El historiador Julián Vadillo (Madrid, 1981) sigue desgranando la historia del anarquismo en España. Tras la Historia de la CNT. Utopía, pragmatismo y revolución (Catarata, 2019) este año publica con la misma editorial una Historia de la FAI. El organismo organizado, que completa el díptico del movimiento libertario gestado en el siglo XIX y que llega a su cénit durante los años de la II República y durante la revolución de 1936, que coincide con la Guerra Civil.
¿Qué es la Idea, con mayúscula?
La Idea era la
denominación que se le daba al anarquismo. La que tenía en los
periódicos, entre los grupos, cuando se referían a la anarquía. En el
siglo XIX fue algo transversal, porque muchas veces se eludía la palabra
anarquía pero aparecía esa palabra. También hubo un periódico llamado
así.
¿Sigue vigente esa idea?
En la actualidad, la Idea
sigue existiendo, sigue habiendo grupos, organizaciones de carácter
libertario, y siguen usando la misma denominación, convertida ya
prácticamente en una tradición histórica. Para los historiadores es
recurrente utilizar ese término, porque cuando consultamos las fuentes
primarias aparece esa terminología. Uno sospecha que un grupo es
anarquista y de repente ve que en un escrito hacen mención a la Idea o
finalizan las cartas con recursos como “salud y liquidación social”, así
se confirma.
Hay algo que nos llama la atención y es la
posibilidad de que una sola persona, en el caso de España, Giuseppe
Fanelli, se encargue solita de difundir estas ideas.
Fanelli, en
1868, llega como enviado de sección de la Asociación Internacional de
los Trabajadores (AIT). Trae los estatutos de la AIT y de la Alianza de
la Democracia Socialista. Toma contacto con grupos organizados en el
interior de España y a partir de ese momento comienza la expansión de
las ideas de la internacional tanto a nivel laboral como a nivel
puramente ideológico, anarquista. Sin embargo hay que tener en cuenta
que había un sustrato anterior. Esos grupos que ya existían con
anterioridad a la llegada de Fanelli. Conocían lo que estaba pasando en
Europa.
Muchos de los precursores de la Idea habían sido antiguos republicanos federales. Francesc Pi i Margall juega un papel catalizador, por ejemplo, es el primero que traduce a Proudhon
Muchos de ellos eran tipógrafos que habían traducido las obras de los socialistas clásicos europeos. Conocían a [Karl] Marx, conocían a [Pierre-Joseph] Proudhon, a [Chalres] Fourier. Sabían de la existencia de la AIT. Anselmo Lorenzo en El Proletariado Militante reproduce algunas conversaciones que tenía con Tomás González Morago y con otros integrantes de los grupos madrileños. Ellos ya conocían lo que estaba sucediendo en Europa. Lo que pasa es que eran ideas un tanto vagas, lejanas. No habían tomado contacto con el consejo general de la AIT, pero sabían que existía un tipo llamado Marx, otro llamado Bakunin.
Cada
uno se mueve en un espacio concreto: mundo laboral, político, cultural y
social, periódicos, novelas, obras de teatro, grupos culturales, etc.
Eso confiere al movimiento anarquista unas características que no han
tenido otros movimientos
Entonces prende.
Fanelli encuentra un caldo de
cultivo muy bueno. ¿Por qué? Esos trabajadores que estaban ya en
sociedades obreras, como Rafael Farga i Pellicer en Barcelona o Anselmo
Lorenzo, Tomás González Morago en Madrid, habían partido desde
posiciones políticas previas: muchos de ellos habían sido antiguos
republicanos federales. Francesc Pi i Margall juega un papel
catalizador, por ejemplo, es el primero que traduce a Proudhon. Fanelli
encuentra un buen sustrato y toma contacto con esos grupos que estaban
dispersos y lo que consigue es unirlos para que en 1870 hagan un
congreso obrero y funden una federación o una sección de la AIT en
España.
En el XIX no es raro que se trasladen esos conocimientos de esa manera tan artesanal, casi a través de una sola persona.
