“Ojos que no ven”, las voces de las víctimas del fascismo en la democracia
 “Ojos que no ven”, las voces de las víctimas del fascismo en la democracia / Angelo Nero
Las víctimas de los ataques de la ultraderecha son diversos y también por ser diversos fueron atacados: antifascistas, homosexuales, inmigrantes, mendigos, pero también han sido atacados locales sociales, teatros de barrio, sedes de organizaciones políticas de izquierda y casas sindicales.

Lo que resulta evidente es que la tolerancia policial con los grupos de extrema derecha es clara, mientras que a una manifestación anti sistema, a una manifestación de grupos antifascistas, es acotada, instigada, y los grupos están infiltrados, y se les persigue, hay cierta tolerancia, obvia, con todos estos grupos fascistas, fascistas, xenófobos.” Así hablaba el desaparecido periodista Alfredo Grimaldos, uno de los primeros en investigar, junto a Mariano Sánchez Soler, la actuación de las bandas de extrema derecha tras la dictadura, en obras como “Claves de la Transición 1973-1986 (para adultos)”, o “La sombra de Franco en la Transición”. Esta afirmación la hacía en un documental, rodado en 2011, y dirigido por Luis Moles, que conviene reivindicar, a la hora de poner el foco en el terrorismo negro, que desde 1975 hasta hoy mismo, arroja más de 4.000 víctimas de agresiones por parte de la ultraderecha, con más de cien asesinatos.

En “Ojos que no ven”, se recogen un puñado representativo de las agresiones fascistas, racistas y xenófobas, en las voces de familiares de las víctimas, como el padre de Guillem Agulló, un independentista de apenas 18 años, que fue asesinado por un grupo de nazis en Castelló, en 1993; como la madre de Carlos Palomino, un joven antifascista que fue apuñalado por un ultra en el metro de Madrid; o como el padre de Aitor Zabaleta, el joven donostiarra que fue asesinado por un neonazi en Madrid, en 1998; pero también a las víctimas que sobrevieron a las agresiones fascistas, como Miwa Buene, un economista congoleño que fue apaleado por un fascista en 2007, y que, como consecuencia del ataque, quedó tetrapléjico. “No son casos aislados, ni de peleas de jóvenes ni de tribus urbanas,» explicaba el director del film, Luis Moles, «se trata de una violencia política que ha truncado la vida de miles de personas. El goteo de asesinados y agredidos no para de crecer, mientras que en muchos de los casos los agresores no han sido llevados a la justicia o están en la calle tras cumplir brevísimas condenas.”

Las víctimas de los ataques de la ultraderecha son diversos y también por ser diversos fueron atacados: antifascistas, homosexuales, inmigrantes, mendigos, pero también han sido atacados locales sociales, teatros de barrio, sedes de organizaciones políticas de izquierda y casas sindicales. Y en todas las agresiones se repetía el patrón de la impunidad, señalado por Alfredo Grimaldos al comienzo de este artículo, y una falta de interés por parte del estado de investigar y castigar las tramas negras que hay detrás de este fenómeno. Lo dice también en el film Esteban Ibarra, Presidente del Movimiento contra la Intolerancia y autor del libro “La España racista: La lucha en defensa de las víctimas”: “La mayor parte de las agresiones son interpretadas como peleas juveniles, es algo inconcebible, porque se observa una falta de depuración en los atestados del problema importante, una falta de depuración que es continuada en la fiscalía y en los juzgados, con lo cual se resuelve todo como riñas de jóvenes.”

También el director del documental señalaba a la impunidad en una entrevista realizada en 2012: “ Está la brutalidad y cobardía con la que actúan los grupos fascistas, está la impunidad con la que se libran de la justicia, y luego encima está la ignominia con la que se libran de las condenas las pocas ocasiones en las que los pillan. Eso es como una segunda muerte. Esto ha sido casi una constante. El descaro de su impunidad hace más evidente el desamparo de sus víctimas.”

Ni se reconoce a las víctimas del fascismo y de la violencia policial en la Transición, ni a las nuevas, porque el caso de Carlos Palomino, ha quedado como un caso de enfrentamiento entre bandas, como si fueran dos macarras que se pelean, cuando, además, es un fascista, que es militar el que le apuñala en el metro”, recalca en el documental Alfredo Grimaldos. En la misma dirección apunta Miguel Ángel Muga, miembro de la Federación Estatal de Foros por la Memoria: “en vez de enfocar el problema como una agresión del fascismo, lo trata como un tema de bandas urbanas, se iguala a la gente que no hace el mal, que lucha por la justicia social, por la igualdad, con personas que agreden a homosexuales, a inmigrantes, a personas de izquierda o a indigentes que hay por la calle.”

En una entrevista en el desaparecido periódico Diagonal, el director de “Ojos que no ven”, decía: “Las cosas han cambiado desde aquellos años 80 a nuestros días, pero en realidad, esa bestia llamada fascismo (con todas sus variantes) sigue viva, agazapada, peligrosa… Han cambiado los agresores. O, mejor dicho, las estructuras de las organizaciones fascistas se han ‘actualizado’. Las conexiones con los cuerpos represivos no son tan evidentes como en los primeros años de la reforma política, cuando los atentados fascistas se planificaban y diseñaban directamente en cuartelillos y dependencias policiales.”



Fuente → nuevarevolucion.es

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