Inspirado en los estomagantes y ultraderechistas anuncios de Securitas Direct,
que no se cortan un pelo a la hora de jugar con nuestro miedos -y
parece que no pararán hasta conseguir llenar el país de alarmas
caseras-, se me ocurrió hace unos días lanzar un tuit donde afirmaba que las derechas siempre han jugado con el miedo de la gente para conseguir sus objetivos, sean estos comerciales o políticos.
Ya
pueden cansarse los jueces especializados en el asunto de desenmascarar
estas artimañas que da igual. El discurso que las derechas pretenden
hacer calar, tan malintencionado como falso, es que si bajas a comprar
el pan y dejas la casa sola, al volver te puedes encontrar, pobre de ti,
que la han okupado unos intrusos y más te vale darte por
jodido. Eso por negarte a poner una alarma, rácano, que eres un rácano.
No digamos ya en la segunda vivienda, a la que “abandonas” largas
temporadas, ¡ay de ti como se te ocurra no protegerla “con una alarma
que permite a un propio acudir en seguida si esta salta y dar parte
rápidamente a la policía”!
Todas las veces que se denuncie esta desvergüenza serán pocas. Decidí pues escribir aquel tuit en el que decía textualmente: “Meter
miedo es una opción a la que las derechas suelen recurrir de manera
habitual, bien sea para vender alarmas, bien para ganar votos… Es burdo,
pero van con ello”.
A juzgar por los ataques
en tromba que no tardé en recibir, vi con claridad que debí haber ver
tocado alguna fibra bastante sensible. Sin duda había pisado un callo
serio y alguien o álguienes decidieron que tamaña osadía no se podía tolerar, así que empezaron a bombardearme sin molestarse en disimular que lo hacían de manera coordinada.
Más de un centenar de bots, o trolls,
o como quiera que se les llame, intentaron contra argumentar
recurriendo a un spot electoral de hace más de treinta años en el que
los socialistas comparaban al PP con un doberman. "Eso sí que era meter miedo", afirmaban, como si yo estuviera defendiendo al PSOE con mi reflexión en redes. Por otra parte, decenas de cuentas anónimas me hicieron el honor de hurgar en mi time line
hasta que “descubrieron” algún tuit en el que yo avisaba del peligro
del fascismo cuando este se instala en el poder. Uno de ellos, en el que
tras la formación de gobierno en Castilla y León se advertía del riesgo
del efecto dominó, fue inmediatamente elevado a la categoría de zasca por centenares de hooligans que celebraban que alguien me diera “mi merecido”. Es decir, reconocían que el fascismo mete miedo para acusarme a mí de meter miedo.
Otros
muchos recurrieron directamente a los insultos más irreproducibles
obligándome a emplear un largo tiempo en bloquearlos. Cuando escribo
estas líneas aún no tengo claro si lo que desató tamaña furia fue mi
alusión al miedo que intentan meter los anuncios de alarmas caseras o la
denuncia de ese empeño en asustarnos que caracteriza a la derecha
cuando busca caladeros en los que pescar votos. Claro que igual es que
ambas cosas están más relacionadas de lo que parece.
La derecha española, tan heredera ella de sombríos usos y costumbres que permanecen en su adn
es una derecha inquietante que, además de quitar libertades, entre sus
prioridades no figura precisamente luchar contra las injusticias o la
desigualdad. La derecha mete miedo, claro que sí, porque intenta
acojonarnos para mantener así la preponderancia de unas ideas que sabe, o
al menos sospecha, tienen fecha de caducidad. Quizás sea esa la razón por la que salen en tromba a neutralizar en redes cualquier osadía que los desnude. A ellos y a sus conexiones con infames intereses comerciales.
Me
preocupa mucho la política de terror subyacente -a veces explícito- que
existe en los anuncios de alarmas domésticas. Tengo amigos que son
cámaras de televisión que están hasta las narices de cubrir presuntas
informaciones relacionadas con el fenómeno okupa, del que hay
que sacar petróleo como sea para así alimentar y reforzar las tesis de
las empresas de alarmas que se gastan un pastizal en publicidad. Hay
reporteros que empiezan a rebelarse cuando les piden que se metan en
determinados berenjenales donde se juegan literalmente el tipo.
En
los platós la cosa parece más complicada y ahí tenemos el papelón de
algunos conductores de programas intentando enmendarle la plana hasta a
los jueces especializados, como decíamos al comienzo. “Llevo
diez años dedicándome a esto y le puedo asegurar que el número de casas
habitadas que son víctimas de ocupación es prácticamente nulo", afirma el juez. “¿Está usted seguro de lo que dice?”, osa replicarle sin pudor el paniaguado de turno. Como decía Groucho Marx, “¿acaso se atreve usted a creer más en lo que ven sus propios ojos que en lo que yo le estoy diciendo?”.
Bien
sea por intereses comerciales, bien por razones políticas, lo que
parece claro es que a las derechas les hace bastante pupa que
denunciemos su infame táctica de meterle el miedo en el cuerpo al
personal para conseguir sus oscuros objetivos. Habrá pues que continuar
en la pelea.
Fuente → lascargaeldiablo2.blogspot.com
No hay comentarios
Publicar un comentario