Uno de los autocares Dodge comprados por Franco para hacer las «Rutas de Guerra Civil», frente a la Catedral de Oviedo. Con ellos paseaban a turistas por los lugares de combate, incluso antes de terminar el conflicto. BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA. La Voz de Asturias.
Más de 8.000 visitantes extranjeros participaron en las Rutas Nacionales de Guerra, una campaña de propaganda de la sublevación. Ver artículo del Blog de 02-10-2021: "Propaganda de Vencedores"

Uno de los 20 autobuses comprados en Estados Unidos por la España de Franco para transportar a los viajeros Archivo General de la Administración (AGA). elDiario.es.
Tres
semanas antes de su puesta en marcha, el 7 de junio de 1938 el ministro
del Interior, Prensa y Propaganda, Ramón Serrano Suñer, hacía el
anuncio ante la prensa. “La España del Generalísimo Franco
invita a todos los ciudadanos de los países civilizados a recorrer la
Ruta del Norte a partir del primero de julio”. Así, tal y
como estaba previsto, a principios de mes se inauguró el primero de los
itinerarios planificados, el que partiendo de Irún recorrería ciudades
como San Sebastián, Bilbao u Oviedo. Eran las llamadas Rutas Nacionales
de Guerra, el producto turístico estrella de los franquistas durante la
Guerra Civil.
Agencias y agentes de viajes extranjeros interesados en las Rutas de la Guerra o contactados por el Servicio Nacional de Turismo durante la Guerra Civil. Datos de 1938. elDiario.es. Aún
no había acabado la contienda, pero en las zonas que ya controlaba el
bando sublevado, que se había levantado en 1936 contra la legalmente
establecida II República, se pusieron en marcha viajes organizados
fundamentalmente dirigidos a población extranjera. Impulsadas por el
recién creado Servicio Nacional de Turismo, dependiente de Serrano Suñer
y con el abogado y periodista Luis Antonio Bolín al frente, las rutas
combinaban ciudades de atractivo turístico y lugares simbólicos para los
nacionales. El gobierno de Burgos ideó cuatro: la del Norte, la de
Andalucía, la de Madrid y la de Aragón, pero solo las dos primeras
llegaron a funcionar antes de abril del 39. Para ello, se erigió todo un
sistema basado en acuerdos con agencias de viajes y bancos europeos que
ha detallado el historiador Carlos Larrinaga en un artículo
recientemente publicado en la revista Ayer. “Buscaban dar a
conocer lo que ellos estaban llamando la España de Franco y presentar
esas zonas como lugares de orden en las que había prosperidad y
abundancia. Claro que los turistas venían en condiciones muy
determinadas, no podían salirse del grupo, solo atendían a las
explicaciones de los guías, todo estaba concertado y no veían la
realidad de la gente común”, afirma el experto. Las intenciones quedaron claras en el decreto que las reguló: “Visitar
los lugares más relevantes de aquella gloriosa etapa de la Cruzada
[...] servirá de inteligente propaganda de la causa y ayudará a la
obtención de divisas extranjeras”, rezaba el texto.
15 guías para justificar el golpe de Estado
La
Ruta de la Guerra del Norte contaba con dos itinerarios, el principal
partía de Irún y llegaba hasta Oviedo parando en San Sebastián, Bilbao,
Santander, Gijón y otros lugares como Laredo, Santillana del Mar o
Covadonga. En total, eran 1.101 kilómetros durante nueve días de viaje
con un precio de 400 pesetas, según detalla Larrinaga en la
investigación. El otro recorrido del norte salía de Tuy y atravesaba las
Rías Baixas, Santiago de Compostela, Lugo, Oviedo y Santander. La de
Andalucía, que comenzó a funcionar en diciembre, recorría Algeciras,
Málaga, Granada, Córdoba, Sevilla, Jerez y Cádiz y costaba 490 pesetas.
El balance, tras un año y medio de funcionamiento, da cuenta de que en
las rutas habían participaron 8.060 visitantes, mientras que la
liquidación “dejó unos beneficios de 7.000.000 de pesetas,
casi siete veces el presupuesto inicial que se había invertido para su
puesta en marcha”, cifra Correyero. Por su parte, las
rutas de Madrid y Aragón no llegaron a desplegarse y, con el fin de la
guerra, todas pasaron a formar parte de las rutas nacionales de España,
ya sin el marcado carácter bélico.

Folleto en italiano para promocionar las Rutas Nacionales de Guerra Servicio Nacional de Turismo. elDiario.es. “Eran
rutas en las que todo estaba incluido, los visitantes habían contratado
el paquete con las agencias en sus países de residencia, no podían
acceder por su cuenta, y venían a restaurantes y hoteles con los que
previamente se había llevado a cabo un acuerdo”, explica Larrinaga, que en su investigación cita algunos de los alojamientos en los que se quedaban los turistas, “los mejores, para que dieran esa buena imagen que buscaba el régimen”,
como el hotel María Cristina o el Continental en San Sebastián, el
Carlton en Bilbao o el histórico Hotel Real en Santander. La
organización de las rutas había requerido también la puesta en marcha de
un sistema de guías especializados, autobuses que transportaran a los
viajeros y la reconstrucción de las carreteras y puentes por los que
circularían. El 20 de mayo de 1938 el Boletín Oficial del Estado
publicaba el concurso de 15 plazas de guías e intérpretes, que
acompañaban a los turistas durante todo el recorrido y “les ofrecían un relato perfectamente elaborado para legitimar el alzamiento nacional”,
explica Correyero. Sin embargo, guía no podía ser cualquiera, como
explica la experta: “Como primer requisito los aspirantes debían
presentar un certificado de "Lealtad al Glorioso Alzamiento
Nacional" expedido por el Delegado de Orden Público, no haber sufrido
condena ni haber sido procesados y realizar un examen, además de en
español, en otros dos idiomas".

