La censura en la traducción. “1984” y el Régimen
 
La censura en la traducción. “1984” y el Régimen / Andrea Toribio de Celis 
 
Introducción

En el presente artículo, realizaremos una aproximación a la literatura publicada durante el régimen franquista, centrándonos en la censura que sufrían las obras extranjeras durante el proceso traductológico para poder ser publicadas.

La motivación que nos llevó a elegir este tema fue darnos cuenta de que, aún hoy en día, en España, solo existen versiones censuradas de muchas obras. Nos extrañó que este problema no se solventara con la Transición a la democracia, por lo que, para satisfacer nuestra curiosidad, decidimos investigar sobre la censura en el ámbito de la traducción durante el Régimen.

Metodología

Para realizar este artículo hemos llevado a cabo un proceso de documentación acerca del periodo histórico que engloba el estudio de este trabajo, el proceso de censura al que eran sometidas las obras, la forma en la que la traducción servía como instrumento de manipulación durante el Régimen y el impacto que dejó la censura en la traducción al finalizar la dictadura. Asimismo, analizaremos la censura en una traducción, realizada durante el Régimen, de la obra 1984, a modo de ejemplo práctico.

Contextualización histórica

El 17 de julio de 1936 estalló la guerra civil española. El conflicto se alargó durante tres años y enfrentó a dos bandos: el bando nacional, liderado por el general Francisco Franco, y el bando republicano. Esta guerra se origina por un clima de agitación interna debido a la situación económica, política y social del país. Sin embargo, el detonante de la guerra civil fue el golpe de Estado de Primo de Rivera contra el gobierno español. Este conflicto finalizó el 1 de abril de 1939, cuando Franco declaró la victoria del bando nacional y estableció una dictadura, el Franquismo, que se extendió hasta el día de su muerte en 1975 (Historia de España, 2015).

España quedó destrozada tras la guerra civil, tanto económicamente como a nivel de infraestructura. Por lo tanto, el régimen franquista aplicó una política intervencionista sobre el sector agrícola, que provocó una bajada en la producción de alimentos. Todo esto dio pie a una gran hambruna y, por esta razón, el gobierno tuvo que implantar un sistema de cartillas de racionamiento. Cuando la industria necesitaba reconstruirse y la escasez era generalizada, el régimen franquista decidió que la mejor opción era implantar un modelo autárquico en el que España pudiera ser autosuficiente y no depender de las importaciones. Esto, sumado a la falta de ayudas y créditos extranjeros, hizo que la economía española viviera una recuperación mucho más lenta e irregular y condujo al régimen a tomar como única decisión posible la siguiente: aceptar que la autarquía no había funcionado (Delgado, 2020).

Aunque el régimen fue variando sus fundamentos según interesara, siempre defendió aspectos como el anticomunismo, el tradicionalismo y la religión católica como fe verdadera. En 1937, se hizo público el Decreto de Unificación por el que Franco agrupaba a todos sus aliados bajo el único partido legal (Falange Española) en el que estaban falangistas, monárquicos, tecnócratas, carlistas, franquistas puros, el ejército y la Iglesia Católica. El régimen defendía que España era una democracia verdadera en la que se había eliminado todo lo que entorpecía su funcionamiento, como el pluralismo político (Delgado, 2020).

El franquismo se basó en leyes como la Ley de Responsabilidades Políticas, la Ley de Bandidaje y Terrorismo y empleó la cárcel, la tortura, los trabajos forzados y los asesinatos clandestinos como método habitual y se estima que, en total, la dictadura fusiló alrededor de 120 000 y 150 000 (Delgado, 2020).

Al final de la Guerra Civil española fueron muchos los intelectuales y artistas que decidieron marcharse del país. La prensa, la educación y el arte quedaron sometidos a la censura del régimen y rápidamente se convirtieron en una forma de difundir sus principios ideológicos. Aunque la censura se relajaría un poco a finales de los 60, se mantuvo durante toda la dictadura (Delgado, 2020).

El proceso de publicación de las nuevas obras

El franquismo se basó en medidas represivas que buscaban imponer una ideología autoritaria y católica y silenciar las voces que contradecían al régimen. En España se impone la censura «con un doble propósito: el de mantener y fortalecer los valores que pregonaba el régimen y el de filtrar todo el material «contaminante del exterior» (Purificación, 2015).

