La vida después de la batalla del Ebro
La vida después de la batalla del Ebro
Àlex Cervelló
Una vez terminado el combate más épico y sangriento de la Guerra Civil, los campos quedaron arrasados ​​y llenos de material bélico, y, los pueblos, desiertos y con las casas destruidas.

 

El 16 de noviembre de 1938, la batalla del Ebro había terminado. Los vecinos de la Terra Alta y la Ribera d'Ebre respiraban más tranquilos, aunque la presencia en el territorio de unos 200.000 soldados durante cuatro meses había supuesto un impacto brutal. El terror estuvo presente durante los 115 días de la batalla, que cambió el paisaje de estas comarcas para siempre. Los campos de cultivo estaban abandonados y habían aparecido trincheras, refugios y chabolas por doquier. Era el momento de empezar una nueva vida y salir adelante con los pocos recursos que la guerra había dejado disponibles.

1 Los primeros soldados vuelven a unas Tierras del Ebro en ruinas
 
Casa en ruinas en Corbera d'Ebre. El paisaje de las comarcas quedó muy dañado después de la batalla Wikimedia Commons 
 

La proximidad con el frente de Aragón hizo que en las tierras del Ebro la convivencia con los soldados hubiera sido muy directa durante la guerra. Pero nada que ver con el terror que se vivió en los 115 días de batalla y que cambió el paisaje de estas comarcas para siempre. Los campos de cultivo estaban abandonados y habían aparecido trincheras, refugios y chabolas por doquier.

Este escenario de destrucción estaba lleno de restos de material bélico: armas, bombas, latas de conserva, cajas de todo tipo, vehículos abandonados, restos de los aviones abatidos, hilados, etc. Los pueblos habían quedado dañados, las calles estaban llenas de escombros, muchas casas se habían derrumbado del todo y otras estaban sensiblemente dañadas, no había corriente eléctrica y el agua se tenía que ir a buscar a las fuentes o pozos cercanos con las cantimploras que habían abandonado los soldados. Por todas partes había pulgas, piojos, ratas y moscas. En las calles todavía se podían encontrar animales muertos, cuyo olor impregnaba todo. El riesgo de sufrir epidemias era preocupante.

La vida debía continuar  

Sin embargo, la vida debía continuar. Las personas que primero regresaron a casa provenían mayoritariamente de Aragón y ya habían sido depuradas por las autoridades franquistas, que les permitieron regresar. Eran los considerados afectos en el Glorioso Movimiento Nacional, o políticamente neutros. Éstos llegaron a sus lugares de origen en medio de un espectáculo desolador. La mayoría de las casas habían quedado en ruinas, y las pocas que estaban bien no tenían ni muebles ni utensilios. Muchos, al encontrar su domicilio destruido, ocupaban otros y cogían lo que necesitaban para poder continuar con su vida; todo con la complicidad de las autoridades municipales, que, salvo algunos casos como el del alcalde de Flix, no hicieron nada por evitarlo.

2 Las autoridades franquistas se dedicaban a recoger muertes y proyectiles que no habían explotado 
 
Soldados del ejército republicano en las trincheras. La vuelta de los supervivientes a casa fue desoladora 
 

Las nuevas autoridades franquistas intentaron, desde el inicio, recuperar mínimamente la normalidad mediante los batallones disciplinarios de trabajadores, que ya estaban en territorio desde mediados de noviembre. Su trabajo consistía en recoger a los muertos más cercanos a los pueblos y enterrarlos donde no molestaran a nadie. También recogían los proyectiles que no habían explotado y los destruían o echaban al Ebro. En cuanto a la limpieza y reconstrucción de los pueblos, se encargaron de ello los propios vecinos, que normalmente eran mujeres, niños y viejos, ya que la guerra aún no había terminado y los hombres seguían en el frente.

La tornada a casa  

Acabada la campaña de Catalunya, poco a poco empezaron a regresar muchos vecinos: un día dos, otro tres… con la voluntad de recuperar su vida. El camino de vuelta era duro, a menudo se hacía a pie y estaba muy controlado: las entradas de los pueblos estaban vigiladas por las autoridades que les dirigían a los ayuntamientos para ser clasificados entre afectos, desafectos o indiferentes al régimen franquista. Los desafectos empezaban a sufrir los estragos de la represión, que podían comportar la muerte, prisión, deportación, campos de concentración, batallones de trabajadores, jornales de villa u otras vejaciones. La sociedad se había dividido entre vencedores y vencidos. La realidad era que la mayoría de las familias sufrían las carencias de la posguerra.

3 La guerra había dejado una economía agónica y la gente la levantó para recuperar sus vidas 
 
Se reutilizaron las latas que los soldados habían abandonado en la frente 
 

La situación económica de estas comarcas, terminada la guerra, era insostenible. A la pérdida de las cosechas, se sumaron otros factores, como los robos que sufrieron las casas particulares, la falta de animales para cultivar la tierra, abonos y sobre todo de mano de obra, sin olvidar el estado de los campos, arrasados ​​por las explosiones y llenos de proyectiles abandonados.

