser zarandeado por “catorces de abril cotidianos”. Pero ahí están.

Sobre la prensa... escribes que es cansado ser Josep Pla.

¡Es muy cansado hacer lo que hacía Pla, sin duda! Y, sobre todo, estar a la altura de lo que hiciste anteriormente cuando eso es excelso, como en su caso. Arrastrar esa leyenda, ser permanentemente ingenioso, constantemente perspicaz. Eso no es ser un periodista; eso es ser Josep Pla.

La tuya es una obra de ficción narrativizada.

Narrativizada, sí, con todos los elementos que ya manejaba Truman Capote cuando puso en boga el género. Que venía de lejos: estaban Chaves Nogales, Ramón J. Sénder y todos esos cronistas que deberíamos reivindicar más como eslabón entre la crónica y la literatura: los maestros de la crónica literaria, como lo es Carlos Arribas o Plàcid Garcia-Planas. Como Gay Talese o Joseph Mitchell, y toda la estirpe del New Yorker. También está la escuela latinoamericana de Martín Caparrós... También Leila Guerriero o la Mariana Enríquez de la no ficción. En mi opinión, le sobran complejos a la crónica no debemos justificar nada respecto a la calidad de lo que se puede escribir desde la no ficción, como hacen Vuillard, Carrère o David Remnick. Hay ilustraciones mejores que óleos, igual que hay crónicas mejores que novelas. Y al revés.

¿Y cómo escoges el tono para hacer una obra así?

Sinceramente, ni idea: no me voy a poner exquisito. Intento hacer algo honesto con las reglas del juego que manejo, las reglas de la no ficción, que obligan a trabajar mucho, a buscar muchos detalles para poder armar narrativamente una historia. Dejemos las teorías y la hermenéutica a los críticos, que es su trabajo. Solo puedo decirte que de forma natural me sale la curiosidad, la empatía y la obsesión por el detalle.

Me han llamado la atención tus inserciones de rima interna...

A veces buscas una prosa más seca, más trepidante, más acelerada. En otros pensaba que la rima ayudaba a un diálogo literario interesante. En otros fragmentos introduzco intertextualidades poéticas que tienen como misión recordar a algunos poetas de la República como Miguel Hernández o Federico García Lorca. Le doy mucha importancia al estilo. Especialmente, al ritmo y a la musicalidad de las frases. Para mí es tan importante la forma como el fondo en una historia.

Me ha agradado leer también frases y expresiones que introduces en otros idiomas distintos del castellano. Suenan naturales...

Suena a reflejo de lo que era España aquel 14 de abril y lo que es hoy: un mosaico de lenguas, de culturas, de personalidades distintas que cohabitan. Eso, para mí, es una riqueza. Y esos guiños ayudan a entender el paisaje emocional de aquel día.

Se ve en la obra una intención muy wittgensteiniana por el detalle, el nombre concreto... eso de que todo lo que dice existe.

Sí, estoy muy de acuerdo: el detalle fue una de las cosas más importantes a la hora de abordar este libro. El detalle y, sobre todo, el detalle humano. Que a Niceto Alcalá Zamora se le murió su pequeña hija con siete años, perdió a un hijo con siete días y otro niño les nació muerto. O incidir en esa cojera de Romanones que había marcado su carácter.

¿Cuánto crees que influye la figura de Alfonso XIII en su final?

Es indudable que contribuyó. Sobre todo, por su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera y a la de Berenguer: ahí se erosiona mucho la imagen del rey. Pero, especialmente, fue un rey desconectado de las desigualdades que atravesaban el país. Por eso muestro un poblado chabolista, el analfabetismo, los conflictos sociales en zonas como las minas de Riotinto. El rey vivía ajeno a esa España. Y esa España, y el devenir incontrolable de la Historia acelerada de los años 30, lo engulló.

¿Ves algún paralelismo con el momento actual para que se dé otro 14 de abril?

Percibo un gran cambio respecto a aquella jornada. Aquel día, las calles de España se llenaron del combustible que más prende: la ilusión, la esperanza. Tal vez hay un hecho que dificulte ese estado de ánimo general. Igual que Adorno dijo que no se podía escribir poesía después de Auschwitz, es difícil mantener esa ilusión –y, en parte, esa ingenua inocencia– después de lo vivido y lo sufrido en la guerra civil, en la posguerra, en la larga noche de la dictadura. ¿Cómo imaginar un 14 de abril después del 18 de julio y sus cicatrices?

Terminamos: ¿por qué crees que el debate republicano no está presente en la agenda política?

Así es, y se me escapan las razones de fondo. Quizá esa respuesta la tenga otro entrevistado...


Fuente → ctxt.es

banner distribuidora