La censura se institucionalizó en 1938 con la entrada en vigor de la Primera Ley de Prensa, redactada por José Antonio Giménez-Arnau, que buscaba imitar los modelos de propaganda de la Alemania nazi, diseñados por Goebbles, y los modelos de la Italia fascista (Purificación, 2015).

Según esta ley, cualquier autor que quisiera publicar su obra en España debía entregar su manuscrito a la Sección de Censura. Allí, el manuscrito pasaba por dos cribas. En la primera criba, los censores decidían si la obra podía publicarse con algunas modificaciones, o si se prohibía su publicación, ya que, aunque se modificaran partes, la obra seguía siendo «demasiado contraria» a los ideales del régimen. Dichas obras se eliminaban por completo y no veían jamás la luz. Cuando los autores se enteraban de que su obra no iba a ser publicada huían al extranjero para poder publicarla allí, este tipo de literatura obligada a emigrar se conoce como «literatura trashumada». «La segunda criba», cuenta Carrasco Domingo (2014), «consistía en señalar los fragmentos que eran susceptibles de cambiar y que iban en contra de la moral de la época, de la ideología o que su contenido era inapropiado». La censura de estos fragmentos podía hacerse a través de dos vías: la supresión de fragmentos o su adaptación (Carrasco Domingo, 2014).

Se censuraba «cualquier ataque a la Iglesia y la religión, las críticas al régimen, a Franco y al ejército, sin olvidar todo aquello que pudiera considerarse indecoroso» (Purificación, 2015).

En un intento de presentar el aparato censor no como algo falto de control o arbitrario, sino como algo serio, lícito y justificado, en la década de los cincuenta se pidió a Gabriel Arias-Salgado, ministro de Información y Turismo, que redactara una nueva ley de prensa. Sin embargo, Manuel Fraga lo sustituyó como ministro y pasó a ser el encargado de redactar la nueva ley. Fraga promulgó la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 que buscaba «dar a la política del régimen una imagen de apertura y liberalización ante los gobiernos democráticos» (Vázquez, 2019).

Aunque la nueva ley podía parecer de primeras más flexible y menos represiva dotando de mayor libertad a las editoriales y autores, hizo todo lo contrario: reforzó las medidas represivas y dio menos libertad. Según esta ley, ya no era obligatorio entregar el manuscrito a la Sección de Censura para ser censurado, sino que de forma voluntaria se podía entregar el manuscrito a la Orientación Bibliográfica para asegurarse de que la obra no iba a ser prohibida. Los editores podían publicar obras sin pasar por la Orientación Bibliográfica, pero sí estaban obligados a entregar «varios ejemplares de la obra en cuestión al Ministerio de Información y Turismo para que fueran examinados, por lo que igualmente se arriesgaban a que prohibiesen o secuestrasen el libro si contenía pasajes censurables» (Vázquez, 2019).

Aunque si el Ministerio consideraba que la obra no cumplía los requisitos necesarios, esta se prohibía y los editores podían recibir una multa o ser considerados cómplices de delitos, sin mencionar que perdían el dinero invertido en la impresión de los ejemplares enviados, que no eran devueltos por el Ministerio.

Se podría pensar que cuando acabó la dictadura la censura lo haría de igual modo. Sin embargo, hay multitud de traducciones oficiales de libros que todavía son las versiones censuradas.

La traducción como instrumento de manipulación

Como ya sabemos, traducir va más allá de trasladar palabras de un idioma a otro. El traductor hace de «puente» entre dos mundos diferentes y lejanos, no solo traslada palabras, sino que también transmite la cultura de un país a otro. La traducción, aunque a veces sirve para manipular a las masas, también ha sido utilizada como modalidad revolucionaria para luchar contra los poderes hegemónicos y recuperar identidades o afirmar independencias y autonomías (Gibilisco, 2015).

El traductor y los textos traducidos, siempre se ajustan a las expectativas y necesidades de la literatura nacional y del contexto en el que la obra traducida se va a insertar. Según dice Lefevere en su ensayo Traducción, reescritura y la manipulación del canon literario (1997), tanto la selección y canonización de los textos extranjeros importados como la práctica misma de la traducción dependen de unos mecanismos de control dominados por el poder y la ideología. Además, como sabemos, las traducciones literarias del pasado han tenido una gran influencia transmitiendo las corrientes literarias y las obras fundamentales de cada literatura de una nación a otra. Por ello, controlar las reescrituras y traducciones de las obras es de una gran importancia, pues pueden poner en peligro la posición privilegiada de poder (Gibilisco, 2015).

