Max Aub, un republicano de ninguna parte y de todas
Max Aub, un republicano de ninguna parte y de todas 
Iñaki Urdanibia

«Todo cuanto describa o cuente ha sido visto y observado por mis ojos, escrito al día en mis fichas […] He procurado seguir el procedimiento más riguroso posible. […] El problema está en reflejar la vida real o crearlas. Crear la vida reflejándola; sacar las figuras del espejo. Darles bulto»

 

En julio, el 22, de 1972 falleció en México este nómada a la fuerza, apátrida de muchas patrias que había nacido en París, en junio, el 2, de 1903, de padre alemán y madre francesa de origen judío, que hubieron de escapar de tierras hexagonales debido a la amenaza que se cernía sobre ellos a raíz del desencadenamiento de la primera guerra mundial, buscando refugio en Valencia, a la sazón el pequeño Max tenía once años, allí aprendió el castellano con rapidez y también el valenciá, declarando años más tarde que el idioma se le incrustó de tal manera que era incapaz de escribir en otro idioma a pesar de dominar también el francés y el alemán; «uno es de donde ha estudiado el bachillerato». Dejándome llevar por cierto síndrome aniversarista señalo que se da la coincidencia de que hace cincuenta años que falleció y setenta que abandonase el encierro al que fue sometido en el campo de concentración de Djelfa, en Argelia, en el que estuvo tras probar, previo paso por el parisino campo de Rolad Garros, el de el campo de internamiento de Vernet de l´Ariège, en el Mediterráneo francés.

Sus padres se nacionalizaron españoles, é hubo de esperar a su mayoría de edad para hacerlo. Además de estudiar hubo de acompañar a su padre, viajante de bisutería, para tratar de superar la precariedad en la que vivía la familia; también viajó a la URSS, a la vez que se convirtió en director de la revista socialista La verdad. Le fueron encargadas algunas misiones diplomáticas, siendo él quién se encargó de hablar con Pablo Picasso para la realización del Guernica con el fin de exponerla en el Pabellón Español en la Exposición Universal de 1937. También fue funcionario del Consejo Nacional de teatro, poniendo en marcha, iniciada ya la contienda, un grupo, Búho, parecido a La Barraca lorquiana, que representaba, según sus palabras, obras de circunstancias («no hay teatro de circunstancias. No hay más que teatro de circunstancias»); sus primeros escritos fueron precisamente de tal género literario, amén de algunos relatos líricos [las lecciones sobre teatro que da en el capítulo once de Campo de sangre son todo un cúmulo de indicaciones acerca del bien hacer en tal género]. El mismo año, participa desde su fundación en la revista La Hora de España, órgano de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, en la que se ven igualmente las firmas de Gil-Albert, Antonio Machado, María Zambrano, Luis Cernuda, Altolaguirre, Dieste, Gaya, León Felipe, Pere Quart, Aleixandre, Alberti, Bergamín, Neruda, Rosa Chacel. Colabora con André Malraux en la producción de un film: Sierra de Teruel, basado en la novela del francés. L´Espoir.

Finalmente en 1939 se refugia en su país natal, mas un buitre, con perdón para los alados, le denuncia por comunista y judío («no vienen la denuncia por el tanto por ciento, la gente chivatea por gusto y vaga creencia en el deber», se lee en su Campo de sangre); detenido, es conducido a los encierros que he nombrado con anterioridad, en donde se encerraba a los extranjeros indeseables, hasta que consigue huir gracias a la ayuda dl cónsul mexicano en Marsella, partiendo con otros seres en busca de refugio hacia el otro lado del charco en al transatlántico Serva Pinta, de pabellón portugués, en dirección a Veracruz . En México se integró en el movimiento cultural y teatral, trabajó en el Instituto Cinematográfico de México, fue profesor de composición e historia en el teatro en la Universidad Nacional, funcionario de radio-televisión universitaria, además de otros puestos y trabajos teatrales. Allá comenzó el largo exilio de aquel hombre que se preguntase: «¿Quién soy yo? ¿Alemán, francés, español, mexicano?», justo recién obtenida la nacionalidad mexicana el 22 de enero de 1956, pregunta que ya se había planteado con anterioridad: así en agosto de 1945 escribía en sus diarios: «¡ Qué males no habría debido sufrir en nuestro mundo cerrado, siendo de ninguna parte! Me llamaba como me llamo, un nombre y un apellido que podrían ser de un país tanto como de cualquier otro…».

