La República como modelo de Estado

La República como modelo de Estado
@ellibelaresc

Paralelo al descrédito institucional y al declive del juancarlismo, auspiciado tras el golpe del 23F, se ha ido germinando desde hace unos pocos años un latente y transversal despertar republicano en la sociedad civil. Ese revulsivo civil ha dado lugar a la creación de distintas organizaciones populares de carácter republicano. Su objetivo: reivindicar un cambio de régimen y preguntar a la ciudadanía qué modelo de Estado prefiere para España: monarquía o República. En esta fiebre antimonárquica se han celebrado un sinfín de consultas sobre el derecho a decidir el modelo de Estado. Abrió fuego el madrileño barrio de Vallecas en junio de 2018; gradualmente los referéndums se fueron extendiendo, hasta celebrarse en un total de 23 en barrios y pueblos, principalmente de Madrid, y en 18 universidades de todo el Estado. Como resultado, en el crepúsculo de 2019, más de 166 000 españoles participaron en dichas consultas. De esa cifra, el 90% votó República, sólo un 10% se decantó por la monarquía.

Todas estas movilizaciones revelan que mientras la República como modelo de Estado, sí está siendo clamada por el pueblo, la monarquía y más en concreto la restauración monárquica, con la que el PSOE se comprometió en 1948 y luego en 1977, nunca ha sido reclamada por el pueblo. En ninguna efeméride histórica aparecen manifestaciones callejeras en favor de la monarquía. Tampoco figuran en los anales del tiempo recogidas de firmas civiles, ni plataformas ciudadanas que exigieran su retorno en 1978. Todo lo contrario sucede con el movimiento republicano que sí es pedido por el pueblo.

Los números hablan alto y claro. Según una encuesta elaborada por la agencia 40dB en octubre de 2020, si se celebrara un referéndum para elegir el modelo de Estado, un 41 % de la población votaría por la República y un 34,9 % a favor de la monarquía. Asimismo, un 47,8 % de los españoles creen necesario convocar un referéndum entre monarquía y república, frente al 36,1 % que descarta esta necesidad. Por grupos de edades, es la población joven de entre 18 y 35 años la que empuja fuerte hacia un modelo de Estado tricolor. La estadística revela cómo España camina con paso lento pero firme hacia la República.

Pero seamos claros: la existencia de plataformas favorables a la República, con su sólido y más que innegable compromiso político y demostrada voluntad en apostar por un cambio de régimen, resulta insuficiente, y objetivamente estéril, si en paralelo no se crea un tentáculo político que actúe de puente y recoja ese sentir popular para implementar dentro de las instituciones, el parlamento y la agenda política de partido, el programa reivindicativo del movimiento republicano civil callejero. Tenemos un régimen que nadie ha pedido. En cambio, el pueblo español sí pidió República el 14 de abril de 1931, cuando la monarquía fue derrotada en las urnas por mayoría. El golpe reaccionario de 18 de julio, tramado en la misma primavera del 31 para acabar con la República a partir de un sanguinario y programado genocidio sobre la ideología republicana y las instituciones democráticas, albergaba en sus propósitos golpistas la restauración borbónica. Y así fue. En 1947 el encuentro entre Juan de Borbón y el dictador fraguó el retorno monárquico, materializado en 1969 en el juramento ante el dictador de los principios del movimiento por parte del príncipe Juan Carlos. Posteriormente, en 1978, el celebrado referéndum sobre la constitución obvió por completo un referéndum sobre el modelo de Estado. La monarquía vino impuesta como acuerdo tácito por el franquismo, en una transición que, con la perspectiva temporal puede calificarse a día de hoy y de ayer de farsa.

La pregunta es: ¿qué partidos de la izquierda pueden vehicular España hacia la República? ¿Caben esperanzas en el PSOE? Si bien el 60 % del electorado socialista se declara morado, la patológica pleitesía del núcleo del partido hacia la monarquía, primero con el juancarlismo y ahora con el felipismo hace difícil, no imposible, atisbar ninguna esperanza en el partido socialista, ni a medio ni a largo plazo. Sus líderes, cuando les interesó, bascularon hacia el republicanismo y se rodearon a bombo y platillo de la bandera tricolor para llenar mítines electorales. Sin embargo, cuando vinieron malos tiempos o por interés partidista, repudiaron ipso facto el republicanismo para convertirse en cómplices del retorno de los Borbones, mitigando a la postre, toda luz morada al final del camino.

De ahí que solo queda Unidas Podemos como único partido del eje izquierdista que puede convertirse en el timón para transformar España: en primer lugar, como catalizador del movimiento republicano naciente en la base civil; después como modelo de ilusión, cambio y esperanza; y en último lugar, como actor político que pueda bascular la balanza parlamentaria en dirección a la senda morada. La izquierda española tiene el deber y el derecho legítimo de recuperar una República, expresión de la soberanía popular, usurpada en 1936 a base de sangre, genocidio y muerte. Mientras España no retome el proyecto republicano asesinado por el golpismo reaccionario, el país navegará descarriado, sin rumbo, ni sentido histórico.


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