Las
excursiones de propaganda, como se les conocía entonces, eran
frecuentes. Cuando se producían acontecimientos revolucionarios acudían
como observadores de lo que estaba pasando. Por ejemplo, durante la
revolución del 68 en el siglo XIX en España hay otros personajes que
vinieron, por ejemplo uno de los hermanos Reclús. O cuando comienza la
comuna de París, hay gente que viaja allí para ver cómo funciona el
proceso.
Se extiende a través de las reivindicaciones pero
también por medio de una serie de espacios y dispositivos culturales que
llegan a cubrir prácticamente todos los aspectos de la vida. ¿Qué
características tienen?
El movimiento obrero y el movimiento
libertario es muy complejo. Por un lado está la parte obrera, que
reivindicaba mejoras inmediatas para la clase trabajadora, en sus
condiciones materiales. Para eso creaban sociedades obreras, que querían
vivir en la legalidad porque era la mejor manera de construir
sociedades y asociaciones de masas, pero al mismo tiempo tenían
posiciones finalistas. No se quedaban solo en si se necesitaba un mejor
salario en la fábrica o en el campo sino que la finalidad de la clase
obrera tiene que ser revolucionaria: una transformación del modelo
económico injusto de la sociedad capitalista. Por otra parte existía
todo un conglomerado de estructuras, ateneos, escuelas, porque, para
estos trabajadores conscientes, el primer deber era culturizar a la
clase obrera: con una clase obrera analfabeta no se consigue hacer una
revolución. Entonces, la primera revolución se plantea como la
revolución mental y educativa.
¿Con qué principios?
Dentro
de sus centros obreros desarrollaron escuelas para alfabetizar a la
clase obrera, escuelas de artes y oficios e incluso escuelas laicas
anejadas a estos centros obreros donde profesores y maestros
profesionales se dedicaban a la instrucción de los hijos de la clase
obrera y, por la noche, también a la propia clase trabajadora. Pero
luego existía un modelo de agitación ideológica. Esa alternativa tiene
que tener una ideología, no un programa —en ese sentido el anarquismo no
es tan estricto como el marxismo— pero sí una capacitación ideológica. Y
ahí es donde entran en juego los grupos anarquistas, que a través de
periódicos tratan de vehicular un modelo de idea alternativa, en lo que
Malatesta nombraba como “la acción y la agitación de las conciencias”.
¿Cómo se organizaban?
Es
un conglomerado porque hay gente que pertenecía a los tres espacios
pero son espacios independientes: no son lo mismo los grupos específicos
anarquistas que la escuela, el ateneo o el sindicato. Cada uno se mueve
en un espacio concreto: mundo laboral, político, cultural y social,
periódicos, novelas, obras de teatro, grupos culturales, etc. Eso
confiere al movimiento anarquista una gran complejidad y diversidad.
Ideológica y doctrinalmente el anarquismo no es una ideología violenta: no forma parte estructural de sus ideas
Entre la llegada de esas ideas hasta el momento en el
que todo esto cataliza, hay una especie de travesía en el desierto. Es
un tiempo en el que comienza la asociación del movimiento libertario con
la violencia. ¿Esa vinculación es el gran estigma que ha perseguido al
anarquismo?
La historiografía en este caso ha sido poco
grata con el anarquismo porque ha tendido a uniformizar la violencia
cuando no toda ella es igual: una cosa son los episodios violentos en
medio de reivindicaciones laborales (huelgas, piquetes, etc) y luego
está la violencia del terrorismo que se da a finales del XIX y
principios del XX. Que sería más propio de anarquistas individualistas o
de pequeños grupos que toman la determinación de que esa es la vía para
poder desarrollar y establecer el movimiento anarquista.
¿Existieron realmente esos grupos o eran tapaderas de otra cosa?
Por
supuesto que existieron, pero eran minoritarios. El problema es que una
bomba hace más ruido que un periódico. Si lanzas una bomba en medio de
una procesión del Corpus Christi eso va a ser más sonado que si sacas
16.000 ejemplares de un periódico en Catalunya. No es cierta ni la
violencia como eje transversal del anarquismo a finales del siglo XIX ni
tampoco en el primer tercio del siglo XX o, por ejemplo, algunas
historiografías que achacan que la violencia que se ejerce en la
retaguardia republicana es casi exclusivamente de parte del movimiento
anarquista. Eso no es verdad.
