Empezando por una definición breve y concisa de la palabra terrorismo, dicho término se describe como una forma concreta de ejercer la violencia. Una violencia de carácter político que tiene la intención de causar daño sobre algunos colectivos o incluso la totalidad de la población.
El tipo de terrorismo que más ha captado la atención mediática en las últimas décadas ha sido de largo el terrorismo islamista, yihadismo o terrorismo islámico. Sin duda, lo mencionado está relacionado con los acontecimientos de inicio de siglo XXI y los mundialmente conocidos Atentados del 11 de septiembre de 2001, donde se produjeron una serie de cuatro ataques terroristas en los Estados Unidos perpetuados por el grupo terrorista islámico Al Qaeda.
Estos atentados derribaron las icónicas Torres Gemelas y causaron 2.996 muertes y más de 25.000 personas heridas. Fueron además el pistoletazo de salida de una operación exhaustiva donde los centros de inteligencia y antiterrorismo occidentales volcaron toda su atención sobre el terrorismo yihadista, no sin motivos, pues al 11 de septiembre le sucedieron los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, España, donde murieron 193 personas; y, también, los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres donde fueron asesinadas 52 personas, por nombrar algunos de los ejemplos más conocidos dentro de los países occidentales.
No obstante, con el avance de la segunda década del siglo XXI, aunque el terrorismo yihadista ha seguido siendo una amenaza seria, su lugar en el pódium de amenazas terroristas se ha visto desplazada o, al menos compartida cada vez más, por el terrorismo supremacista o de extrema derecha. Un tipo de terrorismo que ha crecido a la par que las ideologías, partidos e ideas de ultraderecha se han ido consolidado en el panorama sociopolítico mundial.
Para hacerse una idea de este cambio de tendencia, en Estados Unidos los datos de la Liga de Antidifamación apuntan como desde el 2009 hasta el año 2018 el 73% de las víctimas asesinadas por motivos políticos o ideológicos extremistas fueron a manos de personas vinculadas con la extrema derecha.
De esta manera, a continuación, se expondrán algunos análisis básicos sobre las lógicas de la ideología supremacista, así como ejemplos de algunos de los atentados perpetuados por supremacistas o ultraderechistas en occidente, con la intención de informar y concienciar sobre la grave amenaza que supone este tipo de terrorismo que, además, tiene sus propias lógicas y particularidades internas.
El supremacismo blanco como origen ideológico tiene sus bases en el racismo biológico de la época imperialista, el cual acabó siendo una postura marginal después de la Segunda Guerra Mundial (siglo XIX y primera mitad del XX).
Igualmente, el racismo biológico defiende la concepción de la humanidad a través de diferentes razas que se posicionan entre sí jerárquicamente, siendo la raza blanca superior a todas las demás, pero habiendo jerarquías intermedias. Así pues, este tipo de racismo justifica su postura a través de diferentes argumentos pseudocientíficos como el darwinismo social o la eugenesia, las cuales a partir de la década de 1950 fueron todas ellas deslegitimadas científicamente.
De esta forma, hoy en día existe un consenso científico que defiende de manera unánime la existencia de una única raza humana, haciendo hincapié en que la forma terminológica correcta para referirse a la diversidad de la especie humana no es la palabra raza sino el vocablo etnia.
Pese a todas estas evidencias, el supremacismo blanco, el racismo biológico y también otras tipologías discriminatorias como la xenofobia (el odio al extranjero) o el racismo cultural (la discriminación por cuestiones culturales) han seguido siendo las piedras angulares de la extrema derecha actual, sirviendo de herramienta para la justificación ideológica de asesinatos supremacistas.
Concretamente, en el ejemplo estadounidense el terrorismo de extrema derecha ha sido sociológicamente una problemática muy grave. En el siglo XIX y XX según la Liga Antidifamación el Ku Klux Klan llegó a asesinar a más de 4.400 personas afroamericanas entre el año 1877 y el 1950, habiendo claros indicios de que los asesinados y heridos podrían ser bastantes más. Estas sospechas se justifican por los tipos de entornos sociales donde el Ku Klux Klan actuaba, donde las comunidades guardaban un escrupuloso silencio y donde el KKK lograba tener un control social y político de la zona, incluso de las autoridades policiales.
No obstante, como a continuación se observará, el terrorismo supremacista actual es muy diferente al ejercido en Estados Unidos el siglo pasado, pues la nueva ola terrorista está en unión con la nueva realidad social, por ejemplo, las nuevas tecnologías e internet. Sin embargo, los discursos ideológicos siguen teniendo premisas muy similares. Citando a la Liga Antidifamación, se pueden vislumbrar cuatro características clásicas del supremacismo blanco:
- Los blancos deben tener dominio sobre las personas de otros orígenes, especialmente donde puedan coexistir.
