
Este
artículo tiene como objetivo rescatar del olvido a alguien como Enrique
Álvarez López (1897 – 1961) que sufrió bajo la dictadura franquista el
llamado “exilio interior”. No se trata ciertamente de un caso aislado
sino de una extendida práctica que aplicó un régimen que hasta hoy ha
gozado de una oprobiosa impunidad y que la debatida Memoria Democrática
pretende reparar (1). Como alumno suyo en el instituto de Enseñanza
Media Cervantes de Madrid, era desconocedor de esta circunstancia de
exclusión si bien dejó en mí entonces una profunda y viva impresión como
científico, intelectual y ciudadano.
Enrique
Álvarez López nació en Madrid en 1897 (2). En el Archivo Histórico
Nacional (3) figura todo su historial académico desde que en 1907
solicitara su ingreso a los estudios de bachillerato en el Instituto
Cardenal Cisneros de Madrid hasta que obtuvo en 1914 el título de
Bachiller (Sección de Ciencias). En su expediente sólo figuran las
calificaciones de sobresaliente o Matrícula de Honor. En 1918 su
expediente de Licenciatura por la Facultad de Ciencias de la Universidad
Central está igualmente repleto de las máximas calificaciones,
incluidos premios extraordinarios, En 1920 (4) se inscribió como socio
de la prestigiosa Real Sociedad de Ciencias Naturales (5), siendo
presentado por Gabriel Martín Cardoso, catedrático de cristalografía. En
adelante el Boletín de dicha Real Sociedad de Ciencias Naturales
contribuiría decisivamente a su posterior formación científica, algo que
en 1931 desembocaría en la defensa de su tesis doctoral en la Facultad
de Ciencias de la Universidad Central titulada “Los caracteres
zoogeográficos de la herpetofauna ibérica”. Obtuvo la calificación de
aprobado por un Tribunal presidido por Odón de Buen, destacado
partidario de las ideas evolucionistas de Darwin en España.
Docencia, investigación y compromiso social
En
1920 ya figura como catedrático de Historia Natural en el Instituto
General y Técnico de Huesca, donde sobresalían Ramón y Cajal y Joaquín
Costa como destacados ex alumnos del centro. Es probable que su estancia
en Huesca despertara en él un interés temprano por dos eminentes
naturalistas oscenses: Félix de Azara y Martín Sessé Lacasta.
Años más tarde (¿1923?) sacó una plaza de catedrático en Cádiz y allí simultanearía la docencia de Historia Natural, y la dirección del Instituto General y Técnico Columela de Cádiz, con la investigación ya orientada decisivamente hacia la botánica (6). En 1929 publicó su quizás primer libro de texto, “Elementos de Biología”, donde ya anticipaba en España los contornos de la ecología (7). Más adelante veremos en qué medida fue así.
Su compromiso social le condujo un año más tarde a una disputada elección para la presidencia del Ateneo de Cádiz (1930-1932). Fue reñida porque por un voto de diferencia ganó dicha presidencia frente al escritor gaditano José María Pemán, de reconocida trayectoria ultraconservadora. Ya bajo la presidencia (8) de Enrique Álvarez López éste pronunciaría en 1932 una importante conferencia sobre “Félix de Azara, precursor de Darwin” y el 2 de enero de ese mismo año recibiría a Manuel Azaña, entonces Jefe de Gobierno y presidente del Ateneo de Madrid.
En 1932 sería en cambio José María Pemán el que ganara por un voto de diferencia dicha presidencia (9). Resulta relevante recoger esta incipiente rivalidad porque el primer gobierno franquista encargó a la Comisión de Cultura y Enseñanza –presidida por José María Pemán– temas tan sustanciales como las nuevas leyes educativas, reforma de la segunda enseñanza, cierre temporal de Institutos… y las medidas depuradoras de los cuerpos docentes. Un panorama que en absoluto podía considerarse esperanzador.
Antes, con ocasión de las primeras elecciones de la recién instaurada II República, celebradas en 1931, y como adscrito a la Agrupación en Defensa de la República, Enrique Álvarez López fue elegido alcalde por unanimidad por el consistorio de Cádiz (1931-1932). Durante su corto mandato al frente del Ayuntamiento de Cádiz se encargó de sanear las finanzas municipales precisamente cuando la crisis de 1929 ya estaba golpeando duramente las condiciones de vida de sus habitantes y disparando las cifras de paro (10). En Cádiz impulsó también en 1932 la instalación de un monumento para conmemorar el bicentenario del insigne botánico gaditano José Celestino Mutis (1732-1808) en el evocador Paseo de las Palmeras del Parque Genovés.
Ese mismo año anunció su deseo de renunciar a la alcaldía por motivos
profesionales, dado que había ganado una plaza de catedrático de
Ciencias Naturales en Madrid, concretamente en el Instituto de Enseñanza
Media Cervantes.
