La desigualdad y el fascismo

La desigualdad y el fascismo
Eduardo Montagut


Según el fascismo solamente una minoría podía gobernar, al partir del postulado de la desigualdad entre los hombres, frente al postulado liberal y democrático que parte de la igualdad ante la ley.

En estos tiempos donde la desigualdad social está llegando a una dimensión que nos hace regresar a épocas pasadas que creíamos superadas, también están regresando o rebrotando las tentaciones xenófobas, racistas, machistas y homófobas. Conviene analizar algunos orígenes de estas ideas. En el fascismo encontraremos algunas pistas, siguiendo con esta serie sobre el centenario de la llegada al poder del primer fascista en la Historia, es decir, a partir de la Marcha sobre Roma en el otoño de 1922.

Según el fascismo solamente una minoría podía gobernar, al partir del postulado de la desigualdad entre los hombres, frente al postulado liberal y democrático que parte de la igualdad ante la ley. La democracia fue denostada por el fascismo por muchos motivos; en el que aquí nos ocupa se refiere a que este sistema político reconocía los mismos derechos a todos los ciudadanos, por lo cual debe ser desechada. Las elecciones eran una “falacia democrática” en expresión de Mussolini. El número no podía gobernar un estado.

La desigualdad de los seres humanos no sólo tendría consecuencias en el gobierno de los estados, sino que presentaba otras dimensiones. En primer lugar, se desvalorizaba a la mujer. Las mujeres tendrían misiones en la vida pero nunca las relacionadas o vinculadas con la política o con el ejercicio profesional fuera del ámbito doméstico. Los nazis establecieron el modelo de las denominadas tres K: Kinder, Küche, Kirche, es decir, niños, cocina, iglesia. Las mujeres debían estar subordinadas al hombre, al marido. Estas ideas fueron las que imperaron en el franquismo en su legislación hasta el final de su existencia.

Otra de las consecuencias de la idea de desigualdad tiene que ver con el triunfo del racismo. Habrá pueblos superiores, como el italiano según Mussolini, o los arios frente a judíos, gitanos y eslavos del nazismo. De sobra son conocidas las dramáticas consecuencias de esta defensa de la superioridad de unos pueblos sobre otros.

En resumen, podemos recoger la siguiente frase de Ebenstein:

«En el código fascista, los hombres son superiores a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros del partido a los que no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles, y los vencedores en la guerra a los vencidos».


Fuente → nuevarevolucion.es 

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