¿Por qué la educación sexual ruboriza a la extrema derecha?
¿Por qué la educación sexual ruboriza a la extrema derecha?
Clara Martínez Hernández 
 
La extrema derecha ha puesto a la educación sexual en su punto de mira porque está íntimamente relacionada con la defensa de la igualdad, de la diversidad corporal, sexual y de género, y de los derechos sexuales y reproductivos. Como herramienta de transformación social es urgente consolidarla en el currículum educativo 

Conectadas con la derecha global, en los últimos años asociaciones como Los niños son intocables, Abogados cristianos, Profesionales por la ética o Género y libertad, encabezadas por VOX y acompañadas intermitentemente por el oportunismo de PP y Ciudadanos, no cesan de volcar en los medios de comunicación discursos que ponen en jaque la coeducación y la débil educación sexual que se imparte en los centros educativos. 
 
Estos discursos enarbolan el “pin parental”, denunciando una intromisión de la esfera pública en el ámbito privado. En otras palabras, se oponen a que la escuela pública promueva la igualdad y los derechos fundamentales de las personas mediante un mecanismo de censura parental. En su estrategia de crispar el clima político, se han valido sin ningún pudor de la tergiversación, la manipulación, de fábulas y fakes news, lanzando acusaciones como que este tipo de acciones educativas promueven la feminización de los niños, la homosexualización del alumnado, la erotización de la infancia y la pederastia. El “pin parental” está cargado de la misma función con la que los sectores conservadores crearon la llamada “ideología de género”: despertar el miedo para rascar votos en aquellas dinámicas electorales que se mueven más a partir de la manipulación emocional que de los argumentos.  
 
Para comprender mejor por qué la extrema derecha ha puesto la educación sexual en su punto de mira es necesario entender que la educación sexual está íntimamente relacionada con la defensa de la igualdad, de la diversidad corporal, sexual y de género, y de los derechos sexuales y reproductivos. Estas bases definen la educación sexual como un proceso para aprender a relacionarnos sexual y afectivamente desde los cuidados y la igualdad, y lleva implícito que todas las personas deben poder disfrutar de todos los derechos.

Es necesario entender que la educación sexual está íntimamente relacionada con la defensa de la igualdad, de la diversidad corporal, sexual y de género, y de los derechos sexuales y reproductivos

Es interesante señalar que este tipo de asociaciones no se oponen a la promoción de la salud sexual (siempre que sea heterocentro y no hable de protección en prácticas más allá del coito, ni de placer, ni de masturbación). Defienden la prevención de embarazos no planificados y de infecciones de transmisión sexual, pero no la educación. ¿Por qué? Porque la educación sexual pone en cuestión los valores tradicionales y es aquí donde sabemos que emergen los malos olores conservadores. Que la sexualidad se asocie al placer y no a las cuestiones reproductivas, que el deseo y la atracción no sean condiciones estáticas, que la biología no sea un destino, y que el género nos haya permitido entender que la sociedad la construimos entre todas las personas y que lo que construimos también podemos cambiarlo, es algo que ruboriza el extremo en la extrema derecha. La tradición que se cree intocable se siente amenazada y se reviste de verdades absolutas para naturalizar las normas sociales sobre el sexo, el género y la sexualidad, y de paso, las desigualdades, discriminaciones y violencias que viven cotidianamente quien no se ajusta a ellas . Como dice la investigadora en movimientos antigénero en España, Mar Venegas, si existe reacción es porque algo estamos haciendo bien.

La educación sexual es una herramienta muy potente de transformación social, entre otros, porque sabemos que la sexualidad es un elemento de organización social que jerarquiza cuerpos y deseos

Y es que la educación sexual es una potente herramienta de transformación social. Por muchos motivos, pero entre otros, porque sabemos que la sexualidad va más allá de nuestras vivencias individuales de placer y de intimidad, es un elemento de organización social que jerarquiza cuerpos y deseos. La educación sexual nos permite subvertir estas dinámicas de poder y andar hacia la justicia erótica, es decir, como nos propone vale floras, “caminar hacia la construcción de entornos sociales en los que la violencia, el estigma o la discriminación no tengan cabida y sean el placer, el consentimiento, la satisfacción y el deleite los principios rectores de la sexualidad”.

Sin embargo, el cambio no es fácil, todavía encontramos bloqueos institucionales y políticos para hacer realidad una educación sexual integral. El eterno debate entre incorporar una asignatura específica o impulsar la educación sexual en los currículos escolares, finalmente, se saldó con la apuesta por la transversalización. Aunque diferentes leyes proponen referencias legales esenciales para su implantación, su aplicación práctica es, de momento, testimonial.

Frente a la lógica liberal, es urgente consolidar la igualdad, la diversidad sexual y de género y los derechos sexuales y reproductivos en el currículum educativo

En el contexto catalán, en 2020, despega el programa “Coeduca't”, con el que, por fin, la alianza entre educación sexual y coeducación parece afianzarse y es un primer paso para la estabilización de los contenidos del educación sexual en el currículum educativo. Sin embargo, para la materialización de este programa voluntario para los centros educativos es imprescindible aumentar la formación específica del profesorado, conseguir una mayor implicación de toda la comunidad educativa y una mejora en las condiciones de trabajo (el profesorado está desbordado porque las plantillas son insuficientes, las ratios muy altas y existe sobrecarga de trabajo burocrático y un largo etcétera).

De momento, la realidad que observamos en los centros es de enorme variabilidad y escasa sistematización de las acciones en educación sexual. Por lo general, los centros delegan la educación sexual a un agente externo. Esto comporta que el profesorado no se sienta responsable de incorporar la educación sexual, considerando que es responsabilidad de las personas que nos trasladamos al centro educativo. Este modelo, además de poco eficaz, al tratarse de acciones puntuales, contribuye a que la comunidad educativa se convierta en usuaria de servicios externalizados. En la lógica liberal, cuando las personas somos usuarias podemos cuestionar los servicios que contratamos y decir, por ejemplo: "con mis hijos no te metas", una lógica muy presente en los discursos conservadores. Frente a esta lógica, urge consolidar la igualdad, la diversidad sexual y de género y los derechos sexuales y reproductivos en el currículo educativo. Es responsabilidad de la administración pública implementar la educación sexual, formar al profesorado, realizar el seguimiento necesario y evaluarla adecuadamente, para que, acabada la Educación Secundaria Obligatoria, las personas jóvenes dispongan de estrategias para tomar decisiones sobre sus sexualidades, elegir las que mejor se adapten a sus contextos y poder vivir sexualidades más seguras y más placenteras.


Fuente → directa.cat

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