¿Cómo demostrarlo frente al relato dominante?
Cuando
se analizan los documentos de primera mano nos damos cuenta de que cae
su propio peso. Pero funciona como un comodín: si quiero salvaguardar
una opción tengo que acusar a otra. La realidad es que la violencia en
España la ejercieron los anarquistas, la ejercieron los socialistas, los
conservadores, los moderados, los demócratas, los republicanos... Todos
los grupos políticos. Lo que hay que analizar es las características
internas de cada una de esas violencias: la sobredimensión de la misma
ha sido injusta con el anarquismo. Ideológica y doctrinalmente el
anarquismo no es una ideología violenta: no forma parte estructural de
sus ideas. Casi ninguna ideología tiene como hecho estructural la
violencia excepto el fascismo, que sí la defiende desde su propia
doctrina. En el caso del anarquismo, la violencia siempre o la ha
achacado a esos episodios de individualidades concretas que han
realizado determinados actos o es una violencia concertada por la
conflictividad que se da en determinados momentos.
¿Con qué objetivo comenzó la criminalización del anarquismo?
En
el caso del movimiento obrero el objetivo no era neutralizar a un
pequeño grupo, el objetivo era ilegalizar y reprimir a las
organizaciones obreras o a los grupos anarquistas más amplios para que
no actuasen de forma abierta. Detrás de cada una de esas oleadas
“terroristas” existían leyes antiterroristas que cada vez eran más
restrictivas para las libertades públicas.
Son las leyes antiterroristas que se aplican a lo largo del siglo XX en varios países europeos.
En
España, poco después de la fundación de Solidaridad Obrera en 1907,
Antonio Maura desarrolla una ley antiterrorista porque, oh casualidad,
empieza a haber atentados terroristas en Barcelona dirigidos por un tal
Rull, que había sido en su momento anarquista y que en ese momento
trabajaba como confidente de la policía. Esto no quiere decir que el
Estado esté detrás de esos atentados pero sí que aprovecha determinadas
circunstancias para reprimir o para recortar libertades.
Has
aludido al contexto, ¿corremos el riesgo de mirar un periodo como la
Restauración con los ojos que quieren ponderarla como un ejemplo de
democracia?
No hay equiparaciones posibles en torno a la
Restauración. El sistema de la Restauración, por su modelo
constitucional es un régimen de características liberales pero no es
democrático: porque no hay igualdad de condiciones a la hora de la
representatividad. El Partido Liberal y el Partido Conservador se turnan
en el poder pero las opciones alternativas, ya sean socialistas,
republicanas o incluso anarquistas están proscritas. Esos juegos
dialécticos de determinada historiografía revisionista no son nuevos. Lo
que intentan es deslegitimar otros episodios: el origen de nuestra
democracia no hay que buscarlo en la Restauración, en todo caso lo
tendremos que buscar en el antecedente democrático inmediato más
importante que es la II República española.
Los
años más interesantes de la FAI son los años de la República. Entre 1931
y 1936 es cuando se conforma la fisionomía de esa organización o de sus
grupos integrantes
En ese contexto de Restauración surgen las dos
grandes organizaciones anarquistas. ¿Cómo completa la Federación
Anarquista Ibérica a la CNT?
Cuando desaparecieron la
Alianza de la Democracia Socialista o posteriormente la Organización
Anarquista de la Región Española, organizaciones del siglo XIX, los
grupos anarquistas que existían en España quedaron completamente
dispersos. A principios de la década de los 20 va a haber una serie de
acontecimientos negativos: la dictadura de [Miguel] Primo de Rivera los
hace dispersarse mucho más y en Portugal, en 1926, hay otro golpe de
estado, el de [António] Carmona que será el previo a la dictadura de
António de Oliveira Salazar. La mejor manera de tener una coordinación,
de saber cuáles eran las actividades de cada uno de los grupos, era
tener un organismo que los coordinase, no en una estructura centralista.
¿Cómo se desarrolla ese plan?
