El día 11 de noviembre de 2007. Madrid. Un joven de 16 años, Carlos Palomino, viajaba en metro tras haberse subido en la estación de Legazpi. Iba a participar en una manifestación antifascista en protesta por otra convocada por la ultraderecha del partido Democracia Nacional
contra la inmigración. El adolescente no sabía que esa sería el último
viaje en metro ni la última manifestación en la que participaba. Su
vagón de metro se iba a convertir en pocos minutos en el habitáculo de su último viaje en la vida.
Un soldado profesional del Ejército de Tierra, alto, robusto, con la cabeza rapada, neonazi y de 24 años de edad, Josué Estébanez, también iba en ese mismo vagón de la muerte con destino a la estación de Usera para asistir a la manifestación de Democracia Nacional. El militar ultra, apoyado en una de las puertas, momentos antes de que el metro hiciera su parada, le asestó una fuerte puñalada en el pecho que acabó con la muerte de Carlos Palomino prácticamente al instante.
Le clavó en el corazón una navaja y murió casi al instante
Según constataron las grabaciones de las cámaras de vídeo del metro, en la estación de Legazpi subieron varias decenas de jóvenes antifascistas que iban a la contramanifestación en la que iba a participar Josué Estébanez. En la grabación se ve como el militar tras subirse los jóvenes, sacó una navaja con una hoja de 25 centímetros de su bolsillo y la ocultó abierta tras su espalda. Estébanez portaba una sudadera con simbología neonazi lo que hizo que Carlos Palomino se lo recriminase. Tras ese incidente, es cuando Estébanez clava la navaja al joven antifascista lo que le provocó la muerte minutos después en una carpa sanitaria improvisada en el paseo de Delicias.
Otro herido muy grave y otro con el dedo amputado
Los pasajeros del tren huyeron despavoridos mientras otros jóvenes
antifascistas más un guardia de seguridad intentaban en vano detener a
Josué Estébanez que huyó, no sin antes que el militar asestara otra
puñalada a otro joven, que resultó herido grave, e hiriese a otro al que
le cortó en un dedo. Estébanez fue interceptado fuera del vagón por una
treintena de compañeros de Palomino y finalmente detenido por la Policía Municipal.
Durante el juicio el asesino alegó que actuó “por miedo” y en legítima defensa pero fue condenado a 26 años de cárcel (19 años por el delito de asesinato con la agravante de odio ideológico y 7 por tentativa de homicidio). Es destacable que, por primera vez, se aplicó la agravante de motivos ideológicos.
Aficionado del Rayo y de izquierdas
Carlos Palomino Muñoz, vivía con su madre, trabajadora de una clínica y único sustento de la casa pues su padre tenía controladas las visitas por orden judicial. Estudiaba bachillerato en el Instituto Tirso de Molina y era un bukanero que jamás se perdía un partido en el campo de su equipo, el Rayo Vallecano. Su ideología era claramente de izquierdas y antifascista como muchos jóvenes del barrio.
Símbolo del antifascismo
Este asesinato constituyó el delito de odio neonazi más mediático de la primera década del siglo XXI en España. Mavi Muñoz, la madre de Palomino, sigue la estela de su hijo asesinado y es una luchadora y activista contra el fascismo. Fundadora de la Asociación de Víctimas de la Violencia Fascista, Racista y Homófoba, reclaman desde el colectivo la ilegalización de los grupos ultras. Es presidenta también de la asociación Madres Contra la Represión.
Hoy, como cada 11 de noviembre, distintos colectivos antifascistas se manifestarán en homenaje a Carlos Palomino, símbolo ya de una lucha y se teñirán el agua de las fuentes de rojo como recuerdo al joven asesinado por un neonazi. Mientras, su asesino, recibe en sus tiempos libres cursos de alfarería y estudia Derecho. Saldrá de la cárcel en 2033 convertido en abogado. Sin embargo Carlos Palomino no pudo terminar sus estudios de bachillerato en el “Tirso de Molina” ni podrá acudir al campo del Rayo Vallecano.
Fuente → elplural.com
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