Culpables por la revolución
Culpables por la revolución
Manel Barriere Figueroa

 

Dice la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso que la culpa de la huelga de sanitarios por el caos en las urgencias madrileñas es del activismo y de algunos médicos y médicas afiliados a partidos políticos con intereses propios. Cuesta decidir qué parte de esta afirmación resulta más indignante y perturbadora. El periodismo debería bastar para contar sin censuras ni sesgos ideológicos el porqué de esta y otras huelgas. Más complejo resulta comprender que en una democracia, un cargo electo señale ciudadanos y ciudadanas libres por participar activamente en las instituciones políticas de los ámbitos que atañen a su actividad laboral. Solo bajo una dictadura se puede ser culpable por activismo.

Para comprender cómo un cargo electo ha llegado a este punto no basta el periodismo, hace falta un relato más complejo, completo y profundo. Relato o relatos a contrapelo de la historia oficial, aquella que, se dice, escriben los vencedores, aquella que nos habla de los grandes personajes y los acontecimientos más relevantes, señalados paradójicamente, y a modo de tautología, de históricos.

El activismo político tiene sus tradiciones, y por tanto, también su historia. Coincide y se solapa con la historia misma de la democracia, pues la democracia existe y ha existido gracias a la participación política de la gente de abajo, que cuando se ha visto en la necesidad de defenderla, ha hecho de su activismo un motor de progreso social.

Momento clave en esta historia es la Guerra Civil, y la revolución desatada en nuestro país después del golpe militar del 18 de julio de 1936. Es una tradición rota. La desmemoria de mucho de lo que ocurrió entonces, una desmemoria impuesta después de la guerra durante más de cuarenta años, el posterior revisionismo de los hechos, también las mentiras y calumnias perpetuadas hasta nuestros días, son algunas de las causas de las palabras de Ayuso, de su condición de posibilidad.

Andy Durgan es un historiador que lleva años recuperando parte de esta historia, la historia del activismo político en las organizaciones obreras antes y después del golpe militar. Su último libro, recién publicado, se titula Voluntarios por la revolución, la milicia internacional del POUM en la Guerra Civil española. Es el relato, o relatos, de un aspecto muy concreto de la contienda, pero necesario para comprender y comprendernos hasta nuestros días.

El libro tiene esta vocación, dándole la vuelta a algunos de los procedimientos habituales de la historiografía. Es la vida, las motivaciones y las acciones de más de trescientos voluntarios y voluntarias que vinieron de varios países del mundo a luchar contra el fascismo en las milicias del POUM, lo que permite al autor transitar por la revolución y la guerra desde diferentes puntos de vista, el militar, el político, el ideológico. Los acontecimientos relevantes que dan sentido al conjunto, desde la disolución de las milicias y la creación del Ejército Popular hasta el asesinato de Andreu Nin, llegando a los campos de concentración y la participación de muchos de los supervivientes en la resistencia al nazismo, se analizan a partir de la acción consciente de una pequeña parte de la clase trabajadora internacional.

La obra constituye un gran fresco de época y a su vez un anti-Ayuso, porque sitúa a la gente de abajo, trabajadores, trabajadoras, militantes activos en partidos políticos de la izquierda, como protagonistas absolutos de una lucha por la democracia y la libertad ignorada, borrada del imaginario político de la sociedad española contemporánea. A partir de un ingente trabajo de investigación manejado con meticulosidad y rigor, el libro consigue elaborar un discurso no exento de controversia. Porque los voluntarios y voluntarias del POUM fueron también señalados y culpabilizados por su defensa de la revolución, no por Franco o Millán-Astray, antecedentes de Ayuso, sino por el estalinismo, cuya influencia en el gobierno de la República fue creciendo a medida que avanzaba la guerra.

La historiografía no sirve para plantear hipótesis sobre lo que podría haber sido y no fue, pero sí puede reivindicar los hechos concretos cuando han sido olvidados, tergiversados o sepultados con mentiras perpetuadas a lo largo de los años. Es a través de la vida de los protagonistas, voluntarios y voluntarias por la revolución, culpables única y exclusivamente de defenderla, como mejor emerge una verdad capaz de arrojar luz sobre el presente, como los médicos, médicas y demás personal sanitario de Madrid, desde su activismo político y sindical, ponen en evidencia el desastre de la gestión de Ayuso.

La historia a contra pelo, la historia de la gente de abajo, como demuestra el libro de Andy Durgan, es la tradición que nos alcanza desde el pasado para empujarnos hacia el futuro.


Fuente → poderpopular.info

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