Durante las últimas décadas del franquismo, las referencias al Opus Dei adquirieron un carácter casi mítico. Para muchos aquel grupo de católicos seguidores de las enseñanzas del padre Escrivá de Balaguer constituía una especie de mafia política cuya única finalidad era apoderarse de todos los resortes del poder.
El Opus Dei es una de las organizaciones pertenecientes a la Iglesia católica que más controversias ha generado en las últimas décadas. Esta organización tuvo desde sus orígenes una gran habilidad para infiltrarse en los aparatos del Estado, y lo compaginó con la construcción de una estructura que le sirviese para aumentar su poder, recaudar fondos y captar nuevos adeptos.
En vista su larga duración y los múltiples referentes simbólicos de la dictadura de Franco, resulta complicado identificar una única ideología o un claro programa político. Al contrario que el fascismo italiano o el nacionalsocialismo alemán, el franquismo levantó su repertorio ideológico sobre la base de unos principios diversos basados en preceptos teocráticos.
Estos fundamentos doctrinales, sin embargo, no permanecieron inmutables, sino que se adaptaron a las circunstancias de cada momento y evolucionaron al compás de la necesidad del sistema por sobrevivir. Este escenario fue vital para el auge del Opus Dei en España.
Autoritarismo básico, regeneracionismo corporativista, conservadurismo nacionalista, tercerismo utópico, triunfalismo imperial, nostalgia liberal, nacional-catolicismo, catastrofismo antropológico, paternalismo elitista, tecnocratismo desarrollista y populismo aperturista, fueron algunas de las categorías en las que se circunscribió el franquismo.
Pero una de las características de su proyección discursiva y su praxis política fue un ultra catolicismo cuyas acciones siempre fueron de naturaleza solapada, logrando infiltrarse en las estructuras de poder del Estado español.
El franquismo carecía de una ideología oficial. Tenía Falange, pero tras su marginación del poder tras la II Guerra Mundial se acabó su capacidad para trasmitirla. La dictadura, como propiamente fascista, dados su nacionalismo radical con vocación imperialista, su antimarxismo, su antiliberalismo y su anticapitalismo formal, no dejó nunca de apuntar la singularidad del fuerte peso del tradicionalismo católico.
En este sentido, fue en los años sesenta y, para entonces, los llamados “Legionarios de Cristo”, sin ruido apenas, ya eran numerosos en España y competían en poder, influencia y franquismo con los siervos de la “Obra”, los cuales eran mucho más visible.
Cuando el dictador Francisco Franco nombró por primera vez ministro a un miembro del Opus Dei, el fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer, este último exclamó eufórico ante sus fieles: “¡Nos han hecho ministros!“.
Pero el gran padrino de la organización en España fue, sin duda, el empresario Íñigo de Oriol e Ybarra, presidente de Iberdrola. “Los padres Oriol“, así se conoce en la congregación a los cuatro sacerdotes legionarios que han salido de esa familia.
El Opus Dei, donde el 97% de sus miembros son seglares, tuvo, desde el principio, una gran habilidad para infiltrarse en los aparatos de Estado y eso lo compaginó, gradualmente, con la construcción de un imperio de negocios propios.
Negocios que van desde colegios y residencias, Universidades, escuelas de negocios, hospitales, participación influyente en Bancos y entidades financieras, medios de comunicación y últimamente colegios elitistas de enseñanza primaria y secundaria, entre otros sectores.
Pero desde el principio, la penetración en el aparato de Estado franquista fue decisiva, tal y como lo dijo el fundador de la secta, un cura de personalidad paranoica y megalómana. La expansión del Opus ha sido notoria y originariamente se debió a su penetración en el franquismo.
Hay que tener en cuenta que el Opus funciona como una sociedad secreta donde existen diferentes niveles de compromiso con la secta, pero todos, al final, buscan obtener réditos económicos y de poder para la secta.
El Opus Dei se introdujo en España, a finales de los 50 y en los 60, en los grandes cuerpos de la Administración pública y también en la justicia y la fiscalía. Penetran desde el mismo momento de la preparación de las oposiciones a esos cuerpos, con jóvenes ya vinculados a la secta, los cuales, una vez incorporados a los cuerpos superiores o la magistratura actúan en sintonía con la secta.
En el franquismo, llegaron en el momento justo ya que se distanciaron del fascismo franquista proponiendo una especie de gobierno tecnocrático autoritario. Esto condujo a que a finales de los años setenta, el Opus Dei tuviera un imperio económico en España, estando ya muy activo por todo el mundo y comenzaba su ascensión dentro del Vaticano, avance que culminó en tiempos del Papa Juan Pablo II.
Una vez que el Papa Juan Pablo II le concedió al Opus Dei el estatus jurídico privilegiado dentro de la Iglesia católica de prelatura personal, se estableció que ésta debería abandonar el secretismo; sin embargo, el secretismo, la opacidad y el anonimato es lo que impera en la secta, siguiendo los estatutos fundacionales del Opus Dei, redactados en 1950, que en su artículo 191 afirma:
“Los miembros numerarios y supernumerarios sepan bien que deberán observar siempre un prudente silencio sobre los nombres de otros asociados y que no deberán revelar nunca a nadie que ellos mismos pertenecen al Opus”.
De acuerdo a algunos observadores de la secta, para el Opus, la penetración en la judicatura y la fiscalía ha sido algo de una importancia fundamental, sobre todo en los niveles altos y en puestos decisivos y lo ha sido porque lo ha utilizado para, desde la fiscalía, acusar a sus refractarios y desde los tribunales actuar en favor de los negocios de la secta o sus intereses, eliminar a su rivales y enemigos, en todo caso como un elemento más de poder de la secta.
Aunque algunos hablan que el Opus está en decadencia y que hay desbandada de numerarios y supernumerarios, nunca su influencia y poder económico ha sido tan fuerte; y en esos colegios segregados por sexos, que el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo han avalado, se está incubando el futuro de la secta y de ahí saldrán, también, muchos de los nuevos jueces y fiscales de España.
La influencia del Opus Dei en la historia política y social de España ha sido importante. Lo fue en la dictadura de Franco, lo fue en la transición política y lo ha sido en la monarquía parlamentaria. Numerosos miembros de la Obra han formado parte del Consejo de Ministros en los Gobiernos del dictador Francisco Franco, y posteriormente en los de Aznar y Rajoy.
Hoy sabemos que el exministro Jorge Fernández Díaz construyó en la cúpula de Interior un “círculo de poder” compuesto por afiliados o simpatizantes del Opus Dei, y tres años después del fin de su mandato la Secretaría de Estado de Seguridad sigue estando “controlada” por adeptos a la Obra.
También el poder judicial, la Policía Nacional, la Guardia Civil y diferentes medios de comunicación cuentan con miembros de esta organización entre sus altos cargos. Es una organización aún con gran influencia ya que sus miembros están dispersos en diferentes sectores de la sociedad española.
Fuente → elestado.net
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