¿Hacia dónde van los movimientos sociales?

Es preciso que estas formas de organización se comuniquen y retroalimenten entre ellas, y es fundamental que la participación en movimientos globales de forma virtual se convierta en una tónica

¿Hacia dónde van los movimientos sociales?
Manuel V. Fernández

Hemos entrado en una época de escasa repercusión de los movimientos sociales a nivel global. Apenas estamos viendo noticias en los medios de comunicación de masas y lo más preocupante, es la repercusión que últimamente están teniendo los movimientos fascistas en las calles.

Estamos ante un grave problema, si tenemos en cuenta el hecho de que movimientos como el feminista y sus inmensas movilizaciones en el 8M a nivel global, así como el movimiento ecologista, liderado por jóvenes centennials en las convocatorias de Fridays for Future, perdieron el carácter protagónico de los últimos años. Ambos son dos vectores fundamentales en la transformación social, dotados de un poder emancipador y aglutinador de masas muy potente, y que sin embargo, han comenzado a hacerse invisibles. Este hecho parece ser muy bien recibido por los círculos de poder del sistema capitalista, son perfectamente conscientes de la fuerza de estos movimientos y por tanto, harán todo lo posible para anularlos.

Es una realidad, en el último año y medio, las revueltas sociales casi han desaparecido o se han aminorado. Las restricciones de salud pública, debido a la pandemia de la Covid-19 ha sido, sin duda, el gran detonante. Habiendo superado ya la fase más dura, nos queda preguntarnos ¿Volverá a surgir una época de grandes movilizaciones, de agitación y de estallido social? ¿Volverán los estudiantes a jugarse la vida en las calles de Chile?

Los posibles reflujos que pudieran aún quedar vivos, la fuerza latente que aún tienen algunos movimientos no ha conseguido sobreponerse y aún está por ver si la capacidad de movilización volverá con el mismo empuje. Como ocurre al finalizar una guerra, las fuerzas están mermadas, las heridas y los traumas tienen que quedar curados y una nueva generación tendrá que estar preparada para futuros combates.

Será necesario seguir construyendo y organizando nuevos colectivos que se configuren como redes asociativas. Es posible que la movilización masiva, la protesta en la calle caiga en desuso y ya no será la única acción política en la que emplear todos los esfuerzos, ni tampoco tiene por qué ser la forma más habitual de activismo político. Ahora se están poniendo en práctica otras formas de encuentro, más acordes al mundo digital y a las generaciones más jóvenes. En este sentido, durante esta época de calles vacías, hubo iniciativas muy interesantes en forma de asambleas, debates virtuales, conferencias, coloquios y ponencias que se han ido organizando de manera telemática, al alcance de la mayoría desde sus casas, desde cualquier punto geográfico. Por desgracia, la repercusión que tienen estos eventos de carácter socio-político es aún escasa, a pesar de las potencialidades que tienen las redes sociales para la difusión masiva.

Es preciso que estas formas de organización se comuniquen y retroalimenten entre ellas, y es fundamental que la participación en movimientos globales de forma virtual se convierta en una tónica. Tal vez sea necesario huir de una imagen del activismo como algo sacrificado, anacrónico y tengamos que mirarlo desde una nueva óptica, en definitiva, que hacer la revolución sea un acto vitalista y enriquecedor.

Otra de las claves para aquellos movimientos que tratan de construir un sistema alternativo al capitalismo es conseguir ser imperceptibles e inconmensurables, es decir, hacerse difícil de identificar para el sistema neoliberal imperante. En otras palabras, hay que renunciar al componente identitario, y al mismo tiempo, traspasar distintas capas y estratos de la población, convertirse en moléculas difíciles de cuantificar. Esta idea la llevaron a la práctica con muy buen resultado movimientos como Anonymous o Wikileaks, antes de que el sistema apuntara hacia Julian Assange y lo encarcelase. Las redes que se vayan formando, por tanto, no tienen por qué tener nodos identificables, su tarea es más silenciosa, es un trabajo en segundo plano, pero tremendamente eficaz si se realiza de forma constante, organizada y frecuente.

Es interesante poner el foco en estos nuevos espacios y ayudar a difundir e impulsar las formas virtuales de colaboración con el objetivo de frenar el retroceso de los movimientos sociales en todo el mundo. Si estos nuevos tipos de redes se consolidan, se pueden dar las condiciones para que surjan ciclos movilizadores que vuelvan a hacer frente al sistema. Mientras esto no ocurra, es una situación propicia para que el capitalismo, sistema atrapalotodo y anulador de conciencia, el creador de las injusticias más grandes que ha conocido la historia de la humanidad, consiga aprovechar la coyuntura para hacerse más inquebrantable.


Fuente → nuevarevolucion.es

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