- Los blancos deben vivir solos en una sociedad sólo para blancos.
- Los blancos tienen su propia «cultura» que es superior a otras culturas.
- Las personas blancas son genéticamente superiores a otras personas. Como una ideología completa, la supremacía blanca es mucho más amplia que el simple racismo o intolerancia. La mayoría de los supremacistas blancos de hoy creen además que la raza blanca está en peligro de extinción debido a una creciente «inundación» de no blancos, que son controlados y manipulados por judíos, y que se necesita una acción inminente para «salvar» a la raza blanca. (Traducción de Edgar Ortiz Orellano sobre el informe de la Liga antidifamación)
De este modo, los preceptos básicos giran alrededor de una supuesta superioridad de la población blanca que, además, debe estar protegida al estar en peligro cuando compite o coexiste con otras culturas o etnias.
Pero, como se ha argumentado en los párrafos de arriba, el terrorismo de extrema derecha ha cambiado en su tipología y también en los matices de muchas de las ideas que argumenta. De esta manera, el (relativamente) nuevo supremacismo blanco y su también nuevo terrorismo, no solo hace referencia a los cuatro pretextos anteriores, sino que se pueden matizar en otras dimensiones complementarias que son fundamentales para entender la evolución de dicha ideología terrorista.
En primer lugar, la extrema derecha en la actualidad empieza a ser más diversa que en las décadas anteriores. El surgimiento de la nueva derecha radical ha generado una mezcla de distintos grupúsculos, juntando a los clásicos neofascismo como los nuevos grupos y comunidades, muchas de ellas en espacios virtuales.
En segundo lugar, existe un abrazo absoluto a las teorías de la conspiración. En la actualidad, prácticamente todas las posturas y justificaciones violentas de los supremacistas blancos están traspasadas por bulos, noticias falsas, sesgadas y conspiraciones. Este factor ya era usado por el fascismo clásico y el neofascismo. Sin embargo, con la nueva era digital, la proliferación e instrumentalización de estos discursos para captar adeptos y alentar a la violencia es una dimensión clave para comprender el supremacismo blanco de cuño moderno.
En tercer lugar, la islamofobia. En el siglo pasado, los neofascismos se nutrían principalmente del antisemitismo, dimensión que aún sigue presente en ciertas corrientes y grupos ultraderechistas, pero se le añade el odio y el racismo a la población musulmana, que ha cobrado fuerza especialmente desde la crisis de refugiados de 2015 a raíz de la Guerra Civil de Siria.
En cierta manera alentando el miedo frente a la nueva realidad demográfica, donde la diversidad cultural aumenta a la vez que se han mundializado los flujos migratorios. También instrumentalizando los conflictos bélicos en Oriente Medio, donde Estados Unidos principalmente pero, también otros países occidentales, han mantenido guerras con países de mayoría religiosa musulmana, donde además, dichos episodios han desembocado en un terrorismo islamista que, como al principio del texto se ha nombrado, ha causado y causa miles de víctimas, muchas de ellas occidentales.
En cuarto lugar, el antifeminismo y la misoginia. El nuevo supremacismo, sobre todo el que está ligado o más influenciado por las ideas de la nueva derecha radical, se nutre de manera directa de posturas antifeministas y misóginas. Por ejemplo, el movimiento INCEL, el cual se encuentra unido a posturas ultraderechistas de esta índole y que ha sido protagonista de múltiples atentados hacia las mujeres.
La variable común que diferencia este tipo de terrorismo supremacista del de hace décadas o siglos, es la diversificación de sus víctimas. Algo que está muy relacionado también al crecimiento y empoderamiento de movimientos sociales progresistas como el feminismo o el antirracismo. De esta forma, aunque sus chivos expiatorios habituales como los judíos, las personas de descendencia afroamericana, o movimientos vinculados a la izquierda política siguen estando en su lista de principales víctimas, se le añaden una intensificación por el odio hacia el movimiento feminista, las mujeres, el colectivo LGTB u otras minorías.
Ejemplos recientes de terrorismo supremacista
El pasado sábado 14 de mayo un joven de 18 años llamado Payton Gendron residente en Conklin (Nueva York), entró en un supermercado de la localidad de Buffalo y mató a diez personas. Antes de realizar el atentado el terrorista colgó en Internet un manifiesto donde justificaba el ataque a través de la teoría de la conspiración de “El Gran Reemplazo”. Un relato conspiracionista que argumenta la existencia de un fenómeno demográfico por el cual la población blanca está siendo sustituida por otras etnias a través de la inmigración masiva, y que esto estaría siendo permitido, buscado y/o ignorado por los gobiernos de todo el mundo, especialmente los de izquierdas.
