La colonización española como salvación

La colonización española como salvación
Santi Amador

Recientemente hemos asistido a una ofensiva ideológica de la derecha y la ultraderecha española cuestionando el genocidio indígena y la destrucción de civilizaciones por parte del Imperio español en América. Aznar, Abascal y sus medios afines insisten en que España liberó a los pueblos indígenas de un poder que califican incluso de “caníbal”, como vomitó Toni Cantó el “defensor” del español en una comunidad autónoma con ninguna lengua cooficial que “compita” con el castellano.

Desde una absoluta desvergüenza y desprecio por la verdad histórica niegan que hubiera un genocidio, hablando de que simplemente España se hizo más grande y extendió los derechos humanos; palabras de dirigentes de la ultraderecha.

Y es, no porque lo diga el Papa o el presidente de México, que en realidad hubo un genocidio, y una esclavización de la gente que sobrevivió. Ignoran, porque no les interesa, que este exterminio de los nativos americanos hizo necesario el secuestro y la muerte de millones de personas del continente africano, ciudadanos de segunda aún en la mayoría de países del continente americano.

América no fue descubierta por Colón ni por los españoles u otros europeos. 500 años antes de la Corona española, otros europeos habían hecho incursiones o incluso habían establecidos asentamientos en algunos territorios, como la actual Terranova, Canadá. Estos primeros colonos de origen nórdico no fueron más allá. Aún así, miles de años antes, con numerosos bailes de cifras —aunque claramente demostrado que al menos hace 15.000 años—, personas procedentes de Asia atravesaron el estrecho de Bering entre Siberia y Alaska o a través de otras rutas llegaron a otras zonas del continente americano.

Estos pueblos, como sucedió en otras partes del mundo, pasaron a través de distintas etapas. Inicialmente fueron cazadores-recolectores; más tarde se produjo el desarrollo agrícola y en algunos casos se crearon grandes civilizaciones que nada tenía que envidiar en su desarrollo —aunque eran sociedades divididas en clase— a los pueblos europeos.

Pero, superando esta visión desarrollista y eurocéntrica, podemos afirmar que en América existían cientos de pueblos y lenguas con un valor por sí mismos, más allá de desarrollar o no imperios como si ocurrió en el caso de los Aztecas o los Incas.

Aún incluso cuando no pueden negar los hechos, estos revisionistas históricos argumentan que esto pasó hace 500 años y que crímenes los han cometido todos los imperios, algo sin duda cierto.

Opresión

La diferencia es que la invasión romana de la Península Ibérica hace miles de años, o el establecimiento de distintos reinos musulmanes en la misma durante la Edad Media, no tiene consecuencias negativas sobre las condiciones de vida de la población actual peninsular. Tampoco los hechos violentos, que sin duda tuvieron lugar, no se celebran como fiesta nacional en ninguno de los estados “herederos” de los pueblos comentados.

Hoy, la población de origen nativo americano sufre una gran opresión. En Estados Unidos viven en reservas donde la desesperación lleva a muchas personas al alcoholismo; en la Canadá que presume de país modelo de los derechos humanos han aparecido cientos de cadáveres de niños y niñas —robados a sus familias y contra los que se produjeron abusos psíquicos y físicos— en instituciones católicas. Pero nos dirán que eso era lo que hacían los colonizadores ingleses o franceses y que los españoles eran distintos.

Pero miremos México, que el levantamiento zapatista de 1994 puso en evidencia la situación inhumana en la que viven sus pueblos originarios; Colombia o Brasil, cuyos dirigentes ultraderechistas promocionan la limpieza étnica; o el pueblo mapuche, perseguido en Chile y Argentina.

Defender la Hispanidad, los “logros” del Imperio español no tiene nada de progresista. La lucha contra las grandes empresas españolas que explotan a los pueblos multiétnicos de América debilita a los mismos capitalistas que nos explotan aquí. No hay emancipación de las y los trabajadores, así como de los pueblos bajo el paraguas del patriotismo, el refugio de los cobardes que pretende esconder las miserias de tantos parásitos bajo una gran bandera.

Imagen: Detalle del mural de Diego Rivera, La conquista o la llegada de Hernán Cortés en Veracruz, en México DF


Fuente → marx21.net

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