Los otros campos de concentración de León

San Marcos es el más conocido pero hubo otros campos de concentración, sus satélites en la capital, y cuatro más entre Astorga, con dos, Valencia de Don Juan y Santas Martas. Hace 85 años León se convirtió en una provincia siniestra en la que recintos históricos, escolares, de beneficencia y hasta fábricas se convirtieron en oscuros presidios. 

Los otros campos de concentración de León
Ana Gaitero

Martín Guevara estudió dos cursos del ciclo de Infantil en el colegio Ponce de León. Ahora está camino de la universidad con dos premios extraordinarios en su expediente. Cuando a finales del año pasado se enteró que su primer colegio había sido un campo de concentración se quedó estupefacto. Junto a su madre, Patricia Vergara, se puso a buscar en la web del colegio y recibió un golpe al comprobar que en la historia del centro se recogía, sin filtros, la versión fascista de lo que fue la escuela durante la Guerra Civil.

«El día 28 de marzo, todo el Colegio celebra con gran regocijo la toma de Madrid», era una de las frases que recogía el documento. «Del 17 al 22 de mayo se darán vacaciones por las fiestas de la Victoria y la venida del Caudillo a la capital», señalaba otra. La única señal de lo que había sido se encontraba de refilón en otro párrafo: «El ejército abre una escuela en el Centro para los prisioneros de guerra, que se alojaban aquí, para lo cual se toman ocho bancos de las distintas clases de niñas».

Martín y Patricia relataron su conmoción y malestar en una carta dirigida a la dirección del centro escolar. «No sólo no hace mención a las penosas y terribles circunstancias que allí se vivieron, sino que al contrario muestra una exaltación del fascismo en varios pasajes, contraviniendo la propia ley de memoria histórica», recordaban.

 Santocildes en Astorga

«Hicimos trechos a pie. Yo había perdió un zapato y llegué con los pies ensangrentaos»

Era el mes de diciembre. En marzo, el texto seguía intacto y remitieron un segundo correo al centro. En mayo lo habían retirado. Ya no hay ni rastro de aquel documento, ni tampoco de la historia del centro como campo de concentración de la Guerra Civil. Tampoco hay huellas del siniestro satélite de San Marcos en Santa Ana, del que Victoriano Crémer fue guardián en su etapa de soldado, tras ser liberado como prisionero de San Marcos: «En el solarón interior que dejara lo que un día fue fábrica textil y también fontana y lavadero público para el ajetreo de lavanderas a jornal, se estableció el Campo para el acogimiento de concentrados catalanes, cogidos en las armas vacías. Y allí fui destinado con mi escuadra..».

Alejandro Valderas siguió el rastro de este solar que tan solo estaba cercado por una alambre de espinos y Emilio Gancedo dio cuenta por primera vez de su existencia en Diario de León en 2012. «Llegué a dormir en el comedero de los animales de la cuadra situada en la planta baja. Al piso superior no iba, ya que se accedía por unas escaleras de madera y cuando había que bajarlas siempre se recibía algún palo de los «cabos de varas», prisioneros que por un poco más de alimento se encargaban del orden en el campo», relata Josep Jiballí, uno de los presos en el testimonio recogido por Carlos Hernández en Los campos de concentración de Franco: Sometimiento, torturas y muertes y muertes tras las alambradas (Ediciones B. 2019).

Con sucursales

En 1939 San Marcos tenía 10.000 presos. Santa Ana, Ponce y el Hospicio eran satélites del campo

La experiencia de José Yarza no fue menos dura: «La humedad cala hasta los huesos y es irresistible estar echado. Me levanto, poco a poco, hasta quedar sentado, pero tampoco es solución. Se me hiela el trasero. Por fin hago servir la lata de atún como taburete. En esta incómoda posición paso la noche. Sin dormir, con mucho frío y con muchas horas para pensar», recoge José Cabañas en su libro Convulsiones. como muestra el relato que José Cabañas recoge en su libro Convulsiones. Diario del soldado republicano Jaume Cusidó Llobet (Agosto 1938-Mayo1938). Prisioneros catalanes en el ‘gulag’ de León (Lobo Sapiens. 2019).

