Los monarco-fascistas

Los monarco-fascistas

«Los monarco-fascistas. Bernardo Fuster (alias, Pedro Faura). 1974

“En las sociedades democráticas los pueblos deciden sobre todas las cuestiones que les conciernen, entre ellas sobre una de las importantes, la forma de Estado. La mayoría de la población actual no tuvo oportunidad de votar la Constitución de 1978; pero quien sí pudo hacerlo, no tuvo la opción de elegir sobra la forma de Estado, ya que fue hurtado del debate en la llamada Transición democrática. Ni en aquel momento ni posteriormente hemos podido decidir.

Por eso, numerosas organizaciones y colectivos hemos constituido una Plataforma unitaria, amplia y plural para impulsar una Consulta Popular Estatal Monarquía o República y que la ciudadanía pueda pronunciarse sobre una de estas dos opciones.

Somos conscientes de que esta Consulta no podrá tener un carácter vinculante, pero es una vía de expresión, participación ciudadana y un acto democrático con el que, además, ejercemos nuestro derecho a decidir sobre todo lo que nos incumbe.

Será el 14 de mayo de 2022 y puedes participar en esta jornada votando, pero tu participación puede ir mucho más allá: difundiendo la consulta, formando parte de los espacios unitarios territoriales que impulsan la Consulta y promoviendo la constitución de las mesas de votación. Tienes toda la información en la página web.

El próximo 14 de mayo va a ser una gran jornada de participación democrática y libre expresión popular en la que podremos votar sobre si queremos Monarquía o República.

DIFUNDE, IMPULSA, ORGANIZA, PARTICIPA

¡TÚ DECIDES!”.

En noviembre de 2021 se lanzó la iniciativa “CONSULTA POPULAR ESTATAL MONARQUÍA O REPÚBLICA” que emplazaba al día 14 de mayo de 2022 para organizar una Consulta popular a todo lo largo y ancho del Estado español en la que la ciudadanía pudiese manifestar su preferencia por la forma de estado bajo la que desea vivir.

No es la primera vez que en España se realiza una consulta de este tipo, pero sí en la que se hace de una manera tan organizada y tan masiva (en Catalunya, por ejemplo, habrá mesas constituidas en más de 40 ciudades) ya que incluso podrán participar en ella los españoles que residen en importantes capitales europeas como Londres, París o Bruselas, entre otras.

En ocasiones, también desafortunadamente desde una autodenominada “izquierda pragmática”, se ha criticado el hecho y el afán republicano, alegando que la forma de Estado es lo de menos y que lo realmente sustancial es el nivel democrático que pueda implicar dicha jefatura del Estado. En teoría, esta argumentación podría ser absolutamente válida si la aplicásemos para contrastar naciones como Suecia, Dinamarca o Noruega con otras como Hungría, Polonia o Eslovenia. Está claro que, en este caso, las monarquías escandinavas saldrían bastante más favorecidas en cuanto a valores democráticos, transparencia y respeto de la ciudadanía hacia la propia institución monárquica, que esas repúblicas iliberales centroeuropeas, por muy parlamentarias que quieran venderse. Pero en el caso de España, estos matices claramente relevantes en otras latitudes, no lo son tanto. ¿Por qué? ¿Qué nos hace diferentes?

La diferencia no hay solo que buscarla en el nivel de democracia existente en el Estado español, que también. Basta con echar un ojo a ciertos sectores del ejército y de la policía patria, de más que dudoso pedigrí democrático; a una judicatura más deudora del Tribunal de Orden Público que del de Derechos Humanos, o a la sempiterna infiltración tardo-franquista, en mayor o menor grado, que podemos encontrar en una buena parte de las instituciones. En el caso de España, esa diferencia en el propio origen, en la razón de ser y en los fundamentos de la propia Corona: Una restauración en falso que en su momento necesitó del apoyo y patrocinio de la dictadura fascista, que se “santificó” legislativamente en 1969 mediante un referéndum amañado, que se saltó la línea dinástica porque así le petó al dictador de El Pardo, y que, a pesar de todos los esfuerzos invertidos en intentar convencernos de lo contrario, nunca fue ratificada como tal en ningún plebiscito concreto y específico, sino que se encastró como condición “sine qua non” en el ambiguo marco de una constitución pactada en un delicadísimo momento histórico trufado de terrorismo, provocación fascista, crisis económica, agitación social y tensiones del más diverso origen y alcance: Vamos, que nos la colaron…

Desde el mismo momento en el que el ciudadano Juan Carlos de Borbón asumió como rey la jefatura del Estado español, la sucesión de despropósitos, conspiraciones y malentendidos han marcado las señas de identidad de su reinado y, de rebote, del de su hijo y sucesor: Recibir el cetro de manos del dictador Franco, suplantarle sin rechistar cuando aquel agonizaba, protagonizar un equívoco papel en un golpe de estado contra la democracia, ser objeto de conjeturas sobre su protagonismo en turbios asuntos económicos en los que las comisiones, los regalos y los amiguismos se refocilan un “totum revolutum”; anteponer sus relaciones extramatrimoniales o sus aficiones cinegéticas a la obligación de estar al lado de sus súbditos cuando vienen mal dadas, o dar el portazo y salir por patas con rumbo desconocido cuando la presunción de delito acechaba no ha sido precisamente la vía más ética ni tampoco la más elegante para intentar asegurar la continuidad de la Corona y, menos aún, para ganarse el beneplácito y la lealtad de quienes se pretende vasallaje.

