
La idea que habita en el corazón del republicanismo representa un desafío contra las empresas privadas y contra la tiranía estatal: podemos vivir sin los caprichos de un poder arbitrario. Los socialistas democráticos deberían aprovechar las corrientes radicales de esta antigua filosofía.
El concepto de libertad social tiene raíces históricas profundas. Las sociedades de la Antigua Grecia creían que la libertad estaba inextricablemente vinculada a la ciudadanía y a la participación política: la ciudadanía otorgaba una voz fuerte a las personas en los asuntos del gobierno de la ciudad, y esto evitaba el surgimiento de una clase dominante tiránica y también inculcaba en los ciudadanos la virtud cívica necesaria para repeler la dominación de las potencias imperiales. Tener virtud cívica implicaba tener una mentalidad política, un espíritu público y considerar la libertad propia como atada a la libertad de otros ciudadanos.
Esta perspectiva griega de la libertad social como eje de la libertad también fue un rasgo clave del republicanismo romano. La res publica latina, es decir, el espacio público, está en la raíz del término moderno «república».
Pero aunque tanto los demócratas atenienses como los romanos republicanos exaltaban la libertad de la dominación y el poder político de los ciudadanos comunes, no percibían una gran contradicción en proteger con celo sus libertades mientras se las negaban a aquellos que consideraban indignos (sobre todo a los esclavos) y participaban de violentos proyectos de expansión. En Atenas, la ciudad griega no solo dependía del trabajo esclavo, que respaldaba la politiquería de los ciudadanos libres, sino que la misma definición de libertad estaba vinculada con la esclavitud: ser libre era no ser esclavo.
Sin embargo, muchos pensadores posteriores descubrieron núcleos emancipatorios en la tradición republicana. En La guerra civil en Francia, Karl Marx busca respaldo en la teoría republicana para explicar cómo la concentración del poder capitalista en la política limita la libertad y el desarrollo de todos. El teórico político William Clare Roberts argumenta en un libro reciente, Marx’s Inferno: The Political Theory of Capital, que la gran obra del pensador alemán está atravesada por el republicanismo.
Para los socialistas de inclinación republicana como Marx, la libertad social es fundamental a la hora de garantizar otras formas de libertad y de igualdad. Nuestra capacidad para influir en el gobierno nos ofrece protección contra la violación de nuestra autonomía corporal, nos permite exigir la provisión de bienes públicos y alimenta la reflexión ideológica sobre el orden social existente y sobre el orden ideal al que nos gustaría llegar.
Radical Republicanism es un excelente punto de entrada a estos aspectos emancipatorios de la filosofía antigua.
Republicanismo radical
Está claro que todo compilado de ensayos tiene textos que sintonizan mejor con distintos gustos. Pero lo que destaca a Radical Republicanism es que encontré interesantes incluso los ensayos que no estaban en mi línea y todos me hicieron pensar mucho. Es mérito de Leipold, Nabusi y White que el libro se sienta como un todo unificado aun cuando los hilos tiran en distintas direcciones.
En mi opinión, los dos textos más importantes son los de Alan Coffee (teórico político que escribió mucho sobre Mary Wollstonecraft) y Alex Gourevitch (autor del libro de 2014 From Slavery to the Cooperative Commonwealth, que bucea en el republicanismo radical del movimiento obrero estadounidense del siglo diecinueve).
El ensayo de Coffee, «A Revolution in Thought: Frederick Douglas on the Slave’s Perspective on Republican Freedom», nos recuerda que muchas veces fueron los oprimidos los que mejor comprendieron la forma de la libertad social. Douglass insistió en que la república estadounidense requería abolir definitivamente la dominación de los amos sobre los esclavos, primero a través de la eliminación de la esclavitud formal y después de una «revolución radical de todas las formas de pensar que florecieron bajo el infortunio del sistema esclavista». Esta revolución del pensamiento llegaría cuando los exesclavos ejercitaran sus virtudes políticas alineadas con las libertades sociales y erosionaran gradualmente los prejuicios racistas que los oponían unos contra otros. El ensayo de Coffee sugiere que el fin de la Reconstrucción eliminó esta posibilidad antes de que terminara de nacer.
La obra de Gourevitch amerita convertirse en un importante recurso intelectual para los socialistas democráticos que quieren avanzar. Su ensayo en este libro —«Solidarity and Civic Virtue: Labour Republicanismo and the Politics of Emancipation in Nineteehnth-Century America»— describe cómo los obreros radicalizados intentaron nada menos que repensar íntegramente la virtud cívica en los Estados Unidos. Esto implicaba fomentar el orgullo en los barrios obreros y destacar las contribuciones de la clase obrera a la sociedad, y muchas veces esto empalmaba con el proyecto político de democratizar el Estado, la economía y las relaciones sociales.
Los Caballeros del Trabajo, escribe Gourevich, quisieron forjar una «política de solidaridad» y de virtud cívica que las generaciones siguientes subestimaron. Tal vez la lección más importante para la izquierda contemporánea sea que la política socialista requiere mucho más que una alternativa a gran escala opuesta al statu quo. Exige que pensemos cómo nos relacionamos unos con otros y creamos instituciones centradas en colocar la solidaridad por sobre la competencia.
Un compilado rico
Desafortunadamente, Radical Republicanism presta poca atención a ciertos temas. No incluye prácticamente nada vinculado a la emancipación de las mujeres, y esto es una lástima dado que muchas de las teóricas de la libertad social de los siglos veinte y veintiuno surgieron de, o al menos encontraron inspiración en, la tradición feminista (Wendy Brown, Seyla Benhabib y Nancy Fraser, por mencionar las primeras que me vienen a la cabeza). En el otro extremo del espectro, no hay menos de tres ensayos (buenos) sobre el republicanismo francés y el radicalismo. Incluir más ensayos como el excelente capítulo del radicalismo otomano de Banu Turnaoğlu habría inclinado más a Radical Republicanism en dirección al internacionalismo.
Pero estas críticas son menores cuando se las considera en relación con las múltiples virtudes del libro. Dos áreas en particular resultan de utilidad para el movimiento socialista contemporáneo. En primer lugar, el republicanismo conduce nuestra atención hacia el vínculo estrecho entre la libertad social y las virtudes cívicas. Esto es importante porque la izquierda tiende a subestimar las últimas. Incorporar los ideales republicanos en el léxico de la izquierda podría permitirnos aprovechar el lenguaje de la virtud y de la participación ciudadana, que en general es monopolizado por la derecha y por los liberales, pero que las reivindicaciones sociales de democratización de la vida política y económica encarnarían mejor. Las reivindicaciones de propiedad cooperativa y la lucha contra la servidumbre en los lugares de trabajo de los Caballeros del Trabajo son un buen ejemplo histórico en este sentido.
En segundo lugar, el énfasis moral que pone el republicanismo en la no dominación alumbra los puntos ciegos del liberalismo. Históricamente, los liberales clásicos se limitaron a polemizar contra el poder estatal ignorando la falta de libertad que define los lugares de trabajo capitalistas y la concertación del poder clase que permite que las élites económicas capturen los órganos de gobierno. El republicanismo arroja luz sobre estos espacios de dominación y nos brinda un lenguaje potente para combatirlos. Sobre esta base podemos construir una coalición política para luchar contra la dinámica del poder plutocrático que arruina tantas vidas.
* Reseña de Radical Republicanism: Recovering the Tradition’s Popular Heritage, editado por Bruno Leipold, Karma Nabulsi y Stuart White (Oxford University Press, 2020) *
Fuente → jacobinlat.com
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