Durante el franquismo, la homosexualidad se condenaba a nivel moral, policial y judicial

 Es especialista en la represión franquista sobre el colectivo LGTBI, ha preparado un informe para el Gobierno Foral sobre la realidad acaecida en Navarra

Geoffroy Huard: "Durante el franquismo, la homosexualidad se condenaba a nivel moral, policial y judicial" / Jesús Barcos 

Es especialista en la represión franquista sobre el colectivo LGTBI, ha preparado un informe para el Gobierno Foral sobre la realidad acaecida en Navarra

Geoffroy Huard (París, 1982), profesor universitario con doble nacionalidad franco-española, se encuentra estos días en Pamplona para presentar el martes el informe que ha elaborado para el Instituto Navarro de la Memoria, sobre la represión del colectivo LGTBI de Navarra durante el franquismo y la Transición, como uno de los aspectos necesarios de recordar para el refuerzo de una cultura democrática.

Aborda en su informe un aspecto de la represión franquista más desconocido.

–Sí, un año llevo con él, son 140 páginas, y he tratado de investigar buscando entre las fuentes ahora mismo disponibles para ver cómo funcionaba la represión durante la dictadura, en la que se hablaba más bien solo de homosexualidad.

Y no ha sido sencillo.

–Hay una dificultad de acceso a las fuentes. Durante la dictadura, las fuentes judiciales en caso de homosexualidad dependían del juzgado de vagos y maleantes de Zaragoza.

El nombre ya es terrible.

–Luego la ley se reformó, y en 1970 se convirtió en 'peligrosidad y rehabilitación social'. De hecho no condenaba solamente a los homosexuales, sino sobre todo a mendigos, prostitutas callejeras. Todos de clases sociales bajas, humildes y con pocos recursos. En estos expedientes de peligrosidad no aparece una persona de clase alta, o si aparece lo hace detenida, pero luego no resultaba condenada.

Muy ilustrativo del sesgo clasista y la hipocresía de la dictadura.

Efectivamente. Había un sesgo clasista importante. En Navarra por ejemplo hubo algunos casos de militares o de jueces que al final tenían que pedir la jubilación anticipada o dejar el Ejército, pero no resultaban condenados.

Y ese archivo de Zaragoza le ha imposibilitado investigar.

–Ahí está el archivo tanto de vagos y maleantes como el fondo de peligrosidad y rehabilitación social. Estuve allá, hablé con la jueza titular, pero hay un freno institucional porque no quería que yo consultara esas fuentes.

¿Por qué?

–Por motivos técnicos supuestamente, o derecho a la intimidad, pero yo estuve consultando fuentes en Catalunya, Andalucía o Madrid, y no hubo ningún problema. He estado hablando también con el senador por Navarra, Koldo Martínez, y estamos viendo con el Ministerio de Justicia si puede haber una carta o un método para tratar de consultar esas fuentes, que ahora mismo están durmiendo en el sótano del juzgado de vigilancia penitenciaria de Zaragoza.

Con lo cual, ha tenido que ir a tientas en muchos aspectos.

–Sí, dependemos también de la buena voluntad del director o de la directora de los archivos. Traté de consultar también en el País Vasco y fue lo mismo. Un investigador solo puede consultar una selección de expedientes, hecha por la director, luego ella oculta algunos datos, y se basan todos en la misma ley, supuestamente. No podemos consultar documentos de menos de 50 años, pero en otras partes sí se puede hacerlo.

Hubo una emigración a otros territorios. En Navarra debía ser muy difícil vivir esa condición sexual.

–Si uno podía disimular, por ejemplo si era una persona no afeminada, podía ocultar su sexualidad y tener relaciones sexuales de manera oculta en el parque de la Taconera, por ejemplo, o en los urinarios de la Plaza del Castillo. Pero personas por ejemplo afeminadas o trans tenían que emigrar, y muchos lo hicieron a ciudades más abiertas de alguna forma, incluso durante la dictadura, como por ejemplo Bilbao, y sobre todo Barcelona, donde había una represión menos importante que en una pequeña ciudad como Pamplona, y donde además radicaba una comunidad LGTB, por decirlo con terminología de hoy.

¿Cuál fue la época más dura de la represión?

