El borboneo del Rey
 
El borboneo del Rey
Manuel Ruiz Robles

El borboneo es una tradición histórica de la monarquía española, a la que tampoco es ajeno el actual rey Felipe VI, jefe supremo de las Fuerzas Armadas, blindado por la inviolabilidad que le otorga la Constitución del 78. Por tanto inviolable, al igual que su padre, que sigue siendo tan impune como el hijo.

Su actitud extremadamente conservadora -pese al maquillaje que le otorgan los medios, controlados mayoritariamente por el poder financiero- da cobertura de hecho a la extrema derecha en el ejército, la policía y la judicatura, favoreciendo de ese modo un ultranacionalismo españolista que contamina la sociedad.

El borboneo en las Fuerzas Armadas consiste, sobre todo, en la influencia nociva que ejerce el Rey mediante algunos de sus más fieles y serviles generales. Lo hizo también su padre Juan Carlos I, apoyándose en el general Armada, al que luego traicionó.

Puesto clave para el borboneo lo es el de jefe del Cuarto Militar del Rey, que ostenta el grado de teniente general o de almirante, como lo fue uno de los almirantes firmantes del famoso manifiesto franquista en diciembre de 2020, en contra del Gobierno socialista.

Los edecanes del Rey juegan un papel no menos importante en los enredos reales, como es el caso del actual presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco. Un general de división que además llegó a ostentar el cargo de comandante general de la Infantería de Marina, provocando un fenomenal escandalo mediático con sus declaraciones en un selecto club de Madrid, en febrero de 2013, cuando aún estaba en la Reserva.

La vinculación de la extrema derecha militar con la monarquía se hace sentir en no pocas decisiones de ascenso al generalato, propiciadas por el citado borboneo. Algunos de estos militares -a menudo de menor valía profesional que muchos de sus compañeros de armas- son ascendidos tras años de cobarde paripé, transformándose en furibundos franquistas tan pronto como pasan a la cómoda situación de retirados.

Prueba de ello es que medio siglo después de la muerte del general genocida Francisco Franco, siguen sus más exaltados partidarios amenazando y prevaricando desde el ejército, la judicatura y la policía.

Hace unos días, un militar retirado, diputado ultraderechista en el Parlamento español, ostentando graduación, uniforme y banderín de dos estrellas -correspondiente a general de división- ha amenazado públicamente mediante su cuenta de Twitter a más de medio país, adornando sus palabras con una profusión de banderitas bicolor, eso sí, muy constitucionales.

Por si fuese poco, hace también unos días, la XIX promoción del Ejército del Aire convocó una comida para celebrar el día de Nuestra Señora de Loreto, patrona de la Aviación española. Se trata de una promoción que saltó a los medios debido a un famoso chat, desde el que un general retirado propuso como solución final el fusilamiento de 26 millones de españoles. Sin embargo, estos “ejemplares soldados”, excluyeron de tal acto a uno de sus miembros. Se da la circunstancia de que la comida se convocó en la residencia militar “El Alcázar”, un centro dependiente del Ministerio de Defensa.

El militar excluido, por tanto discriminado ideológicamente, ha sido el teniente coronel de Aviación, ya retirado, José Ignacio Domínguez, uno de los militares más respetados por todos nosotros, antiguo dirigente de la Unión Militar Democrática (UMD) y actualmente Vicepresidente del Foro Milicia y Democracia (FMD).

Sucesos del mismo cariz, no solo en las fuerzas armadas sino también en la judicatura, forman un continuum desde hace casi medio siglo, sin contar los cuarenta años de sanguinaria dictadura. Son sucesos que comportan un evidente odio ideológico, además de una intolerable discriminación, que podría calificarse de racista; no por el color de la piel, sino por el color de un gen.

En efecto, el Dr. Vallejo-Nájera, el Mengele de Franco, llegó a preconizar la existencia de un “gen rojo”. Un extravagante pretexto para incitar a la persecución y exterminio de un sector de la población no afín al ideario franquista. Genocidio perpetrado contra personas decentes, ya fuesen estas progresistas o simplemente demócratas.

La famosa División Azul, integrada en la Werhmacht, cuyos miembros juraron lealtad y obediencia al jefe del partido nazi Adolf Hitler, fueron enviados a Rusia con el fin de matar comunistas. Finalmente derrotados por el Ejército Rojo en la batalla de Stalingrado; no consiguiendo, por tanto, la deseada extinción del odiado gen. Felizmente, el ejército ruso contribuyó decisivamente a la Victoria de los aliados sobre la barbarie nazi y a la paz en Europa.

La preocupante inacción del Gobierno, ante tanta indecencia, puede acabar siendo interpretada por la ciudadanía como cobardía, y, más pronto que tarde, su electorado podría hacérselo pagar caro en una próxima contienda electoral.

El desastre, de producirse, tendría como una de sus causas principales el famoso borboneo, que desde la trastienda del régimen actúa con la doblez tradicional de la realeza española, mediante dimes, diretes y obscuras componendas.

Todo el ruido orquestado, incluidas las amenazantes balas que recibió en sobre cerrado el ex Vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, dificulta en gran medida la acción del Gobierno de coalición progresista, poniendo en riesgo el programa pactado.

Por otro lado, no debe subvalorarse la indignación que la sangrante impunidad de los crímenes del franquismo está suscitando en un sector sensible de la ciudadanía. Por tanto un grave ultraje hacia las victimas de la dictadura, al que se añaden los escándalos de corrupción de la Corona, encarnada en la persona inviolable del Rey, cuya onda expansiva esta causando estragos en el tambaleante régimen monárquico del 78.

Estos escándalos, de ámbito nacional e internacional, socavan de forma acelerada los apoyos al régimen monárquico, causando sin embargo una adhesión fanática al Rey por parte de una furibunda reacción ultranacionalista, base electoral de la ultraderecha, presente ya en el Parlamento español.

Toda una tormenta perfecta, si no se ataja pronto tanto disparate.