
En octubre de 1938, en los coletazos finales de la batalla del Ebro, el entonces presidente del Gobierno de la República, Juan Negrín
(Las Palmas de Gran Canaria, 1892-París, 1956), decidió retirar a las
Brigadas Internacionales del campo de combate y les hizo una promesa.
"El
Gobierno español quisiera testimoniaros de una manera directa su
agradecimiento. Vuestro espíritu y el de vuestros muertos nos acompaña
(...). El Gobierno de la República reconocerá y reconoce a los
internacionales, que tan bravamente han luchado con nosotros (...) el
derecho a reclamar, una vez terminada la guerra, la ciudadanía española. ¡Con ello nos honraremos todos!", dijo el grancanario.
Una espera de 60 años
Sin embargo, la República no tardaría en caer, unos cinco meses
apenas, y tuvieron que pasar casi 60 años, hasta 1996, para que se
abriese la primera puerta a que los alrededor de 600 brigadistas supervivientes en aquella fecha, en el mejor de los casos ya septuagenarios, solicitasen la nacionalidad española.
Pero había un requisito que resultó disuasivo: debían renunciar a su nacionalidad anterior,
generalmente francesa, polaca, italiana, estadounidense o alemana, por
lo que las solicitudes no superaron la decena. La ley de Memoria
Histórica de 2007 eliminó ese obstáculo pero ya solo quedaban 15 brigadistas vivos. El último falleció en 2021.
El simbolismo de la medida
La reciente aprobación de la ley de Memoria Democrática permite ahora que sean los descendientes
de los brigadistas internacionales los que hagan cumplir la promesa de
Negrín, sin tener tampoco que renunciar a su nacionalidad actual.
La
Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI), que
participó en la redacción de la nueva ley y empujó para recoger este
aspecto, tiene conocimiento de al menos una veintena de familias, de
orígenes diversos, como Cuba, Argentina, Canadá, Australia, Francia,
Italia o Reino Unido, que estarían interesadas en acogerse a este
derecho.
Como mucho 100 solicitudes
Todas ellas, según asegura a EFE su vicepresidente, Juan Julián Elola,
lo harían por motivos sentimentales "y, teniendo en cuenta que muchos
brigadistas murieron tanto en la Guerra Civil como en la Segunda Guerra
Mundial sin dejar descendencia", las solicitudes no sobrepasarían en
ningún caso las 100, "como mucho".
"Nos parecía de justicia
retomar el eco de las palabras de la Pasionaria y Negrín, de acoger a
los brigadistas cuando volviesen los vientos de libertad. A nivel
cuantitativo serán pocas personas, no habrá ninguna avalancha, pero es
algo simbólico", incide Elola.
"Llega tarde"
Carmen Negrín, nieta del presidente republicano, cree que
este aspecto de la ley "llega tarde", pero no niega el carácter
simbólico de la medida, al igual que la apertura de un nuevo plazo para
que soliciten la nacionalidad los descendientes de los represaliados
españoles que se convirtieron en apátridas y refugiados, y que ya
contemplaba la ley anterior.
"Se suele recordar mucho el discurso
de La Pasionaria a las Brigadas y no tanto el de mi abuelo, pero en
cualquier caso la ley es un gran progreso, cumple con esa promesa, es
muy placentero y estoy muy contenta", destaca a EFE la
presidenta de honor de la Fundación Juan Negrín, que hace un llamamiento
especialmente a los hijos de refugiados franceses a recuperar la
nacionalidad despojada.

El caso del brigadista Corach
Cuando estalló la Guerra Civil Española, el joven argentino Luis Corach
(1914-1992) dijo a sus padres, descendientes de judíos rusos, que
regresaba por un tiempo a Córdoba (Argentina), pero en realidad, tras
reunir un poco de dinero, decidió irse por sus propios medios a luchar a
España, concretamente a la XV Brigada, la Lincoln, donde ejerció como médico en el frente del Ebro hasta la retirada de las tropas internacionales.
Casi un siglo después, su hijo, Gustavo Corach, explica a EFE su intención de solicitar la nacionalidad española por un propósito "meramente sentimental" porque con 70 años, agrega, no está "para cambiar de aires", aunque no descarta que pueda tener alguna utilidad para sus hijos en un futuro, especialmente para la más pequeña, que aún es estudiante.
Llegó a España por Francia
"Esto le correspondía a mi padre. Hubiese estado él mucho más contento que yo, pero falleció hace 30 años",
apunta Corach, quien ha conseguido reunir multitud de documentos de la
mano de la AABI que le han ayudado a reconstruir el paso de su padre por
España, cuya frontera cruzó tras llegar en barco a Francia, y algunas
anécdotas, como su carácter "indisciplinado".
"Le degradaron de
teniente médico a alférez... Me cuadra perfectamente porque no era una
persona que se pudiese adaptar fácilmente a ser un militante de
partido", relata Gustavo Corach, que también ha visto documentos
franquistas que tildan a su padre de "rojo", así como otros del bando
republicano en el que se subrayaba que "era muy querido" entre sus
compañeros pero que "no era comunista", ya que simpatizaba más con el
socialismo.
Probablemente no combatió
Luis Corach, añade su hijo, probablemente no llegó a combatir
ya que su labor era principalmente médica, pese a que llegó a España
estando aún en el tercer curso, pero no se puede descartar que pudiera
llegar a luchar en alguna escaramuza.
Cuando Juan Negrín decidió
retirar las Brigadas, meses antes de fin de la Guerra y a las puertas de
la Segunda Guerra Mundial, el destino de Luis Corach fue el de muchos
brigadistas y también el de muchos españoles exiliados: los campos de internamiento franceses.
Cantaba canciones del Ejército Popular
Allí, Luis Corach llegó a coincidir y curar de una afección al poeta de la Generación del 27 Manuel Altolaguirre, según contaba el propio Corach al diario de su universidad, en una entrevista que concedió tras lograr regresar a Argentina.
De la Guerra, concluye Gustavo Corach, su padre no hablaba demasiado ni daba muchos detalles, pero sí le enseñó canciones del Ejército Popular
que, si quiere, podrá cantar próximamente paseando por España con un
pasaporte español, el que le prometió Negrín a su padre, y a las decenas
de miles de brigadistas.
Fuente → atlanticohoy.com
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