–Diría que a partir de la reforma de ley de vagos y maleantes en el año 70, cuando se convierte en peligrosidad y rehabilitación social, aumentó la represión policial, porque obviamente hay muchos tipos de represión. Y aumentó entonces debido al contexto internacional de liberación homosexual, por ejemplo en Francia, en Reino Unido o en Estados Unidos. También el contexto de Mayo del 68, el movimiento feminista... En España trataron de evitar a toda costa este tipo de apertura moral o sexual. Incluso, a principios de los años sesenta, cuando empezó lo que se conoce como 'el desarrollismo' con el boom turístico, las autoridades franquistas temieron esas nuevas normas morales y sexuales que traían los turistas extranjeros, y trataron de frenar esa apertura.

Además de acudir a archivos, ¿ha entrevistado a represaliados?

–He hablado con muchas, pero es difícil dar con ellas, sobre todo de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. He podido ver cómo funcionaba la represión no policial, de no poder expresar por ejemplo su transexualidad. Esa represión era importante y estaba más difuminada.

El estigma en gran parte de la sociedad, el papel de la religión...

–Y sobre todo en Pamplona, y en Navarra en general, el poder de la Iglesia fue importante. Todos esos discursos que fomentaban la sexualidad únicamente para tener hijos, entre la pareja tradicional hombre y mujer, se difundían por todas partes. Y lo que no tenía que ver con este tipo de pareja, se condenaba a nivel moral, policial y judicial.

¿Hubo abusos o torturas en comisarías?

–Hay varias personas que afirman haber dicho que eran homosexuales, pero que luego se retractaron y dijeron haber sufrido violencia policial durante el interrogatorio. Y eso lo comentan cuando tienen que declarar ante el juez. No sé si fue estrategia para evitar la condena o si realmente así fue. No hablan de tortura pero sí que hablan de métodos coercitivos importantes.

Hoy hay personas con problemas a la hora de buscar una residencia. Posos presentes del pasado.

–Efectivamente, se suele hablar de una especie de vuelta al armario cuando esas personas son mayores. Hay muchas dificultades en cuanto a las residencias. Pero he visto en las entrevistas que mucha gente no quería hablar, todavía con miedo, me decían, porque en Pamplona por lo visto el Opus Dei sigue siendo poderoso, y no quieren comentar algunos temas, porque saben que podrían tener algunas dificultades, a nivel laboral o de vivienda, y dificultades también por el contexto de la extrema derecha en España, y las distintas agresiones que vemos a menudo en los medios de comunicación. Así que hubo personas que prefirieron hacer las entrevistas de forma anónima y que no quisieron comentar algunos puntos.

Usted es historiador. Edificar una memoria y convivencia democráticas, una vida en libertad, también conlleva atender esta cuestión.

–Sí, puede haber alguna oposición en ciertas universidades, que lo ven como militancia, pero es un tema que se debe de abordar. La memoria democrática no es solamente de las personas desaparecidas, sino también del colectivo LGTB, donde no hay transmisión gneracional. Es difícil encontrar a esas personas, porque muchas han muerto por la pandemia del sida, por ejemplo, en los ochenta y principios de los noventa, y esto es importante y se debe conocer.

Como historia de Navarra, en este caso.

–Por supuesto. Porque los estudios que existen sobre la homosexualidad durante la dictadura se han centrado en capitales, principalmente. Es importante ver cómo funcionó en ciudades más pequeñas.

Esta investigación, como ocurre en los temas de memoria, corre prisa.

–Es como una introducción, sé que hay otras personas que quieren trabajar este tema. Es necesario desarrollar lo apuntado en este informe. Y reunir un archivo de entrevistas grabadas comoel Instituto Navarro de la Memoria hace con represaliados por otros motivos , porque si no cuando mueran esas personas la documentación morirá con ellas.

¿En ese informe hay algún capítulo sobre las mujeres lesbianas?

–Lo comento, pero no hay información ahora mismo. En los archivos no aparecen. Las leyes que condenaban la homosexualidad eran para los hombres. Me he entrevistado con algunas mujeres lesbianas o transexuales, que vivieron los últimos años de la dictadura. Eran completamente invisibles, no tiene nada que ver con la homosexualidad masculina, que sí aparecía de alguna forma en el espacio público.


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