Lo
que hace la FAI es unir a los grupos del interior de la península,
portugueses y españoles, los del exilio, en una federación de grupos
anarquistas de lengua española que también aglutina a una serie de
grupos que están dispersos por distintos lugares: EE UU, norte de
África, etc. Tiene el objetivo de coordinar sus actividades y realizar
actividades conjuntas. Ese es el cometido de la FAI. ¿Que en su mayoría
son militantes de la CNT? sí, porque ellos se sentían identificados
sindicalmente por ese modelo, pero no hay interferencias entre una
organización y la otra porque actúan en campos independientes.
¿Cómo funciona en esa época?
La
FAI nunca fue un grupo legal. Se movía en lo alegal: había tolerancia
de sus grupos, de sus periódicos, pero no buscaba la legalidad. La FAI
nace en un entorno dictatorial, en un contexto de persecución del
anarquismo en Europa. No podemos olvidar que Europa está asolada en los
años 20 y 30 por una oleada autoritaria, de la ultraderecha.
¿Llegó a operar la FAI en una situación de normalidad?
La
verdad es que, si tuviésemos que definir o que encasillar el periodo
más tranquilo de la FAI sería en la actualidad. Los años 80, 90 y el
siglo XXI cuando no ha existido una ebullición o esos momentos de
ruptura. Pero los años más interesantes de la FAI son los años de la
República. Entre 1931 y 1936 es cuando se conforma la fisionomía de esa
organización o de sus grupos integrantes.
¿En qué consistieron esos años para la FAI?
Digamos
que los años republicanos son los de relativa normalidad, teniendo en
cuenta que para la FAI lo que estaba sucediendo era una situación
prerrevolucionaria. Es decir, la República había sido el primer paso
pero el objetivo final era la consecución del comunismo libertario y,
por tanto, había que aprovechar el tirón para conseguirlo. Durante el
periodo republicano es cuando se perfilan los proyectos de futuro del
comunismo libertario, el de Isaac Puente, el de Mauro Bajatierra, el de
Diego Abad de Santillán. Es cuando se produce el objetivo de la FAI que
era agitar las ideas y extenderlas.
En esa época se produce también la gran escisión del movimiento anarquista, ¿qué fue el treintismo?
Es
una opción sindical que se da dentro de la CNT, que defiende el
sindicalismo revolucionario —las finalidades de la CNT— pero considera
que antes de emprender acciones revolucionarias hay que asentar las
estructuras del anarcosindicalismo en España, intentar ver cuáles son
las motivaciones de la República y educar a la clase trabajadora para
que la revolución se produzca en un largo plazo. A nivel estructural, de
ideas, el treintismo y la CNT no se diferencian en nada. Sus periódicos
dicen lo mismo. Pero los diferencian las estrategias.
El
treintismo será el que comenzará ese mito de la FAI como ente
controlador de la CNT, como chivo expiatorio, cuando la FAI en realidad
no participa en los debates del treintismo a nivel de organización
Se da en un momento de resquemor y dudas hacia la II República.
Hay
una parte importante de CNT que no va a ver con buenos ojos las medidas
del primer bienio republicano, especialmente en lo laboral y en el
campo. Van a considerar que no merece la pena darle tiempo a unas
estructuras burguesas que actúan en contra de la clase obrera. Y sin
embargo los treintistas intentan contemporizar un poco más. Aun así,
muchas veces esto se ha tendido a presentar como un movimiento libertario
bueno y ordenado frente a uno díscolo que rompe todas las estructuras y
tampoco es así. Lo que se da es un debate organizativo fuerte y la
ruptura vendrá con el tiempo. Personajes de primera línea del
anarcosindicalismo como Ángel Pestaña, Juan Peiró, Sebastián Clará,
firman el manifiesto “treintista” en agosto del 31 y la salida de los
llamados sindicatos de oposición, que defienden ese modelo, no se va a
dar hasta a lo largo del año 1932. Será un proceso cuyos debates se
pueden seguir a través de la prensa.
¿Cómo se desarrolla?