Durante la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista, muchos autores se vieron obligados a exiliarse y los que se quedaron, incluidos los traductores, debieron adaptarse a las medidas del régimen. Dependiendo del contenido, las obras eran eliminadas o se suprimían fragmentos. Es aquí donde el papel del traductor entra en juego. A pesar de que no tenían unas reglas de censura establecidas, se realizaban los cambios teniendo en cuenta las bases ideológicas del franquismo (tradicionalismo, catolicismo, nacionalismo…). Este tipo de censura era denominada censura positiva y, en ocasiones, transformaba la obra de tal forma que acababa totalmente distinta, adscrita a los parámetros nacionales; por esto, perdía su esencia y pasaba a ser una forma más de propaganda y adoctrinamiento (Pardo, 2012).

Las personas que no tenían los recursos para acceder a las obras originales pensaban que las traducciones eran fieles a las palabras del autor, sin saber del proceso de censura.

Cabe destacar que la ideología también controla la producción y la distribución literaria, pues aquellos autores que no tenían sus obras según los cánones y no satisfacían las leyes no eran publicados por editoriales importantes o ni siquiera encontraban un editor (Gibilisco, 2015).

Antes de finalizar la Guerra Civil Española, el Ministerio del Interior creó un primer modelo de premio nacional con el objetivo de galardonar artículos periodísticos. Los premios nacionales de periodismo Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera estaban destinados a recompensar los mejores artículos. Estos premios servían para dar a conocer la concepción cultural del nuevo Estado y para dar más importancia a temas que reflejasen el ideario falangista. En particular, los temas del año de 1940 debían versar sobre la Reconstrucción y La Catolicidad de la Falange, es decir, una literatura al servicio del proyecto político del régimen, sobre todo de la Falange (Lima, 2018).

Esta manipulación se manifestaba en textos, pero también en otros soportes como la subtitulación. Por ejemplo, en un episodio televisivo de la serie americana Centro Médico, que fue doblado en los últimos años de la dictadura franquista, se ve cómo se manipula la traducción:

– Primera traducción: «No tuve el valor de tener un aborto».

– Versión tras pasar por la censura: «Pensé que iba a perder a mi hijo».

La primera traducción se presenta el aborto como una opción, mientras que en la segunda se ve como una preocupación de un aborto natural, pero sin decir la palabra aborto.

Las sociedades americana y española responden a distintos patrones de ideología y conducta en la época, lo cual explica que una situación como el aborto fuese más aceptable en la primera traducción, pero tuviera que ser censurada en la segunda versión (García, 2000).

La traducción tras el fin de la dictadura: autocensura

Finalmente, en el año 1975, después de más de tres décadas del régimen franquista, se suprime la censura existente en la esfera literaria y comienza una época de expansión. En el panorama cultural, gracias a un gran impulso y avance de la actividad literaria, la dependencia del ámbito traductológico de los hechos sociales es cada vez más evidente y permite que se reactive el interés intelectual (Vega, 2001).

Sin embargo, no todas las restricciones en el ámbito literario se mantuvieron en pie durante el transcurso de la dictadura. En el año 1966, uno de los últimos años del Régimen, entró en vigor una nueva disposición, la Ley de Prensa e Imprenta, que suprimía para ese entonces la previa censura, pero que no aplicaba su desaparición, ya que la seguían aplicando en ciertos asuntos como el de secuestro de publicaciones. No obstante, dicha ley permitió pequeños cambios que habilitaban cierta «flexibilidad» a los escritores y traductores (García- Domínguez, Díaz-Peralta y Pinero-Pinero, 2016).

A partir de la entrada en vigor de la disposición, la aparición masiva de libros a finales de la década supuso un gran impulso a la divulgación de la literatura, hecho que aumentó drásticamente el volumen de la lectura y el volumen de la literatura. De esta forma, al pasar los años y después de que las restricciones de publicación desaparecieran, muchas editoriales resurgen con nuevas ediciones y con muchas más ventas, como es el caso de Alfaguara, Alianza y Cátedra. Además, con esta revolución intelectual en el territorio, se recuperan las investigaciones y avances en la ciencia filológica y el ensayo crítico (Goretti, 2008).