Primero se comía lo que se recogía por el campo: acelgas, espinacas, algunos frutos y las latas que habían abandonado los soldados en las trincheras. Por eso el primer paso era recuperar lo más imprescindible, como cultivar los huertos o criar ganado y aves de corral. El esfuerzo de la gente y las ganas de recuperar sus vidas hicieron que poco a poco se fuera enderezando la situación.

Los datos de la evolución económica

Así, según consta en la documentación que se ha podido encontrar de la Cooperativa Agrícola de Gandesa, el precio de la cosecha de uva de 1937-38 fue de 3.323.044 pesetas, mientras que la de 1938-1939 fue de 285.716 pesetas y la de 1939-40 de 426.439. No fue hasta 10 años después de la batalla del Ebro que se recuperaron los niveles de producción anteriores a la llegada del conflicto al territorio.

Esa lenta recuperación también estuvo marcada por el gran descenso de la población. Según los datos que ofrece el Instituto de Estadística de Cataluña, en 1936 la población de la Terra Alta era de 21.457 habitantes, mientras que en 1940 era de 17.571. En la Ribera d'Ebre se produjo un descenso similar, ya que en 1936 la población era de 28.578 habitantes y en 1940 era de 24.420. En cuatro años, estas dos comarcas perdieron 8.044 habitantes entre fallecidos, desaparecidos, refugiados, prisioneros, exiliados, deportados y emigrantes.

4 El reciclaje de los restos de la batalla se convirtió en una nueva forma de sobrevivir 
 
La iglesia de Sant Pere, en Corbera d'Ebre, rodeada por los restos de casas destruidas por los bombardeos de la aviación nacional durante la batalla Wikimedia Commons 
 

En ese contexto económico y social, la población local buscó otros mecanismos de supervivencia. Cualquier resto de la batalla podía reciclarse. Así, las cajas de madera que contenían el armamento se reutilizaron para muchas cosas: desde convertirse en las mesas y sillas de la escuela de Corbera del Ebro hasta utilizarlos para criar conejos. Las alambradas se aprovechaban para cerrar los huertos. Los cascos servían para guardar las semillas. Las máscaras antigás se utilizaban para sulfatar. La pólvora se utilizaba de abono. Todo se reutilizó y muchos niños y adultos se convirtieron en auténticos artificieros, especialistas en desmontar balas y proyectiles.

Por último, aparecieron los metralleros, personas del territorio que se dedicaban a recoger la chatarra para venderla o reutilizarla. Se podía encontrar en todos los pueblos. En un primer momento se dedicaban a recoger los restos de metal más sencillos: camiones abandonados, restos de tanques, aviones y proyectiles que había en la superficie. También se destruían los refugios y fortificaciones que contenían raíles del ferrocarril, muestras de los cuales todavía se pueden apreciar en algunas casas de Gandesa. O las vigas de hierro que se utilizaban para construir los puentes republicanos, y que todavía podemos encontrar en algunos balcones en Flix.

5 El metal, el negocio principal después de la guerra 
 
El apoyo de la abrumadora aviación italiana y alemana (en la foto, unos bombarderos Saboya S-79) fue clave en el desenlace de la guerra 
 

La venta del metal tuvo un papel muy importante durante los años de reconstrucción del territorio, sobre todo entre 1939 y 1944. el dinero que esta actividad generaba se destinó, básicamente, al proceso de reconstrucción de la agricultura ya suplir la falta de productos que ofrecía el sistema de racionamiento. El mercado negro y el estraperlo se convirtieron en la única opción para encontrar varios productos como, por ejemplo, la harina, que en el mercado negro costaba 10 pesetas el kilo, mientras que en el mercado normal, pese a valer una peseta, no podía encontrarse.

El principal centro de recuperación de metales estaba instalado en la población de Móra d'Ebre, que estaba bien comunicada por ferrocarril y carretera, mientras que los secundarios estaban situados en Corbera d'Ebre, Gandesa, Vilalba dels Arcs, La Fatarella y el Pinell de Brai. La recogida de chatarra cogió, a partir del año 1944, unas dimensiones mayores, ya que mucha gente de fuera del territorio se dedicó a buscar y recoger toda la que quedaba por venderla a empresas foráneas.

El aprovechamiento de los restos bélicos  

El volumen que tomó esta actividad sólo puede entenderse si se tiene en cuenta la gran cantidad de restos bélicos que quedaron en el territorio. El 30 de octubre de 1938, en su última ofensiva sobre la sierra de Cavalls, la artillería franquista utilizó 9.000 toneladas de munición y 8.000 toneladas la aviación, lo que representaba un impacto cada cinco metros. La recogida de hierro duró hasta 1959, cuando el bajón de los precios de los metales lo hizo inviable, aunque el hallazgo de explosivos todavía se produce hoy. Actualmente se avisa a las autoridades para que procedan a retirarlos.

Durante 60 años, la gente de estas comarcas intentó olvidar la barbarie y la destrucción causadas por la batalla. La mayoría de las personas intentaban no pensar o darle la espalda. Esta actitud puede entenderse fácilmente analizando la dura represión que hubo en el territorio, ya sea republicana o franquista. Sin embargo, con el paso de los años fue surgiendo el convencimiento por parte de algunos vecinos de la comarca de la Terra Alta de que esta memoria de Cataluña y sobre todo de las Terres de l'Ebre debía recuperarse.


Fuente → sapiens.cat

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