Los
treintistas se marchan, montan su propia estructura, la Federación
Sindicalista Libertaria. Y el treintismo será el que comenzará ese mito
de la FAI como ente controlador de la CNT, como chivo expiatorio, cuando
la FAI en realidad no participa en los debates del treintismo a nivel
de organización. Pero lo curioso es que en el año 36, cuando se produce
el congreso de Zaragoza todos estos sindicatos de la oposición vuelven
de nuevo a CNT. Consideran que su estrategia también ha fracasado y se
establece una entente entre las distintas tendencias. Es algo novedoso
en la historia del anarquismo internacional porque, cuando en el
anarquismo se producen las escisiones, en otros lugares de Europa no se
recuperaban. En España la escisión que rompe al anarcosindicalismo se
dará ya en los 70 y en los 80.
El periodo republicano
arranca la idea de una simbiosis completa entre CNT y FAI, una cuestión
que problematizas en el libro. ¿Qué papel juega cada una de ellas en el
36 y por qué hay que diferenciarlos?
Lo que existía era una
cosa que se llamaba la trabazón, que era el punto de encuentro entre
ambos organismos en torno a temáticas o reivindicaciones. Esto lo
propone la FAI. Desde su fundación dice que hay que entenderse con la
CNT sobre todo en la cuestión de los presos. En los años de la II
República, se va a intentar hacer extensivo con la entrada de la FAI en
los comités de defensa confederal, que sí son estructuras de la CNT, o
en los comités revolucionarios, que serían esos supuestos organismos
que, en caso de un estallido revolucionario, coordinarían las
actuaciones. La trabazón va a tener influencia sobre todo en los comités
pro-presos y, en menor medida, en los comités de defensa confederal,
porque los comités revolucionarios terminan siendo un fiasco para el
movimiento libertario.
Explicas que, al contrario de lo que se ha extendido, CNT “pasaba” bastante de la FAI.
La
FAI se queja de la renuencia a colaborar por parte del organismo
sindical. ¿Cuál es el problema? Que la CNT es una organización que llega
a aglutinar más de un millón de trabajadores en España, es muy fuerte y
muy poderosa. Y la FAI, en sus mejores momentos aglutina a unos diez
mil afiliados. Es imposible que diez mil se impongan sobre un millón.
Quien lleva la voz cantante, quien dinamiza todas las estructuras, quien
marca los ritmos y los tempos políticos es la CNT. Y la FAI se
pliega a lo que dice la CNT, aunque pueda criticar algunas actuaciones
de CNT. Muchas veces la CNT aprobaba una acción insurreccional y para
que no saliese implicada o no tuviese problemas, era la FAI la que lo
reivindicaba aunque no estuviese de acuerdo. Porque había que
salvaguardar el organismo sindical.
¿Qué pasa cuando comienza la Guerra Civil?
El
organismo anarquista tiene su dinámica pero se va a ver mediatizado por
el organismo sindical. ¿Quién va a formar parte del gobierno de la
república? CNT. Y la FAI lo acepta. Juan García Oliver y Federica
Montseny, que entonces ya son de la FAI, no son ministros por la FAI,
son ministros de la CNT. La FAI solo formó parte de algunos
ayuntamientos y de consejos municipales donde sí va a tener
representación propia, pero en todos los sitios es la CNT la que tiene
la voz cantante. Esto hasta el final de la guerra, en el que la FAI se
plantea que la absorción es tal que el organismo está totalmente
desfigurado. Hay que marcar diferencias.
Los cuatro
ministros es lo más llamativo, pero también alcaldes, concejales,
militares, carabineros, policías... Es decir, los anarquistas estuvieron
en todos y cada uno de los organismos de la República
El debate sobre si es imprescindible reconstruir el estado para ganar la guerra, ¿cómo se vivió?
Hay
una literatura romántica que ha intentado marcar que hubo una
resistencia por parte del movimiento libertario. No es verdad. La guerra
cambia el rol del sindicalismo. El sindicato ha nacido para defender
los derechos de los trabajadores en medio de un entorno capitalista,
pero cuando llega la guerra, la CNT pasa de ser un organismo sindical a
un organismo de administración. De forma aplastantemente mayoritaria el
movimiento libertario estaba por la participación política. Es verdad
que en un principio intentan aportar un sesgo lo más libertario posible
para que la contradicción no sea tan evidente: tratan de hacer un
Consejo de Defensa solo compuesto por organizaciones obreras, algo que
evidentemente no salió adelante.
