Operación Cuelgamuros

Operación Cuelgamuros

Un cuento republicano de la mano del compañero Juan Carlos Andreu.

Habíamos elaborado un plan perfecto, sin fisuras. Hoy era el día D. a las seis de la mañana, y allí estábamos los tres, en una vieja nave del polígono industrial de Alpedrete convertida en un improvisado Hangar.

Dolores la pintora. Una Joven vallecana especialista en movimientos de lucha en la calle, y sobre todo en realizar magníficos grafitis de contenido republicano. Las distintas clases de pintura, y todas sus características no tenían secretos para ella. Su abuelo, prisionero Republicano había muerto en la construcción Del Valle. Ella Jamás pudo soportar que estuviese enterrado junto a su asesino. 

Tomás el piloto. De nacionalidad mexicana, y financiero de la operación. Había venido a España para convalidar su título de piloto de helicópteros, ya que era propietario de una empresa de alquiler de los mismos. Su abuelo, refugiado Republicano se había establecido en Veracruz , el puerto donde arribó en 1940 con dos condenas de muerte a sus espaldas. Tenía en su bolsillo el billete del avión de regreso y se sumó al proyecto por convicción Republicana.

En cuanto a mí, se puede decir que como ideólogo de la operación me he encargado de la planificación y reclutamiento. El Valle de los Caídos me tenía obsesionado. Se trataba de un trágala para los vencidos, y una demostración de fuerza y odio que el dictador planeo como un nudo más, para dejarlo todo atado y bien atado.

Era el año 1965, y yo con mis quince añitos estaba recién incorporado al mundo del trabajo. Había viajado a Madrid para asistir a unos cursos organizados por Philips para radiotécnicos que quisieran aprender a reparar televisores, y para celebrar el final de los mismos la empresa organizó una excursión por la llamada ruta imperial, incluyendo como destino El Valle de los Caídos. Durante el trayecto un colega bastante entrado en años, me fue relatando la historia de su construcción. Miles de prisioneros de guerra se habían visto sometidos a trabajos forzados, encontrando una muerte cruel, precedida de mucho tiempo de sufrimiento y vejaciones.

Ellos habían sido la mano de obra gratuita, utilizada por el régimen del dictador para construir aquel monumento exaltando la traición de unos militares asesinos, y dando forma de victoria a un genocidio.
Aquella historia, y a pesar de mi corta edad, me produjo tanta indignación y asco que cuando llegamos a la inmensa tumba no me bajé del autobús.

Contábamos con menos de media hora antes del alba, para preparar el compresor y conectarlo al sistema eléctrico del helicóptero. También debíamos tener listas las tres pinturas vinílicas y la emulsión fijadora.
Cuando llegó la hora de despegar la emoción nos impedía hablar. Todos sabíamos lo que teníamos que hacer con absoluta coordinación. El tiempo de vuelo desde Alpedrete hasta el objetivo no superaba los cinco minutos. El aparato se dejó caer suavemente desde el monte Abantos hasta la vertical de la enorme cruz. Cuando estábamos a una distancia de tres metros sobre su brazo izquierdo comenzó el trabajo de Dolores. Con la puerta abierta Tomas puso el aparato en posición de estacionario y la experta grafitera cambiando el Espray por la boquilla de la manguera comenzó a rociar pintura morada. Tomás atento a la cobertura del producto desplazaba con movimientos suaves el helicóptero a lo largo de Los cuarenta metros del brazo. Pasadas desde arriba, desde el frente y la trasera del enorme brazo, así hasta que la capa de pintura morada cubrió toda la piedra. A continuación le tocó el turno al mástil central con la pintura amarilla. Cuando Tomas y Dolores terminaban su trabajo con el brazo derecho y la pintura roja. Aparecieron cuatro frailes benedictinos en ropa interior elevando los brazos al cielo y profiriendo unos gritos desgarradores, hasta el punto que podíamos oírlos pese a la distancia y el ruido de los motores. Al ver que no les hacíamos caso y continuábamos nuestra labor, entraron en un estado de tal desesperación que hincados de rodillas en el suelo, tan pronto juntaban las manos en actitud suplicante, como se mesaban la tira de pelo que conservaban alrededor de la enorme calva. Ante este espectáculo y debido a todos los ejercicios que habíamos hecho para perfeccionar nuestra coordinación bastó una sola mirada entre los tres para que Tomas tomara la vertical sobre los desgraciados y Dolores los rociara con pintura roja. El espectáculo era inenarrable. Aquellas figuras de estómagos prominentes y calzones a medio caer, adornados con abundantes chorretones rojos, emprendieron una huida tan desesperada como cómica. Ya solo nos quedaba dar algunas pasadas por toda la cruz para que la emulsión fijadora dificultase al máximo su limpieza.

Cuando dimos la vuelta de reconocimiento pudimos comprobar con satisfacción nuestra obra. Mientras a lo lejos percibimos las luces azules de un coche de la guardia civil procedente del Escorial.
Donde minutos antes estaba un icono del cristianismo, de dimensiones enormes, sibilinamente mezclado con el asesinato masivo perpetrado por golpistas, Ahora lucia una enorme bandera republicana.