Mapa de los campos de concentración de la Dirección de Prisioneros de Guerra fechado en 1939. C. H.

El Hospicio de San Cayetano, donde actualmente se ubica la manzana cultural de la Diputación y Correos, fue otro satélite del complejo concentracionario de León capital, del que el monumental convento de San Marcos era el principal, como señala Hernández. A los pocos días del golpe de Estado del 18 de julio ya se había habilitado San Marcos como campo de concentración. Este penal albergó entre 15.000 y 20.000 prisioneros y no menos de 1.500 fueron asesinados o murieron por enfermedad. Solo los visitantes del hostal de San Marcos o del Museo de León pueden leer la placa instalada en junio dentro de un recorrido por el parador o el texto que alude a la función de San Marcos como cárcel al lado del monolito dedicado a las víctimas de la Guerra Civil: «Durante la Guerra Civil se convirtió en uno de los más horribles y siniestros campos de concentración de prisioneros del franquismo (la última palabra se atisba bajo un borrón que el museo prometió subsanar). Este fue un lugar de reclusión, tortura —otra palabra borrada adrede— y muerte para muchos españoles».

El prisionero Jaime Cusidó.

Se estima que en España funcionaron unos 300 campos de concentración. El de San Marcos funcionó entre julio de 1936 y noviembre de 1939, aparte de las prisiones que existían en los partidos judiciales y provinciales y algunos cuarteles. Un mapa del 15 de abril de 1939, fechado en Burgos, señaliza los campos de concentración y batallones de trabajadores. San Marcos de León tenía entonces 10.000 presos, Valencia de Don Juan un millar y Astorga otros mil.

«Nos llevaron presos en el treinta y nueve. Hicimos unos trechos andando, la mayoría, y otros en tren. Así llegamos al campo de concentración de Astorga, el Santocildes. Yo había perdío un zapato y llegué con los pies ensangrentaos. Namás llegar me pegaron una paliza por haber perdio la bota. Al entrar nos raparon la cabeza y nos asignaron un barracón donde se dormía en un suelo de paja sucia», relató Antonio Cifuentes a su nieta Herminia Pérez Cifuentes para el libro de Carlos Hernández. En la capital maragata hubo dos campos de concentración, señala el periodista. El cuartel de Santocildes, que se vio reforzado con la utilización de la fábrica de Santa Ana, también llamada La Pajera de Carro. Por intentar sacar una carta de Santocildes fueron asesinados Teófilo Álvarez García, 25 años, casado, comunista, José Gómez Chamorro, 34 años, casado, padre de tres hijos, Germelino de Lera Caballero, 23 años, soltero, dependiente de comercio, Vicente Rodríguez González, 31 años, soltero, comunista y Pacífico Villar Pastor, 25 años.

Casa Ponga.

Otros dos campos estables operaron en Santas Martas, entre noviembre de 1937 y al menos abril de 1938, y en Valencia de Don Juan. El primero estuvo ubicado en un almacén de trigo de la pedanía de Valdearcos incautado por el Servicio Nacional del Trigo y el segundo en la fábrica de carros y aperos de labranza Casa Ponga. Este último operó entre noviembre de 1937 y mayo de 1939.

El campo de Valencia de Don Juan equivalía en población a un tercio de las personas residentes en la ciudad en aquella época, unas 3.500 personas. José Cabañas afirma que «fue mucho menos brutal, despiado y cruel» que el de San Marcos a tenor del testimonio de Pere Grañén i Raso. El diario de Jaime Cusidó confirma el buen trato recibido por parte de los niños coyantinos que hacían recados para los presos o mujeres como Mercedes que le lavó la ropa a cambio de unas monedas.

Sala del Museo de León en San Marcos. DL

Indulgentes o crueles, como los tilda Cabañas, ninguno de estos campos está en la memoria pública. Su rastro solo se encuentra en los libros o en las familias de los presos. Lo que pasó en el colegio Ponce de León se ha borrado sin enmendar el relato. León fue una cárcel inmensa, como dijo Alejandro Valderas, pero prefiere el olvido.


Fuente →  diariodeleon.es

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