Los sindicatos
ocupan rápidamente los espacios económicos, de producción y los vuelven a
poner otra vez en marcha porque saben gestionar una empresa, una
industria, saben cómo gestionar el campo
Y se produce la entrada en el Consejo de Ministros en noviembre de 1936.
Ojo,
aceptan no solo unos Ministerios, los cuatro ministros es lo más
llamativo, pero también alcaldes, concejales, militares, carabineros,
policías... Es decir, los anarquistas estuvieron en todos y cada uno de
los organismos de la República. Eso se produce porque hay una amplia
mayoría del movimiento libertario que acepta esa situación
de forma transitoria. Piensan: si enfrente está el fascismo, si hay un
grupo que lo que quiere es un modelo diametralmente opuesto, y gana ese
grupo, es que ya podemos hablar de colectividades, de anarquismo o de lo
que sea... que no sale adelante. O gana la parte republicana donde
nosotros nos vamos a sentir más cómodos y podemos desarrollar nuestro
pensamiento o se acaba todo en medio de esa Europa en latencia.
No sin resistencia.
Es
verdad. Hay algunos grupos que no están de acuerdo, siempre hubo voces
díscolas, por ejemplo en torno a la militarización: hubo algunas
milicias que se resisten porque creen que se rompía la dinámica de la
guerra de guerrillas. Hubo grupos de la FAI, sobre todo en Valencia, que
van a criticar la entrada de los ministros en la República. Pero de
forma mayoritaria, la CNT se lanza a una estrategia de colaboración. Una
colaboración que tiene su lógica, puesto que se están disputando
espacios de sociabilidad. Cuando estalla la Guerra Civil hay dos grupos
políticos que están fuertemente organizados: uno es el PCE y otros son
los anarquistas, el resto —socialistas, republicanos, etc— está
dividido. Pero esos dos tienen las ideas claras. Al PCE, el espacio que
le quedaba por tomar es el espacio sindical, y ahí va a chocar
irremediablemente con la CNT. Se produce una disputa en el campo social,
pero también en los Ministerios, que los comunistas tienen dos, cuatro
para la CNT, en los ayuntamientos piden la mayoría para las
organizaciones sindicales, en el campo del comisariado de guerra
también. También le va a disputar esos espacios. De este modo, al final
el nivel de colaboración con la República es total. Objetivo número uno:
vencer al fascismo.
Repites una y otra vez la idea del
anarquismo como algo pragmático, frente a la idea romántica que se ha
extendido posteriormente. ¿Cómo combinó la revolución que tuvo lugar en
Catalunya y Aragón con ese pragmatismo?
La revolución se da
allí porque existe un movimiento obrero que tenía 70 años de
experiencia en cómo organizar a la clase obrera. Ellos mismos llevaban
inoculando a los afiliados que son los propios trabajadores los que
tienen que dirigir sus propias vidas y, por ende, la producción. Eso
explica que, cuando se produce el golpe de Estado y fracasa —y en muchas
zonas los dueños de fábricas, terratenientes. etc. huyen de la zona
republicana— los sindicatos ocupan rápidamente esos espacios económicos,
de producción y los vuelven a poner otra vez en marcha porque saben
gestionar una empresa, una industria, saben cómo gestionar el campo.
¿Quién si no va a poner los tranvías de Barcelona en funcionamiento?
¿Quién si no va a producir las tierras del campo aragonés y del campo
valenciano? ¿Quién va a controlar el puerto de valencia para la
exportación de los cítricos? En algunas zonas la CNT, en otras la UGT,
son los que ocupan esos espacios.
Esa pujanza en Aragón y Catalunya da también lugar a tensiones en la organización.