Parte del folleto que editó el Servicio Nacional de Turismo para promocionar la Ruta del Norte. elDiario.es.
Eran temas referidos al alzamiento, la guerra y aspectos turísticos, así como nociones de geografía e historia. "En
caso de igual puntuación, se daba preferencia a los mutilados de la
contienda y a los combatientes con más de seis meses en el frente".
La versión franquista de la guerra y la sublevación militar alcanzó los
detalles más simbólicos de las rutas. Fue el caso de los 20 autobuses
comprados en Estados Unidos a Chrysler para transportar a los pasajeros y
que fueron bautizados con el nombre de las principales batallas
libradas durante la Guerra Civil, entre ellas Belchite o Alcázar de
Toledo. Cuenta Correyero que las denominaciones se mantuvieron hasta
1947, cuando se cambiaron por otras referencias como Picos de Europa o
Roncesvalles. “El mantenimiento se subcontrató a una empresa
privada muy conocida que había sido creada en 1923: Automóviles Luarca
S.A (ALSA)”.

Uno de los primeros ACLO que se incorporaron a la flota de ALSA captado en Ribadeo hacia 1948. Las tuberías alrededor del techo son del sistema de gasógeno utilizado para alimentar el motor en la etapa de escasez de combustibles de la posguerra civil española (…). Saber más… motorscopio. La puesta en marcha del engranaje europeo
Todas
las gestiones internas se complementaron con un plan en el exterior
diseñado por Bolín. Si a las rutas debían acudir el mayor número de
turistas extranjeros posibles, qué mejor que iniciar una gira de
contactos para vender el producto. Fue un hombre afín, el ingeniero
industrial Laureano de Armas, el que por orden de Bolín se encargaría de
viajar a Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, Suiza e
Italia para establecer contactos con agencias y bancos. En la práctica,
las rutas eran viajes intermediados, es decir, el cliente debía
contratarlo en una agencia de viajes. Estas se llevaban el 15% del
precio de cada billete, detalla la investigación de Larrinaga, que ha
accedido a la correspondencia mantenida por el Servicio Nacional de
Turismo (SNT). El funcionamiento era el siguiente: las agencias “retiraban
los cupones pertenecientes a cada viaje de los bancos” con los que el
SNT había concertado el servicio y, a cambio, estos “recibían un pequeño
porcentaje”. Después, las entidades, “remitían” el dinero de la venta al Banco Bilbao de Londres, que posteriormente llegaba al Estado.

Visitantes en Vizcaya, durante uno de los viajes de la Ruta del Norte en 1938 Biblioteca Nacional (BNE). elDiario.es. Entre
las entidades financieras que Larrinaga ha identificado se encuentran
Société de Banque Suisse, Deutsche Bank, Société Générale de Belgique o
el Banco Espírito Santo portugués. El investigador le ha seguido también
el rastro a las agencias de viaje, la mayoría de Francia, Gran Bretaña o
Bélgica, países paradójicamente hostiles al régimen franquista, pero
que “eran los principales emisores de turistas” antes de la guerra, por lo que “no es extraño que quisieran volver a situarse en el mercado”.
Hubo agencias participantes como Tomas Cook & Son o la francesa
Voyages Lubin y otras que nunca habían operado en España, como la Union
Belge de Tourisme de Bruselas. En el grupo de compañías que se
manifestaron claramente a favor del régimen franquista Larrinaga sitúa a
la danesa Oversøisk Passagerbureau o Les Beaux Voyages de Burdeos,
mientras que algunas otras, como la Office de Tourisme et d’Expansion
Française de París, se mostraron especialmente interesadas en los puntos
de carácter religioso de las rutas, como Covadonga. A ellas se sumó una
empresa española que, según Larrinaga, “llegó a desempeñar un papel importante en el impulso y la organización” de las rutas. Era Viajes Cafranga de San Sebastián, cuyo propietario, Eusebio Cafranga “se había unido a la sublevación desde el primer momento”.

Ante las puertas de la Catedral. España en 1938. Además de hacer propaganda, captaba divisas. La Biblioteca Nacional custodia fotografías de los viajeros llegados en autocares a Gijón, Oviedo y Covadonga (…). Saber más… El Comercio.
También en la capital de Gipuzkoa operaba Wagons-Lits Cook, que también tuvo un rol clave en los itinerarios. “No es extraño, por tanto, que estas y algunas otras agencias se vieran beneficiadas después por el régimen”, apunta el investigador. La conclusión de Larrinaga es que las rutas no movilizaron a demasiada gente, pero sí supusieron “cierta vida para algunas empresas, hoteles y restaurantes”. Y sirvió, sobre todo, para los fines propagandísticos con los que fueron concebidas. “Las personas que venían iban a hablar bien del régimen que se estaba implantando”,
añade. Iban a volver a sus países convencidos de que esa guerra contra
el régimen legalmente establecido de la II República que inauguró 40
años de violencia y represión era, como insistían los propagandistas del
régimen, necesaria.

Un grupo de turistas de las rutas nacionales, durante una visita a Oviedo en 1938. Marqués Sta. Mª del Villar / Biblioteca Nacional. Saber más… El País.
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