Republicanismo conceptual
Republicanismo conceptual
Arturo del Villar

Los conceptos pueden tergiversarse, malearse, retorcerse y hasta borbonearse, para que signifiquen tanto nada como infinitas cosas. En consecuencia, definirse como republicano conceptual equivale a considerarse un cero en el infinito. Es lo que ha hecho el presentador televisivo Antonio García Ferreras entrevistado por José Yélamo en el programa laSexta Noche. Dejó para la historia esta frase memorable: “Yo soy conceptualmente republicano, pero creo que lo que está haciendo Felipe VI es intentar salvar la institución.”

Se entiende que desee hacerlo, porque el día en que caiga la institución el rey se quedará en el paro, y aunque posee ahorros sobrados para continuar viviendo sin tener que empezar a trabajar, va a perder la interminable serie de ventajas recibidas graciosamente por el hecho de apellidarse Borbón. No parece que merezca un reconocimiento popular por la realización de ese esfuerzo tan provechoso para él.

Declararse “conceptualmente republicano, pero” es una de esas frases preparadas para hacer dos afirmaciones contradictorias al mismo tiempo. La más famosa de todas sin duda es la que afirma y niega a la vez: “Yo no creo en brujas, pero haberlas, haylas.” No son dos admisibles dos ideas contrarias en la misma expresión. El “pero” invalida cuanto se ha afirmado antes. La originalidad pretendida por Ferreras resulta intolerable, y demuestra solamente que no sabe lo que es, o lo sabe pero no quiere declararlo.

Hay dos sistemas estatales opuestos, el republicanismo y el monarquismo. Son totalmente contradictorios en sus fórmulas, de modo que los partidarios de uno de ellos se configuran forzosamente en contra del otro No existe la menor semejanza entre ellos. Los partidos políticos, tanto en la derecha como en la izquierda, pueden parecerse en sus postulados, cuando provienen de una idea generadora semejante. Es frecuente que se produzcan escisiones por pequeñas discrepancias que dan lugar a la formación de otros partidos con un origen común.

Sin embargo, es imposible encontrar concomitancias entre la monarquía y la república, puesto que defienden posiciones sociales opuestas por completo. Es verdad que se dan modalidades diversas en la aplicación práctica de cada ideología. Así, existen repúblicas federales y unitarias, lo mismo que hay monarquías absolutas y constitucionales, entre otras diferencias. No obstante, la esencia de cada uno de los sistemas es contraria a las demás, y por lo tanto son incompatibles.

Un republicano no puede ser monárquico en ninguna circunstancia y bajo ningún concepto. O es blanco o es negro, nunca jamás gris. Hubo un momento en la reciente historia de la dinastía en que algunas personas mal informadas aseguraban ser republicanas, “pero” juancarlistas. Fue cuando se difundió la interesada teoría de que el rey Juan Carlos I de Borbón había salvado la democracia en España, al impedir el extraño golpe de Estado de unos guardias civiles desorientados el 23 de febrero de 1981.

De acuerdo con la teoría de Ferreras, lo que hizo aquella noche fue intentar salvar la institución. Es que la institución se personificaba en él, de manera que sin llegar a considerarse como Luis XIV de Borbón en Francia, podía presentarse como personificación del Estado en España. No le convenía que un grupo de guardias civiles engañados interrumpiese la tranquila sucesión de su cómodo reinado, dispuesto para él por el dictadorísimo con el fin de perpetuar su régimen genocida.

Los republicanos somos herederos de un glorioso pasado histórico, enfrentado secularmente a la monarquía. Somos conceptualmente y materialmente y ejecutivamente partidarios de la elección popular del jefe del Estado entre todos los ciudadanos, por un período limitado y conforme a unas disposiciones específicas. No le añadimos ningún “pero” a esa descripción.

Es de resaltar que nuestras apetencias son las implantadas en la mayoría de los estados integrantes de la Organización de Naciones Unidas, 165 repúblicas y 19 monarquías, emiratos, principados, ducados y asimilados. Queremos tener el sistema político más común en la Tierra, como concepto real, de realidad, no de realeza, y residir en una España con honra.