Son
conscientes de que la situación no es normal, que hay un enemigo, que
es una guerra y hay que ganarla. Fuera de todo ese espacio económico, de
la reestructuración, de la revolución social económica hay un campo
político y un campo diplomático que hay que ganar. En Catalunya y Aragón
la CNT es hegemónica, es un organismo fuerte, que dinamice y se ponga a
la cabeza allí es mucho más sencillo. Pero, ¿qué pasa en los lugares en
donde el sindicato es minoritario o está en igualdad de condiciones con
otros agentes obreros? Que no pueden hacer una ruptura total como se ha
planteado a posteriori, en la lógica de que son “traidores porque no
tomaron Catalunya y no disolvieron la Generalitat”. Si disuelves la
Generalitat en Catalunya, ¿qué hacen con la CNT en Madrid? Finalmente se
impone el pragmatismo. Hay un concepto que es el de antifascismo, que
los une al resto de fuerzas pese a las diferencias. Si a años vista hay
quien considera que eso es un error, eso yo no lo puedo juzgar.
¿Cómo se reorganiza el movimiento libertario en las condiciones que siguen a la victoria de Franco?
CNT
y FAI eran organizaciones que estaban preparadas para la
clandestinidad. Pero para lo que no estaban preparados ni unos ni otros,
ni la CNT ni la FAI ni ninguno, era para un exterminio inquisitorial
como el que va a traer el franquismo. La represión no tiene parangón. La
contribución de sangre, ya no del anarquismo, de todos —socialistas,
comunistas, republicanos— es realmente brutal. Aun así, lo que es
sorprendente es que ni en esas circunstancias ellos cejaron en su
empeño: cuando les detenían, cuando les encarcelaban, cuando les
mandaban a los campos de concentración —en España hubo una red de más de
300 campos de concentración— reorganizaban el sindicato, reorganizaban
los grupos anarquistas, editaban periódicos e incluso en algunos campos
de concentración creaban escuelas. La idea era vencer al fascismo
organizándose como lo habían hecho siempre. Es impresionante la cantidad
de personas fusiladas, exterminadas, exiliadas, etc, que se dan en
España desde el 39 hasta 1949. Con lo cual esa reorganización es
prácticamente imposible: no se puede reconstruir al movimiento tal y
como estaba.
Defiendes que al contrario que en otros
países, donde el factor burgués ha sido más determinante, en España la
modernización vino de la mano del movimiento obrero.
El
movimiento obrero introduce en el espectro social de España cuestiones
que en otros países se dan por los procesos de revoluciones liberales.
Por ejemplo, en las escuelas obreras, las escuelas laicas, se establece
la coeducación de sexos. Es algo que se plasmará en los años de la II
República pero partiendo de la tradición de todas estas experiencias de
los trabajadores, de la Institución Libre de Enseñanza, etc. El
movimiento obrero socialista, el PSOE, en este caso, es el primero que
reivindica la participación del voto femenino. La necesidad de
organización específica de las mujeres y de sus cuestiones laborales
forma parte del movimiento obrero. Y así con muchísimas materias que se
van plasmando en distintas medidas legislativas. No es que los políticos
sean benevolentes, es que hay un movimiento detrás que está presionando
para que así se haga.
Esa es la última pregunta y la
cuestión, a mi juicio, más importante. ¿Hasta qué punto el retroceso del
movimiento obrero acaba con una perspectiva actual de modernización?
En
los últimos tiempos, en los que el movimiento obrero se ha diluido —ya
no tiene esas organizaciones pujantes que estaban en primera línea—
muchos de los derechos que ellos reivindicaban se van perdiendo. Debates
educativos que se están dando ahora sobre la necesidad o no de la
religión; el hecho de que haya colegios donde se segrega a la población o
incluso que dentro de la propia educación pública existan centros de
primera, de segunda y de tercera categoría era algo que con un
movimiento obrero fuertemente organizado estaría ahora mismo en tela de
juicio y en periodo de fuertes movilizaciones. Y sin
embargo eso no se está dando. La desaparición de un contrapeso, llámalo
movimiento obrero, llámalo movimientos sociales, hace que al final la
legislación propositiva que se había dado en periodos anteriores
desaparezca porque no hay nadie que impida que desaparezca.
Fuente → elsaltodiario.com
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