Pero además, parece ser que no se trata de una broma del azar el que nos haya caído en suerte un personaje de semejante talante para representar durante casi cuatro décadas la más alta institución del país, porque él no ha sido el único de su familia que ha destacado por su mal ejemplo. Si nos ponemos a repasar uno por uno los miembros más próximos de su estirpe, parece que el asunto va más allá de un nombre propio, porque hay donde escoger: Su hija mayor, a la que tanto gusta tirar de relicario y de mantilla en las grandes ocasiones, es, contra la doctrina de la “Santa Madre Iglesia”, una divorciada “de facto” para la que el departamento de comunicación de Casa Real tuvo que inventar un nuevo estado civil —el “cese temporal de la convivencia”­— para explicar que su matrimonio, con el que algunas malas lenguas sevillanas llamaban “la Mari chalá”, se había ido al garete. Su otra hija, de la que la prensa del corazón y los monárquicos incondicionales destacaban su valía, discreción y buen hacer, acabó sentada en el banquillo por unos delitos económicos de los que, como a ella “no le constaba” y tampoco prestaba demasiada atención a lo que le daban a firmar, tuvo que acabar responsabilizándose el marido, que estuvo alojado en una cárcel abulense durante unos cuantos años.

Tampoco su hijo, el actual monarca, se ha librado de la picota. Porque si bien es cierto que ha tenido más cuidado que su antecesor en no ser protagonista de escándalos y trapicheos, el 3 de octubre de 2017 dejó bastante claro frente a las cámaras de TV que, por mucho que se intente recalcar su neutralidad ideológica, aquel discurso en el que ponía a una buena parte de Catalunya a pingar, no era precisamente lo que se esperaba de quien constitucionalmente debería de mantenerse al margen de cualquier rifirrafe político y no adscribirse a bando alguno.

Y ya puestos, casi mejor ni hablar de los borbones “millennials”, tan bien representados por ampulosos nombre como los de Victoria Federica de no sé qué y de no sé cuántos, famosa por sus continuos desplantes hacia todo lo que huela a plebeyo, o por Felipe Juan Froilán, también nieto del emérito, que siempre ha destacado por faltarse sobradamente de todo lo que se menea, a pesar de que es el dinero de todos los españoles lo que le ha permitido convertirse en un repetidor de solera en diferentes “colleges” internacionales, tener a su nombre coches que están fuera del alcance de la mayoría de los españolitos o “pagar” (por eso de seguir usando eufemismos) el alquiler de lujosísimas mansiones ibicencas que esconden en los cajones de sus armarios relojes valorados en un millón de euros, cuando tan solo tiene 23 años y no se le conoce a ciencia cierta ni oficio ni beneficio alguno. En resumen: visto el disparatado sinsentido que aqueja a día de hoy a una parte considerable de la familia del rey, ¿hay alguien a quien todavía le pueda extrañar que, según cifras de 2021, exista un porcentaje de españoles cercano al 40% que prefiere la república a la monarquía como Forma de gobierno, y solo un escaso 30% que siga defendiendo la institución borbónica?

Ya sabemos que lo que resulte de la consulta popular que tendrá lugar de aquí a pocos días no va a servir para que España pueda desprenderse de la carga, cada vez más pesada y onerosa, que supone la Corona y todo lo que la rodea. Desgraciadamente no se trata de ningún referéndum oficial y, por lo tanto, lo que allí se decida no será vinculante. Sin embargo, es muy probable que a lo largo de esta carrera de fondo iniciada por la ciudadanía más decente del país para conseguir, mejor antes que después, que se pueda elegir al jefe del Estado sin tronos ni dinastías de por medio, la fecha del 14 de mayo de 2022 llegue un día a estar escrita en letra mayúscula porque fue ejemplo de cómo la unidad de los demócratas y una decidida voluntad popular pudo llegar a conseguir lo que algunos pretendieron convertir en inalcanzable.

¡EL 14 DE MAYO TODOS A LAS URNAS!

¡¡A POR LA TERCERA!!

LOS MONARCO-FASCISTAS

Recitado: “Monarquicos por tradición y fascistas por vocación, son unos de los especímenes más curiosos dentro de la fauna de la dictadura. A toda esta gente está hecha esta canción.”

Los monarco-fascistas no saben lo que hacer
Ante el impulso bravo de la revolución.
Preparan al pelele con mucha rapidez
Piensa la oligarquía en la restauración.

Mas el obrero escarmentado antes de ahora
Irá muy pronto a la huelga general
Para impedir que esos tunantes nos impongan
La monarquía que el pueblo supo aplastar.

Juan Carlos en El Pardo debajo de un colchón
Pregunta al momio Franco con temblorosa voz
De quién son esas voces que en la calle se oyen gritar
¿Son acaso los del FRAP que me quieren degollar?

Y una criada le contesta muy guasona:
Esas voces que le hacen tiritar
Son los gitanos que hacen bailar una mona
Y con sus saltos a los chicos hacen gritar.

Y el embajador yanqui que el caso conoció
Se presentó en El Pardo temblando de emoción
Y al hermoso monarca sus fuerzas le ofreció
Que son la Sexta Flota y Torrejón.

Y al conocer esta noticia los obreros
A las paredes se tuvieron que agarrar
Porque la risa les tiraba por el suelo
Al conocer el temple de su majestad.

Porque la risa les tiraba por el suelo
Al conocer el temple de su majestad.

Letra y música: Bernardo Fuster (alias, Pedro Faura). 1974

La dinastía nacional-católica: Padre, hijo y espiritu santo.

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