Los cambiantes años de la Guerra civil y la depuración de los docentes
Enrique
Álvarez López apenas pudo ejercer la docencia y la investigación en
estos años porque el estallido de la Guerra civil supuso la suspensión
de toda actividad docente en el Instituto Cervantes dada su proximidad
al Ministerio del Ejército. Por ello sus docentes fueron trasladados a
dos centros creados en 1934. Primero al Instituto Pérez Galdós (del que
sería director entre agosto de 1938 y enero de 1939) y poco después al
Instituto Lagasca.
A mediados de septiembre de 1936, durante el asedio a Madrid, el edificio del Cervantes fue ocupado por la Federación Universitaria Escolar (F.U.E.) cuya mayoría quedó por ello encuadrada, al igual que los cuerpos docentes, en FETE/ UGT-CNT. Desde abril de 1937 hasta 1939 el inmueble del Cervantes estaría totalmente ocupado por diversas y cambiantes unidades militares.
Al
finalizar la contienda Enrique Álvarez López, al igual que todos los
cuerpos docentes, fue inicialmente expedientado en 1940 con la expulsión
de su cargo de catedrático por la Comisión de Depuración (11), a no ser
que aportara pruebas que le eximieran de la acusación de haber
pertenecido a partidos/sindicatos “marxistas”, haber ostentado cargos
directivos o de confianza de orientación “antiespañola” o ser de la
masonería. En 1941 presentó un recurso eximente ante la Comisión de
Depuración donde indicaba que no formaba parte de ningún partido o
sindicato, que no era masón y que todos los cargos supuestamente de
índole político le habían sido impuestos. El dictamen final de la
Comisión de Depuración fue reintegrarle en el puesto pero
inhabilitándole para ocupar cargo directivo o de confianza. En Madrid se
abrieron nada menos que 2.445 expedientes de depuración en el sector
educativo, de los cuales un 27.5% resultaron condenatorios (12).
Líneas de investigación
Desde 1940, y hasta su fallecimiento en 1961, Enrique Álvarez López
simultaneó sus labores docentes con las de investigador en calidad de
asociado al Jardín Botánico de Madrid. Allí fue jefe de la sección de
Historia de la Botánica y de Ciencias Naturales y secretario de
redacción de los Anales del Instituto Botánico A.J. Cavanilles. Todos
estos Institutos de investigación dependían, provistos de relativa
autonomía, del Consejo de Investigaciones Científicas. Fue nombrado
asimismo socio de honor de la Real Academia Hispano-Americana de
Ciencias, Artes y Letras por sus numerosos estudios americanistas.
Además, desarrolló estudios histórico-botánicos destacando como uno de
los pocos que junto a Cayetano Cortés Latorre y Emilio Guinea
mantuvieron vínculos con los exiliados.
Buena parte de sus publicaciones sobre las Indias debieron ser acogidas con entusiasmo debido al énfasis que el régimen franquista ponía entonces en la exaltación de la labor española en América, unido al sueño falangista de una España imperial. El Consejo de la Hispanidad creado en 1940, y el Instituto de Cultura Hispánica que lo reemplazaría en 1945, fueron sus manifestaciones institucionales más notorias, con ramificaciones en el CSIC.
José Ibáñez Martín, primer presidente del CSIC, dejó claro el ideario de la institución cuando dijo en su discurso inaugural de 1940:
“Queremos una ciencia católica. Liquidamos, por tanto, en esta hora, todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia. […] Nuestra ciencia actual, en conexión con la que en los siglos pasados nos definió como nación y como imperio, quiere ser ante todo católica”.
Llegados a este punto resulta necesario preguntarse si detrás de este
escudo americanista cabía desarrollar ideas evolucionistas frente a las
creacionistas y en qué medida se inscribían las aportaciones
científicas de Enrique Álvarez López dentro de las nuevas tendencias que
acabarían sentando las bases de la biología y la ecología actuales. De
su asistencia a congresos sólo queremos apuntar aquí su participación al
VIII Congreso Internacional de Botánica celebrado en Paris en julio de
1954 y que una de sus últimas contribuciones a la ciencia fue la
organización de la conmemoración del centenario de Alexander Humboldt en
España, realizada en 1959 por la Real Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales.Por último no podemos dejar de mencionar la
importancia que Enrique Álvarez López daba a la difusión del
conocimiento de las ciencias naturales editando libros de texto para los
diversos planes de estudio de bachillerato, desde 1929 en adelante.
Versaban sobre “Elementos de Biología” (1929), “Elementos de Botánica y
Zoología” (1942), “Geología y Citología” (1948), y “Biología y Geología”
(1954), con numerosas reediciones.
Enrique Álvarez perteneció a
una brillante generación de españoles que, tras la guerra, sufrieron
depuración y un prolongado exilio, tanto en el exterior como en el
interior.
Fuente → blogs.publico.es
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