
En
la mencionada sentencia, que se hizo pública el 4 de julio, el Juzgado de lo
Contencioso-Administrativo número 2 de Pamplona estimaba el recurso presentado
por la Asociación de Abogados Cristianos, y paralizaba de manera cautelar la
retirada de la cruz emplazada en el Paseo de las Ramblas de Corella.
Aprobada
durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, la Ley de Memoria Histórica de 2007 establecía
en el Artículo 15: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus
competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos,
insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación,
personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la
represión de la Dictadura (…)”.
Además
el Artículo 35 del Proyecto de Ley de Memoria Democrática, aprobado por el
Congreso el 14 de julio de 2022 (y que continúa en tramitación) determina: “Se
consideran elementos contrarios a la memoria democrática las edificaciones,
construcciones, escudos, insignias, placas y cualesquiera otros elementos u
objetos adosados a edificios públicos o situados en la vía pública en los que
se realicen menciones conmemorativas en exaltación, personal o colectiva, de la
sublevación militar y de la Dictadura (…)”.
Sin
embargo, la iniciativa Debería desaparecer,
promovida por la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras y con una
subvención del Ministerio de la Presidencia, presentó el 4 de julio un mapa
interactivo digital y base de datos con el siguiente balance: 5.596 símbolos
del franquismo continúan “de forma ilegal” ocupando espacios públicos y
privados (4.391 placas; 579 denominaciones de calles; 290 lápidas e
inscripciones conmemorativas; 228 monumentos y conjuntos monumentales; 102
escudos y relieves; y 6 nombres de localidades).
Entre
la decena de monumentos con una altura superior a los 20 metros figuran, además
del Valle de los Caídos, la Pirámide de los italianos: mausoleo fascista de
1939, localizado en la provincia de Burgos y propiedad del Estado de Italia; el
edificio “Navarra a sus muertos en la cruzada”, ubicado en Pamplona; el
monumento conmemorativo de la Batalla del Ebro en el municipio de Tortosa
(Tarragona), que el dictador inauguró en 1966; o el dedicado al crucero
Baleares en Palma de Mallorca.
Respecto
al significado y estética de estas obras, “la cruz fue el elemento principal,
como símbolo que subrayaba el carácter de ‘Cruzada’ y como garante de la
redención de la nación y del paso a la eternidad de sus hijos que la habían
salvado. Esto explica la elección de un estilo monumental y clasicista; se
vinculaba así el franquismo con la edad de oro imperial”, subraya el
historiador Miguel Ángel del Arco Blanco en el libro Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la guerra
civil española (1936-2021), editado en abril por Crítica.
Miguel Ángel del Arco es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Granada y coautor de Los “años del hambre”. Historia y memoria de la posguerra franquista; y Esta es la España de Franco. Los años cincuenta del franquismo (1951-1959),
entre otros títulos. “En el Valle de los Caídos reposa, todavía hoy
casi intacta, la memoria oficial del franquismo sobre la guerra”, afirma
en el volumen de Crítica.
Del
Arco resalta la preferencia de la dictadura por las cruces de piedra y grandes
dimensiones, con independencia del tamaño de las poblaciones. Con datos del
Archivo General de la Administración, de 1940 y 1942, menciona los ejemplos de
Valencia: una cruz de 13,5 metros de altura; en el caso del municipio de
Portillo de Toledo, con menos de 2.000 habitantes, la cruz proyectada tenía una
altura de cinco metros; y de 5,20 metros la de Villaprovedo (Palencia).
Respecto
a la importancia de los emblemas y escudos nacionales,
el investigador apunta la respuesta de las autoridades franquistas de Madrid a
un proyecto remitido desde el municipio de Haro (La Rioja), en 1940: “Los
símbolos de la Patria no pueden estar ausentes y deben ser colocados en sitio
preeminente: Escudo de España y emblema de Falange Española Tradicionalista y
de las JONS compuesto por cinco flechas enyugadas”.
La
leyenda adjunta a los monumentos rezaba Caídos
por Dios y por España, grabada en el mármol o piedra, y en muchas de las
lápidas se agregaba la expresión ¡Presentes!
La nómina de los llamados caídos empezaba
con el dirigente fascista José Antonio Primo de Rivera, a la que seguían los de
cada municipio, como en la cruz de Aniñón (Zaragoza). El libro de Crítica incluye
fotografías de estas lápidas, por ejemplo la inaugurada en Santoña por el
falangista y gobernador civil de Santander, Carlos Ruiz García (1939-1941).
El
ejército golpista ocupó Barcelona en enero de 1939; el ministro de la
Gobernación y filonazi conocido como
el cuñadísimo, Ramón Serrano Suñer,
anunció la “incorporación moral” de Cataluña a España, recuerda Miguel Ángel
del Arco Blanco (en junio Serrano Suñer visitó la capital catalana, donde
inauguró el Altar de los caídos y
visitó grandes empresas de la zona). Entre la avenida Diagonal y el Paseo de
Gracia se construyó un monumento a la “Victoria”, de 1940, con la siguiente
dedicatoria: “A los heroicos soldados de España que la liberaron de la tiranía
rojo-separatista. La ciudad agradecida”.
El
historiador dedica el último capítulo del libro a las “batallas por la memoria”,
con un hito en 2000; en octubre de ese año se exhumaron los restos de 13
civiles republicanos de una fosa común en el municipio de Priaranza del Bierzo
(León). Fueron asesinados por pistoleros falangistas en 1936; los trabajos
arqueológicos y de desentierro constituyeron el germen de la Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).
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