Parece que el rey Juan Carlos I no solo quiere volver a España, sino que pone sus condiciones. Ah, truhan, tú siempre tocando las pelotas. Que quiere vivir en La Zarzuela y que le devuelvan la asignación que tenía como miembro de la Casa. Las gentes se echan las manos a la cabeza. ¡Cómo se atreve! ¡Después de lo que ha hecho! Etcétera. Yo, muy al contrario, no tengo palabras para expresar el alegrón que me daría su retorno.
Tengamos en cuenta que el que le da la patada a Juan Carlos es su propio hijo y rey de todo este vasallaje que supone el reino de España, Felipe VI. Lo echa de casa y le quita la paguita. Eso al tipo le ofende. A usted también le pasaría. Él, que ha hecho toda la vida lo que le ha salido del kiwi a cargo del impuesto de sus siervos, o sea nosotros y nosotras; él, que ha mangoneado entre los países que le ha dado la real gana llevándose su aparte en millones de euros siendo Jefe del Estado español; él, que en realidad no es que sea inmoral, sino que no lleva en el ADN la diferencia entre el bien y el mal; él, que se ha dedicado a matar bestias preciosas por el simple placer de matar, sí, de matar; él que, en definitiva, ha dedicado toda su vida presuntamente, presuntamente, presuntamente a actividades delictivas, ¿cómo va a tolerar acabar sus días en un resort de lujo?
Perdóneseme la osadía, pero Juan Carlos I no quiere volver porque se siente humillado, por recuperar una paguita a la que ni siquiera considera dinero ni por lo de la Zarzuela. El rey Juan Carlos quiere volver por venganza, por tocar las pelotas. Y hace bien, porque al fin y al cabo esta es una historia de familia y, en las familias, ya se sabe.
Por eso deseo fervientemente que el hombre se salga con la suya y regrese a tierras españolas. Llevamos ya demasiado tiempo, más del que nuestra paciencia debería permitir, oyendo la sonrojante martingala de que "una cosa es la persona y otra la institución". Desde el Gobierno, con el presidente Sánchez a la cabeza, hasta todos los grandes medios de comunicación han tratado de salvar la cara al rey Felipe VI, desligándolo de las actividades delictivas de su padre, como si fueran dos tipos que no se conocieran ni hubieran compartido los años de fechorías de Juan Carlos, como si el actual rey no se hubiera beneficiado de los delitos de su padre.
El regreso del emérito dejaría en cueros a todos, demostrando que sí, que lo de la monarquía es un feo asunto de familia al que deberíamos poner fin inmediatamente. Ah, pero eso echaría abajo todo el entramado económico y político que el dictador Francisco Franco dejó atado y bien atado. Los partidos políticos, todos los que participaron de la vergonzosa Transición española, aparecerían como lo que son, cómplices de un proceso político que permitió a los criminales seguir gobernando este país. Los mismo pasaría con las grandes empresas, los sistemas financieros, las "grandes familias" y todos los medios de comunicación que lo han callado durante cuarenta años de democracia.
Que vuelva ya, caray. Que por fin haga algo a favor de la población española. La venganza de Juan Carlos I sería lo mejor que nos podría pasar. Por eso ni siquiera este Gobierno taaan de izquierdas se lo va a permitir. Pero, ¿acaso no ha hecho siempre lo que le ha salido del bonito lugar del que procede la monarquía?
Fuente → blogs.publico.es
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