Allá, años de exilio fueron su vida, del que solamente volvería en dos ocasiones: en 1969 y poco antes de su muerte en 1972; de la primera visita resultó La gallina ciega, en la que ofrecía un retrato desolado de la España del momento, revisitando los fantasmas del pasado, no privándose de emitir duras críticas a la cobardía y conformismo de no pocos de sus compatriotas, entre ellos algunos que habían sido camaradas suyos en los tiempos calientes; «¿A qué vienes? No lo sabía. Me apoyé en un árbol y, en el amanecer ya vivo, sentí que lloraba. Lloraba calmo, por mí y por España. Por España tan inconsecuente, olvidadiza, inconsciente, lejana de cualquier rebeldía, perjura.» En el exilio es donde elabora la mayor parte de sus obras, pasando de un cierto subjetivismo narrativo que había mostrado en sus primeros pinitos a un objetivismo fundamental que le lleva a elaborar un amplio fresco, él lo calificaba como retablo, de variados personajes y situaciones inspiradas en la guerra civil. Puede afirmarse que son las seis novelas que componen El laberinto mágico la obra más célebre y, tal vez, la más significativa de su amplia producción; algunos le han comparado con el Galdós de los episodios nacionales. En Campo cerrado (1939-1943) se centra en los años de la preguerra y estudia las motivaciones de ciertos comportamientos; sin ocultar sus vivencias de juventud en Castellón y Barcelona. Campo de sangre (1945) aún continuando con la temática bélica se desplaza hacia el análisis de personajes, una variada muestra de diferentes voces, oficios y posturas políticas…feriantes, médicos, jueces, abogados, militares, artistas de teatro, militantes, ministros o cercanos a tales, taberneros, tenderos, combatientes, corresponsales de guerra extranjeros…todo oyendo las sirenas que dan la alarma, los cañonazos, los bombardeos, y padeciendo el hambre y los modos de intercambio para conseguir algo que llevarse a la boca, la propia y la de los hijos, etc. ; avanzando por escenas de la vida cotidiana y tomando el pulso a la mentalidad, enmarañada, de la época, en sus diferentes sectores. Asoman fuertes dosis de un escepticismo anti-partidista, teñido de dosis de humanismo. Cuatro entregas más completan esta obra magna: Campo abierto (1951), en donde se detiene en los primeros momentos de la guerra y sus efectos en algunas personalidades, con retratos de honda perspicacia psicológica; Campo del moro (1963), como crónica del derrumbe del gobierno republicano con especial atención a Casado y a Julián Besteiro; Campo francés (1965) y Campo de los almendros (1968), en donde se respira la densa atmósfera de la derrota…con el telón de fondo de Barcelona, Madrid, Valencia, Castellón, Teruel, Belchite, Toledo… Si el entrecruzamiento de las vidas de unos y otros protagonistas es una constante, en la que se ven chaqueteros, chivatos, seres mezquinos, traidores…en medio de un juego azaroso que es la historia («y el padre de todos: don Azar», dice uno de sus personajes), sin obviar la sombra de la segunda guerra mundial y la persecución de los judíos; en la penúltima entrega de las nombradas se centra en el primer destierro y en la experiencia concentracionaria a la que dedicó una obra genial, entre fábula y estudio antropológico, Manuscrito cuervo: Historia de Jacobo., sin olvidar su Diario de Djelfa (1944), en el que describe los padecimientos del campo argelino y en el que destaca que a los poemas que escribía «les debía tal vez la vida pues su elaboración le hacían tomar fuerza para resistir al día siguiente».

No queda ahí el interés de su obra, que también, ya que es una exhaustiva mirada a la guerra y sus efectos al tiempo que una memoria del campo republicano, lejos de cualquier tonalidad panfletaria y con una afilada visión crítica, capaz de penetrar en las oscuridades y ambigüedades vividas, que no le quita, de ninguna de las maneras, el neto mordiente antifascista, eso sí, alejado de cualquier espíritu gregario y de las unanimidades, de las que no se fiaba; «los fachas de verdad no creen en Dios. Si los curas que les sirven creyeran en Dios, no les servirían. Les sirven como si ellos fuesen Dios. Ya no distinguen entre Dios y el César, porque César es Dios. Dios, generalísimo de esta cruzada, que dijo Pemán. Por eso nuestros falangistas buscan tanto los fastos de la Iglesia: viene a ser el lujo cortesano de su régimen», y…asesinaron a Federico.

