La minería, vital para la sociedad vizcaína
Hace 131 años, Bizkaia fue el escenario de la primera experiencia de una huelga general obrera en España, y en el mundo, que conmocionó a la opinión pública de la época. En mayo de 1890 se inauguró lo que Unamuno calificaría como “el periodo de las huelgas, de las grandes huelgas”, ya que desde ese año y hasta 1910, la provincia conoció cinco parones generales de amplia dimensión. Esto convirtió a Bizkaia en uno de los polos de movilización obrera más importantes de todo el país, y en uno de los núcleos más fieles al socialismo del PSOE y relacionado con la Unión General de Trabajadores.
Dentro de esta lucha obrera, hubo un sector que tuvo mucho peso y esa fue la minería. Y si hubo un escenario que fue clave para estas protestas ese fue La Arboleda, el poblado minero de Gallarta. La minería ha sido importante para esta zona desde la época romana, y para finales del siglo XIX, el 10% de la producción mundial de minerales se extraída de estas minas vizcaínas. Hubo una enorme cantidad de personas trabajando en estos lugares de todas partes de España y hubo incluso pueblos enteros de Andalucía que se trasladaron hasta Gallarta para trabajar en las minas.
Un trabajo cercano a la “esclavitud”
Las condiciones en las que trabajaban estos hombres no eran en absoluto las idóneas ni las mejores. Había una gran pobreza, muchos de ellos vivían en el campo y se trasladan hasta las minas a trabajar cuando no tenían como subsistir en su lugar de origen. La presidenta de la fundación Museo de la Minería del País Vasco, Ameli Ortiz, califica el trabajo de estos obreros como “una cárcel y una esclavitud” ya que tenían jornadas de más de 12 horas.
“La patronal era muy dura, muy autoritaria y no quería transigir. Los trataban como si fuera ganado y además les obligaban a consumir en la cantina y a comprar en la tienda del capataz. A veces tenían tanta deuda, que cuando pagan en la cantina se quedaban sin nada. Era una situación perversa. Los patronos de la minería han sido, sin duda, los más crueles”, explica Ameli Ortiz.
Las mujeres mineras
Quienes desempeñaban estas labores en las minas eran hombres. Hombres que se desplazaban hasta La Arboleda solos, sin sus familias y además siendo muy jóvenes. La mortandad en esta zona era tres veces superior a la media de Bizkaia, cayendo de los 40 a los 18 años. La llegada de grandes pandemias como el tifus, el cólera, la tuberculosis hará que mueran muchos niños y la única medida que disponían en aquella época era la limpieza, algo de lo que se ocupaban las mujeres para tratar de salvar a sus hijos.
Aunque no dentro de las minas, las mujeres desempeñaron un papel fundamental en este contexto socioeconómico. “Ellas están en sus casas y ante el aluvión tan grande de hombres que llegan, se ven obligadas a acogerlos en sus casas, aunque también como una manera de ingresar dinero en el hogar. Por poco que pagaran, tenían a tres o cuatro mineros en casa y les lavaban la ropa, les preparaban la comida... Si esto lo traducimos en dinero, la mitad de la economía revertía en estas mujeres. Tuvieron un papel fundamental”, relata Ameli Ortiz.
El mitin de Perezagua, lugar de nacimiento del movimiento obrero
Todo este panorama social, económico y laboral termina reventando y desemboca en la gran huelga general de 1890. Para el 1 de mayo de ese año, el PSOE planteó una jornada reivindicativa con el objetivo de exigir la reducción legal a ocho horas de trabajo diarias y reclamar una legislación obrera protectora. Mientras los anarquistas convocaron una huelga “indefinida”, los socialistas dieron a la jornada un carácter absolutamente pacífico, e incluso la retrasaron hasta el día 4, que era domingo, para evitar problemas derivados de la paralización laboral en un día entre semana.
Este movimiento obrero, en Bizkaia nació de manera muy desorganizada y 1890 marca un antes y un después porque hasta ese momento solo había habido movimientos pequeños, sin repercusión política como sí pasaría en esta ocasión.
Pese a las notas de serenidad, se tomaron grandes precauciones ante ese día: un contingente de casi 2.000 hombres, entre Guardia Civil, Foral y fuerzas del ejército, de infantería y caballería, fueron concentrados en Bilbao, custodiando los edificios oficiales, bancos, mercados y lugares estratégicos de la ciudad y de sus accesos. El mitin de los socialistas Fernando Perezagua y Toribio Pascual en La Arboleda a las diez de la mañana dio comienzo a una jornada en la que pidieron “orden, cordura y sensatez”.
Un antes y un después
El 4 de mayo acabó sin incidentes, pacíficamente, como había empezado. Pero, sin duda, el 5 no era ya un día igual al anterior 3 de mayo. Algo muy importante había cambiado: por primera vez se había producido un amplísima movilización obrera. Sin embargo, la “gran huelga” aún estaba por llegar y la causa que la provocó fue el despido de cinco miembros del comité de La Arboleda que habían participado en la organización del 4 de mayo.
Aquélla fue la chispa que hizo estallar la protesta, ya que prendió en un ambiente de descontento generalizado. El 13 de mayo, tras los despidos, unos doscientos mineros de la Compañía Orconera se declararon en huelga, yendo de mina en mina llamando a la huelga a sus compañeros, los cuales se unían a la protesta por su propia voluntad o forzados a pedradas. Al final de la jornada del día 13 la zona minera había quedado paralizada por completo.
Esto despertó el miedo de la oligarquía que llamó a las fuerzas policiales para que los protegieran. Tras días de huelga, entra en juego la clase política. El general Loma, que tiene el mando del ejército en aquel momento, ve la situación que hay en la calle y se enfrenta al capital, amenazando a los patronos con retirar al ejército si no mejoran la situación de estos trabajadores. “A la patronal no les queda más remedio que aceptar. Los mineros llaman la atención pública de lo que estaba pasando, pero la huelga la gana el General Loma”, apunta la presidenta de la fundación Museo Minero.
Los efectos y la huella de la huelga
Antes de la huelga de 1890 hubo una serie de protestas de forma inconexa, y que iban creciendo en número con el paso del tiempo. Lo que supuso esta fue precisamente una reunión no solo de mineros de distintos cotos, sino de mineros con obreros de los ferrocarriles, siderurgia... a la hora de exigir las mejoras en sus condiciones de trabajo. “El resultado se tradujo en un triunfo, más moral que real, tras asumir Loma una gran parte de los postulados de los huelguistas. Para los mineros, a pesar de habérseles reconocido la razón de la mayoría de sus demandas, en la práctica los cambios se llevaron a regañadientes y dilatando el proceso, de tal manera que en alguna protesta posterior aún se reclamaban esas cuestiones”, explica Jesús Esteban, geólogo de la fundación Museo Minero.
La mejora de sus condiciones laborales no fue de un día para otro, sino que fue paulatinamente. No obstante, lo que si supuso esta huelga fue el punto de partida para el movimiento obrero a partir del cual comenzó la agrupación entorno a sindicatos y organizaciones obreras de una forma más extensa y profunda, “una mejor organización y coordinación a la hora de hacer sus reclamaciones”, según concreta Jesús Esteban.
Una organización que Ameli Ortiz asegura que se mantiene a día de hoy en la zona. “El movimiento asociacionista en nuestro pueblo es increíble y conservamos esa gran capacidad de organizaciones. Creo que somos uno de los municipios con más organizaciones de todo tipo, tendremos unas 40 o 50 en un lugar con menos de 10.000 habitantes. Esa es la herencia que nos ha quedado”.
Fuente → cronicavasca.com
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