Solo nos quedaba regresar al improvisado hangar, abandonar el Helicóptero y el resto del material, y cada uno con su coche emprender el camino a nuestros distintos destinos.
Tomas, nuestro experto piloto partía hacia Barajas donde en una hora su avión despegaría con destino a Veracruz, donde llegaría con mucha alegría,la satisfacción del deber cumplido y muchas cosas que contar.

Dolores. A su querido barrio de Vallecas, para continuar su militancia de protesta callejera, después de haber pintado el que sería él grafitis más famoso de su vida.

Y yo a mi casa, para comprobar las consecuencias mediáticas inmediatas a nuestro trabajo.
En Moncloa se había constituido un gabinete de crisis. Dirigiendo el mismo, la Vicepresidenta del gobierno. Representando a la Iglesia, el presidente de la Conferencia Episcopal. Y el Abad Benedictino de cuelga muros. Y como experto en comunicación. El presidente del grupo mediático más importante del país.

A los pocos minutos de nuestra retirada salto la noticia. Un comando de activistas Republicanos había profanado la Santa Cruz Del Valle de Los Caídos pintándola con los colores de la tricolor.
Los medios de comunicación enviaron reporteros gráficos para cubrir la noticia. Las redes sociales hachaban humo.

Todos se preguntaban. ¿Quién estaba detrás de la operación para dar apoyo a Los autores del crimen?
En principio la discusión se centraba en la posibilidad de intentar un proceso de limpieza muy rápido. Pronto los expertos que examinaron la pintura en los calzoncillos de los monjes informaron de la dificultad para eliminarla en poco tiempo. Al tener un componente de fijación se requería el frotado directo y esto representaba un largo trabajo con dudosos resultados.

Se estudió la posibilidad de montar una carpa gigante que ocultase la cruz mientras se terminaba el trabajo de limpieza.

Mientras, los medios internacionales empezaban a hablar de una organización bolchevique interesada en terminar con la Monarquía española, que había dotado de recursos sin límite a los Republicanos españoles.

Cuando la discusión estaba en todo su apogeo un ujier entro en la sala y se dirigió a la vicepresidenta anunciando.
Su majestad el Rey está aquí. La sorpresa fue mayúscula.
Cuando el Rey Felipe entro en la sala todos los asistentes se pusieron en pie, siendo incapaces de disimular su cara de sorpresa y disgusto.
El Rey tomó la palabra y dijo:
Sra. Vicepresidenta, monseñor, reverendo padre, Sr.Truan.
Comprendo su sorpresa y malestar por mi presencia en esta reunión. Se perfectamente el papel que la Constitución me asigna. Como ustedes saben perfectamente el asumirlo me resulta muy fácil, y de mi agrado. Me encanta la pasividad, y la práctica tacto testicular, alternada con algún viajecito y salida por Malasaña en plan campechano tal y como me enseñó mi querido padre. Pero estamos ante una situación de emergencia que puede poner en peligro la sagrada institución Monárquica que tanta paz y estabilidad proporciona al país y a sus abnegados gobernantes.

Nunca desde la coronación de mi padre por designio del excelso Caudillo se había pronunciado tantas veces la palabra República en los medios de comunicación nacional e internacional.
Por otra parte la continua visión de los colores republicanos incrementa mi sensación de peligro produciéndome un desagradable malestar.

En los medios extranjeros se preguntan quién está detrás de esta acción. Nadie cree en la versión de un comando Republicano sin identificar. Alguien les ha dado apoyo logístico y económico. Espero que la señora vicepresidenta como responsable directa de los servicios secretos españoles tenga algo que decir.
Nada más lejos de mi intención que influir en sus decisiones pero creo que a este asunto hay que darle una respuesta rápida y eficaz. Se estarán preguntado cuál es. En mi opinión no puede ser otra que la voladura controlada De la Cruz mancillada.

Tanto el presidente de los obispos como el abad benedictino se levantaron como si les hubieran puesto un muelle en el culo. IMPOSIBLE, SACRILEGIO exclamaron.

Calma reverendo. La desaparición del problema le puede ahorrar a usted serios disgustos. Tarde o temprano no podrá evitar explicar de forma transparente y no imaginativa el déficit de 750.000 € anuales en las cuentas Del Valle.

En cuanto a usted monseñor solo recordarle que la gigantesca Cruz era el nexo de unión entre el poder de la dictadura y el De la Iglesia. La unión de ambos poderes aseguraba la permanencia del monumento. También quiero decirle que el sacrilegio ha sido cometido por los autores de este abominable hecho. Ahora la decisión no sería volar una gran cruz cristiana sino una piedra enorme pintada con los colores republicanos.

Señores esta es mi opinión que por supuesto no trata en ningún caso de influir en su decisión. Buenos días.

Cuando cuarenta y ocho hora más tarde se produjo la voladura controlada De la Cruz decorada.
Y al atenuarse el eco de la explosión entre el polvo y el humo se pudo oír un coro de treinta y cinco mil voces que desde La cripta entonaba una estrofa del el himno de Riego. 

El mundo vio nunca
más noble osadía,
ni vio nunca un día
más grande el valor,
que aquel que, inflamados,
nos vimos del fuego
excitar a Riego
de Patria el amor.


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