La flor y nata de la sociedad madrileña, es decir, los 1.620 asistentes en el Auditorio Nacional de Madrid ovacionaron con auténtico frenesí casi ocho minutos, casi se les quebrarían las manos, a Placido Domingo, en un acto presidido por la ínclita Isabel Díaz Ayuso.
Le aplaudieron a rabiar, con gritos de "eres el más grande". ¿Grande de qué? La presidenta de la Comunidad de Madrid señaló en declaraciones a la prensa que "es un orgullo que Plácido Domingo haya vuelto a casa". "Para mí es un orgullo tenerlo entre nosotros, es uno de los mejores tenores y ha sido uno de los mayores embajadores que ha tenido España".
Me siento profundamente avergonzado, como ciudadano español, que tenga que oír estas palabras de la máxima representante de una institución, como es la de la Comunidad Autónoma de Madrid. ¿Cabe mayor degradación hacer semejante homenaje a un caballero, conocida su trayectoria, por el mismo confesada, hacia las mujeres? Aquí no hay presunción de inocencia, ya que él mismo la ha reconocido y que por ello pidió disculpas.
Yo supongo que, entre los 1.620 asistentes, habría mujeres, como mínimo la mitad. Todas ellas: ¿qué les dirían a las mujeres que han denunciado tales abusos? También, les dirían, ¿eres el más grande?
Hay mujeres que deberían respetarse a sí mismas. Es el Trumpismo puro y duro a la madrileña. Como decía Trump, la mujer hay que maltratarla, está permitido abusar de ella e incluso, es lo que se merece. En esos aparatosos y vergonzosos aplausos había una revancha encarnizada contra el movimiento #MeToo y feminismo.
Tampoco hay que olvidar, mal que nos pese, que en nuestra sociedad persisten unas altas dosis de machismo puro y duro. Y no solo en las generaciones adultas, también en las más jóvenes, tal como reflejan determinados estudios sociológicos.
Tal acto me sirve para hacer algunas reflexiones sobre los momentos críticos por los que está pasando nuestra democracia “plena”. Por lo menos, así yo lo veo. Si para algunos de mis conciudadanos, disfrutamos de una democracia “plena”, quien soy yo para cuestionar tal pensamiento. Allá cada cual.
Una de las lacras más graves de nuestra sociedad es la violencia de género. La estamos observando día tras día. Y, sin embargo, un partido político se resiste a reconocerla. Para el no existe, y cuando es asesinada una mujer por su pareja y una institución autonómica o municipal decide guardar un minuto de silencio en homenaje, se niega a participar en ese acto. Lo estamos observando de una manera permanente. ¿A todos los votantes de ese partido esta actuación les parece ética? ¿Y a los diferentes medios que invitan a sus programas a los representantes de ese partido también les parece ética? Porque ahora, todos los medios se escandalizan con las muertes de las niñas de Tenerife, Anna y Noelia, y salvo en casos excepcionales, muy pocos, recuerdan la negativa de la violencia de género a ese partido. No sólo no se la recuerdan, sino que al día siguiente a los representantes de ese mismo partido los reciben en sus programas con alfombras rojas. ¿No es así, Ana Rosa Quintana o Pablo Motos? Igualmente, el PP y Cs se escandalizan con esas muertes, pero tampoco rompen con ese partido. Pero, ¿qué nivel de hipocresía y de degradación ética en los medios y en el PP y Cs? Hoy mismo el ínclito Casado, después de condenar las muertes de las niñas, ha dicho que debemos estar todos juntos para prevenir estas atrocidades. ¿Entre todos, que cita, también incluirá a ese partido y al que necesita para gobernar en distintas comunidades y ayuntamientos? Y si no lo incluye, cállese si tiene algo de dignidad.
Hablemos ahora de xenofobia o racismo. Ese partido, claramente racista y xenófobo, acabamos de observarlo en un cartel, que recuerda el nazismo, en la campaña electoral del 4- M en la Comunidad de Madrid, en su actuación con los Menas o con la visita de su máximo dirigente a Ceuta. ¿A qué fue a Ceuta? ¿A sembrar concordia y paz? Ni para los medios, ni para el PP o Cs tales comportamientos los consideran graves, ya que a sus dirigentes los entrevistan como hizo, Ana Rosa Quintana, en medio de la crisis inmigratoria de Ceuta. Lo que dijera Abascal debía ser muy importante y muy enriquecedor para el fortalecimiento de nuestra democracia. Ni que decir tiene que para los dirigentes como Moreno Bonilla, López Miras, Isabel Díaz Ayuso, Martínez-Almeida o Jorge Azcón esas actitudes xenófobas y racistas les resultan irrelevantes. Un partido negacionista de la violencia de género, claramente xenófobo y racista, que además no sólo justifica, sino que además añora y enaltece la dictadura franquista, en una democracia plena, si fuera plena de verdad, no una democracia de pantomima, estaría marginado de su presencia en los medios y de cualquier pacto por parte de partidos políticos, si estos son realmente demócratas.
Aquí en esta España nuestra, bajo el paraguas de la libertad de expresión, se están divulgando y propagando todo un conjunto de valores no solo antidemocráticos, sino que también anticonstitucionales. ¿Se puede negar la violencia de género? ¿Se puede defender la xenofobia y racismo? ¿Se puede justificar y enaltecer una dictadura?
Insisto una democracia plena no lo debería permitir. Porque si permitimos esto, a continuación, se puede justificar cualquier otra cosa. ¿Cuál es el límite? Una democracia no puede permitir todo. Debe establecer mecanismos para autoprotegerse. La salvaguarda de la democracia, no es solo labor de los partidos y los líderes democráticos. ¿Cómo? Excluyendo cualquier pacto con partidos extremistas y claramente antidemocráticos, como el partido ya mencionado.
Miremos el ejemplo alemán de la CDU al establecer un cordón sanitario contra AfD. Igualmente, para la salvaguarda de la democracia es clave el papel de los medios de comunicación. Deben marginar a los partidos antidemocráticos. Se hace en Alemania a nivel mediático con AfD, al que no invitan a tertulias por el uso continuo de la mentira y de los insultos. En España todo lo contrario.
Y por supuesto, es fundamental también el papel de la sociedad en su conjunto, desde la escuela, la familia, la empresa, los sindicatos, los movimientos sociales… Es necesaria una sociedad imbuida de los valores democráticos. No obstante, lamentándolo sobremanera, en las últimas elecciones generales de 10-N de 2019, 3.656.979 de españoles, el 12,5% votaron a un partido claramente antidemocrático.
No sólo negacionista de la violencia de género; racista y xenófobo; defensor de una dictadura cruel, sino que quiere dinamitar el Título VIII de nuestra Constitución y con sus políticas fiscales, totalmente contrarias al artículo 31 de nuestra Constitución “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad”. Pretende acabar con nuestro Estado de bienestar.
Razones de esos 3.656.979 votos. Unos, quizá porque no conocen el programa de ese partido. Ya va siendo hora de que se enteren. Otros, lo que ya sería mucho más grave, porque la democracia todavía no ha calado en ellos. O que añoran la dictadura
Fuente → nuevatribuna.publico.es
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