Por otro lado, con respecto a la autocensura que realizaban los escritores y traductores para poder publicar los textos en la época del franquismo, muchos reconocen que tenían que realizar su trabajo bajo su propia conciencia censora y ceder ante las exigencias de sus superiores, que en algunos casos llegaban a ser humillantes para su trabajo. La autocensura que debían aplicar a sus textos llegó a ser instintiva. En algunos casos, tenían que llegar a suprimir o negociar con la administración responsable para poder seguir con su trabajo. No obstante, admiten que en ningún momento afectó a sus ideologías y que ellos solo se ajustaban a las exigencias de la época. Por este motivo, al terminar el franquismo, los escritores y traductores siguieron escribiendo de acuerdo con sus propias ideologías y sin afectarles la censura implicada en tiempos anteriores (Abellan,1980).

Por último, es importante destacar el gran movimiento intelectual vigente en la transición de la democracia y en la propia democracia, que convierte a España, según datos aportados por la UNESCO, en el tercer país del mundo con más traducciones para el año de 1977. Asimismo, esta producción literaria seguiría en las próximas décadas, situando a España, como el primer país europeo que más traduce (Goretti, 2008).

Aplicación a un ejemplo práctico: la primera traducción en español de 1984

1984 es considerada una de las grandes obras maestras de la literatura distópica. Su autor, George Orwell, a través del protagonista Winston Smith, imagina en ella un futuro donde la vida de los ciudadanos es controlada por la Policía del Pensamiento y por el Partido, nombre que recibe el único «partido político» que forma el gobierno totalitario de Oceanía, una de las tres superpotencias del mundo, según se explica en la novela. La máxima figura dentro del Partido es el Gran Hermano, a quien todos los ciudadanos deben amar y ser leales de forma incondicional. El Partido lo forman el 15% de la población y, el 85% restante, lo forma el proletariado, grupo social totalmente ignorado por el Partido, al que consideran que no cuenta con la suficiente capacidad intelectual como para organizarse y alzarse en rebelión contra el gobierno (Molina, s.f.).

Además, todo el contenido «cultural» (libros, películas…) pasa por un riguroso proceso de censura. Asimismo, aquellos ciudadanos que muestran algún tipo de disconformidad o pensamiento contrario al Partido son arrestados y, si no se consigue «enderezar su pensamiento», se les hace desaparecer (Comesaña, 2017).

Esta novela fue publicada en 1949, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el nazismo y el fascismo se alzaron en Europa y, concretamente, España se encontraba sumida en la dictadura fascista de Franco. Tal era el compromiso de Orwell en contra de la creciente extrema derecha que, de hecho, durante la Guerra Civil, el escritor viajó a España y militó del lado del Frente Popular. Él mismo dijo, en 1936: «Voy a matar fascistas porque alguien debe hacerlo» (Torrús, 2014).

Como se puede intuir, su libro, 1984, constituye una crítica total a los regímenes de Europa, pero, aún así, una traducción de este llegó a España. Más o menos.

La primera traducción en español de 1984 fue realizada por Rafael Vázquez Zamora para la editorial Destino. Aunque resulte sorprendente, los censores no consideraron escandaloso el contenido político del libro, sino el contenido sexual, al que tacharon de «inapropiado», ya que no seguía los valores morales de la Iglesia Católica, cuando, como todos sabemos, 1984 no es precisamente una obra que pudiera clasificarse como «explícita». Pero, lo que es más, los censores tomaron la obra como una crítica, precisamente, al comunismo soviético, por lo que la utilizaron como un alegato en contra de la ideología comunista. Nada más lejos de la intención de Orwell (Comesaña, 2017).

El expediente en el que queda registrada la solicitud de publicación de esta obra en el AGA (Archivo General de la Administración) es el 3632-50, donde están recogidos todos los trámites de su publicación. En este informe, el censor indica lo siguiente:

La novela de Orwell parte de la ficción de un mundo dividido en tres «supertotalitarismos» al estilo comunista, Oceanía, Eastasia y Eurasia, describiendo la vida infrahumana y esclavitud absoluta de los ciudadanos de Oceanía (léase Norteamérica e Inglaterra) en 1984. Se trata de una parodia bastante pintoresca y lograda, cuya publicación podría autorizarse en principio, ya que su tendencia es anticomunista, si la acción no girase alrededor del tema del «crimen sexual» cometido por un hombre y una mujer, ciudadanos de Oceanía, cuyas leyes prohíben el amor, como contrario a los intereses del Estado. Esta trama implica una serie de descripciones excesivamente gráficas, como las señaladas en las páginas arriba mencionadas de cuya traducción prescindimos por referirse todas al mismo tema. Como la supresión de dichos párrafos no es factible sin perjuicio de la trama no cabe recurrir a tachaduras, a nuestro juicio, debiendo aconsejarse la desautorización de la obra.