Dentro de la enormidad de obras que escribió y la enormidad de géneros que transitó, me atrevería si me atreviese a más de lo que alcanzo sería mera falsedad, a destacar algunas obras que bien podría indicarse que siguen la idea de «lo que pudo ser y no fue» y me refiero a su grandiosa tomadura de pelo, en cierto sentido asoman ciertas sombras que reflejan algunas actuaciones de Romain Gary/Émile Ajar, que supuso su obra de 1958: Jusep Torres Campalans. Allá se presentaba a un supuesto, apócrifo, pintor, amigo de Pablo Picasso, del que con el fin de dar más verosimilitud a su invento organizó Aub algunas exposiciones de sus pinturas, que las había realizado él mismo, montaje que funcionó, con la crítica rendida a la grandeza del nuevo pintor descubierto por Aub, hasta que se acabó descubriendo la piadosa mentira. Cumple también el campo de lo hipotético su cuento La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco y otros cuentos (1960 Seix Barral, 1979), en el que se narra un atentado contra el caudillo que tuvo éxito, y si Léo Ferré cantase Franco la muerte, aquí se presenta la muerte de Franco. Tampoco tiene desperdicio su relato también apócrifo, por supuesto, en el que se relata la entrada del propio Max Aub en la Real Academia Española ( El teatro español sacado a la luz de las tinieblas de nuestro tiempos. Por Max Aub. Discurso leído por su autor en el acto de su recepción académica el día 12 de diciembre de 1956), en donde se constata lo dicho: lo que pudo ser y no fue, ya que se ve al escritor pronunciando su discurso con motivo de su admisión, bajo la atenta mirada de Federico García Lorca, Pedro Salinas, Claudio Guillén Juan Ramón Jiménez…José Bergamín, Miguel Hernández, codeándose con algunos escritores que cojeaban por el lado franquista: José María Pemán, Dionisio Ridruejo, Laín Entralgo o Camilo José Cela; clara reivindicación de la debida presencia que el exilio debería haber tenido en tan docta institución, calificando a tal ausencia, dolorosa e injusta, como no-lugar, noción que había aplicado a los campos de internamiento que padeció, ya que eran otro mundo alejado del mundo y de la sociedad, del mismo modo que al exilio. En el texto académico, dice que va a ocupar el sillón de don Ramón de Valle-Inclán a quien compara con Miguel de Cervantes.

No quisiera concluir sin referirme a una brillante obra que ya he nombrado: Manuscrito cuervo: Historia de Jacobo, publicada inicialmente en una revista, Sala de espera de la que era redactor jefe y único redactor, y posteriormente editada en libro, en 1955. La mirada, con pretensiones científicas, de un cuervo que trata de informar a sus pares de las particularidades y rarezas de esos extraños seres que son los humanos que no tienen alas («para ser verdaderamente un hombre. Hay que estar a la altura de las circunstancias, siendo esto muy difícil sin alas») y precisa desde el principio en su lenguaje cuervino que «todo lo que yo pueda ser empujado a describir o a contar ha sido visto y observado por mis ojos, escrito el mismo día en mis fichas. No he dejado nada a la fantasía -esta enemiga de la política- ni a la imaginación -esta enemiga de la cultura». Guadi por el propósito mentado establece una estricta tipología que observa ese lugar de encierro que deja a los individuos fuera del marco histórico y social, informando sobre el lenguaje, el trabajo, la poesía, la lógica, los comunistas, el fascismo, los peinados, la libertad, las armas, los papeles el dinero, la alimentación, los médicos, las fronteras, etc., etc., etc.,… ; el cuervo dice no saber dónde ha nacido, lo que sin rizar rizo alguno, es una apuesta con el fin de enfrentarse a los orígenes nacionales, religiosos, etc., como criterio de jerarquías y discriminación para clasificar y marginar a los seres según su procedencia, posición ideológica o pertenencia; este desconocimiento y falta de valoración, de lugar de nacimiento contrasta con el hábito de los hombres, que «han establecido que el lugar en el que ven la primera luz es de una trascendencia suprema para su futuro»; se alza también el docto Jacobo contra una de las lacras de los humanos: «la frontera es algo muy importante, que no existe y que los hombres, sin embargo, defienden con pico y plumas como si fuese real. Estos seres pasan su vida matándose los unos y los otros o reuniéndose en torno a una mesa sin llegar a entenderse, como es natural, para rectificar estas líneas inexistentes».

Max Aub, un prolífico autor que transitó todos los géneros, en un maridaje bien avenido entre vanguardia y tradición, dando testimonio y dejando escrito lo vivido y lo narrado por otros en aquello revueltos tiempos que le tocaron vivir y que le atraparon, mostrando una memoria responsable«creo que no tengo el derecho de callar lo que he visto para escribir lo que imagino».


Fuente → kaosenlared.net 

banner distribuidora