El objetivo confeso de Gendron era matar el mayor número de personas de origen afroamericano posible. Además, retransmitió el atentado en directo por Twitch, una acción que da una pista del vínculo directo entre este nuevo terrorismo y las redes sociales.
El propio Payton Gendron argumentó en su manifiesto terrorista que una de sus motivaciones por la cual cometió el asesinato fue la figura de Brenton Tarrant, otro supremacista blanco que, en Christchurch, Nueva Zelanda, mató a 51 personas e hirió a 49 en dos tiroteos consecutivos sobre dos mezquitas de la zona.
Brenton tenía 28 años cuando cometió dicho atentado. Cabe destacar que al igual que Payton Gendron, este también retrasmitió en directo el ataque a través de Facebook. Otro paralelismo entre estos dos atentados es que ambos asesinos subieron un manifiesto antes de perpetuarlo, argumentando sus actos a través de la teoría de la conspiración del Gran Reemplazo. Y ambos pintaron en su arma de fuego varios eslóganes y símbolos de extrema derecha.
Existen otros ejemplos de terrorismo supremacista a otras comunidades como la latinoamericana. En agosto de 2019 en el centro comercial del El Paso, Texas, mataron a 23 personas, el autor, Patrick Wood Crusius, siguió el mismo patrón que los otros dos atentados narrados, subió un manifestó a internet y, además, justificó su acto como una forma de revindicar el peligro que suponía «la invasión hispana«, pues el principal objetivo de Patrick Wood era matar al mayor número de latinoamericanos (mexicanos principalmente) posible.
Un nuevo terrorismo con unas pautas sociales distintas
Se tiende a usar una y otra vez las hipótesis de los lobos solitarios, psicópatas o individuos aislados cuando se hace referencia a un ataque terrorista de extrema derecha. En realidad, esta postura es bastante inexacta o puede dar lugar a malentendidos.
En primer lugar, cabe decir que la tipología de estos nuevos atentados supremacistas se caracteriza por ser llevados a cabo por una persona, dos a lo sumo. Sin embargo, muchas veces se acaba individualizando en exceso o contando un relato de aislamiento o “caso excepcional”, cuando lo que se ha observado a lo largo del artículo es que estos tres atentados expuestos en el texto (hay muchos más casos), tienen una conexión directa entre sí.
Por ejemplo, tanto Payton Gendron como Patrick Wood Crusius reconocieron en sus respectivos manifiestos tomar de ejemplo directo al atentado perpetuado por Brenton Tarrant en Nueva Zelanda. En realidad, siguieron metódicamente el mismo formato: escribir un manifiesto racista y posteriormente grabarlo (esto último solo en el caso de Gendron).
De esta manera, sociológicamente existe una comunicación clara que, aunque parezca que sea un hilo invisible tiene su lugar en la red. En concreto en los foros 4chan y 8chan o similares es donde se encuentra la clave para entender que el nuevo terrorismo supremacista es más social y colectivo que nunca, aunque sea perpetuado de manera individual.
Estas comunidades en forma de foro se comunican a través de memes, de un humor racista, misógino y violento, han creado sus propios códigos y, además, han creado su propia manera de actuar y encontrar reconocimiento: grabar las matanzas en directo. El hecho de compartir un video en vivo con la comunidad en la que te sueles socializar (aunque sea virtual), únicamente cobra sentido a través de la búsqueda del reconocimiento social.
Además, no se debe olvidar el contexto de polarización y de crispación social que los cuatro años de mandato del expresidente ultraderechista Donald Trump han ido sembrando para que este tipo de terrorismo esté al alza. Episodios como el asalto al Capitolio no pueden tampoco comprenderse sin entender estas dimensiones de socialización virtual donde convergen teorías de la conspiración, supremacismo, machismo y, por supuesto, grabarlo todo en directo.
No es en vano que muchos de los documentos visuales que existen de dicho acontecimiento fueran grabados y emitidos en directo por los mismos simpatizantes de Trump que asaltaron la Casa Blanca.
En definitiva, el supremacismo blanco y su brazo terrorista se presenta actualmente como una de las principales amenazas para las sociedades. Lejos de ser casos aislados o de “enfermos mentales” que actúan de manera solitaria, detrás de ellos existen unos códigos de socialización, actuación y comunicación muy concretos, los cuales están ligados al auge de la extrema derecha y sus nuevas caras, las cuales tienen que dejarse al descubierto por el bien de todo el mundo.
Fuente → aldescubierto.org
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