Lector VIII

Una vez explicado lo anterior, procederemos a realizar una comparación entre el texto original y el texto meta obtenido por Vázquez Zamora (1971), ayudados por el análisis de Vázquez Lachaga (2019).

Podemos encontrar, en la traducción española de 1984, la eliminación de escenas por distintas causas. Por ejemplo, hay fragmentos que se omitieron porque considerarse que había en ellos contenido sexual como, por ejemplo, en la página 175:

Julia woke at the sound, stretched herself luxuriously, and got out of bed.

‘I’m hungry,’ she said. ‘Let’s make some more coffee. Damn! The stove’s gone out and the water’s cold.’ She picked the stove up and shook it. ‘There’s no oil in it.’

‘We can get some from old Charrington, I expect.’

‘The funny thing is I made sure it was full. I’m going to put my clothes on,’ she added.

‘It seems to have got colder.’

Winston also got up and dressed himself.

Esta escena se consideró como escena de desnudo (señalado en negrita), por lo que se omitió todas aquellas partes que pudieran sugerir que los personajes no tenían ropa, de forma que se obtuvo lo siguiente, que aparece en la página 167 del texto de Vázquez Zamora:

Julia se despertó.

—Tengo hambre —dijo—. Vamos a hacer un poco de café. ¡Caramba! La estufa se ha apagado y el agua está fría. —Cogió la estufa y la sacudió—. No tiene ya gasolina.

—Supongo que el viejo Charrington podrá dejarnos alguna —dijo Winston.

Él también se levantó.

Asimismo, se prescindió de fragmentos que atacaran o fueran en contra de la religión católica, como ocurre en el siguiente párrafo de la página 164: 

In the past the need for a hierarchical form of society had been the doctrine specifically of the High. It had been preached by kings and aristocrats and by the priests, lawyers, and the like who were parasitical upon them, and it had generally been softened by promises of compensation in an imaginary world beyond the grave. The Middle, so long as it was struggling for power (…).

De esta forma, se omitió lo resaltado en negrita, obteniendo como resultado el siguiente fragmento, de la página 155: 

En el pasado, la necesidad de una forma jerárquica de la sociedad había sido la doctrina privativa de los Altos. Fue defendida por reyes, aristócratas, jurisconsultos, etc. Los Medianos, mientras luchaban por el poder (…).

Por último, y quizá lo más sorprendente, son las pocas eliminaciones de fragmentos a causa de la censura de tipo político, que suman un total de tres en todo el libro. Entre ellas, destacamos la siguiente, que se encuentra en la página 165:

 The idea of an earthly paradise […] had haunted the human imagination for thousands of years. And this vision had had a certain hold even on the groups who actually profited by each historical change. The heirs of the French, English, and American revolutions had partly believed in their own phrases about the rights of man, freedom of speech, equality before the law, and the like, and have even allowed their conduct to be influenced by them to some extent. But by the fourth decade of the twentieth century all the main currents of political thought were authoritarian. The earthly paradise had been discredited at exactly the moment when it became realizable.

De ella, se omite todo lo resaltado en negrita, donde se hace referencia a temas como los derechos del hombre, la libertad de expresión y la igualdad ante la ley. Este es el párrafo obtenido por Vázquez Zamora tras la censura, que encontramos en la página 156: 

La idea de un paraíso terrenal […] estuvo obsesionando a muchas imaginaciones durante miles de años. Pero ese paraíso terrenal quedó desacreditado precisamente cuando podía haber sido realizado.

Conclusión

Finalmente, después de analizar los distintos temas previamente expuestos, podemos concluir que la traducción, para bien o para mal, es un claro instrumento de manipulación de masas, ya que gran parte de la información que se consume en el país proviene de fuentes extranjeras.

Bibliografía

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