Las migraciones forzosas derivadas de conflictos bélicos o de procesos de represión política han recibido una creciente atención en los últimos años, interés en parte consecuencia de los recientes movimientos migratorios de similares características como el de los refugiados sirios. Algunos estudios señalan que en la experiencia más reciente, los refugiados poseen niveles de capital humano menos favorables para su aplicación práctica en las sociedades receptoras (aquí) algo que incrementa aún más las desventajas a las que se enfrentan.
Aunque más distante en el tiempo, España no fue un país ajeno a este tipo de movimientos, como muestra el ejemplo de los exiliados republicanos que dejaron el país a raíz del comienzo de la guerra civil, la derrota del bando republicano, y la posterior dictadura. Las estimaciones con las que contamos (aquí) muestran que Francia y México fueron los dos grandes receptores de exiliados republicanos. En un estudio reciente (aquí o aquí) procedemos a un análisis detallado del perfil de los exiliados republicanos en México, utilizando tres estimadores que capturan distintas dimensiones e intensidades de capital humano. En el mismo estudio, ponemos en contexto el capital humano de los exiliados comparándolo con el de los emigrantes económicos que de manera voluntaria dejaron España para instalarse en México, y llevamos a cabo una estimación del rol de la mujer.
La principal fuente de nuestro análisis es el Registro Nacional de Extranjeros (RNE), creado en 1926 por el gobierno Mexicano con la intención de censar a todos los extranjeros residentes en México. El registro se mantuvo en los años posteriores, durante los cuales un documento acreditativo era expedido para todos los extranjeros que ingresaban en el país. La información en el documento era minuciosa, incluyendo detalles relevantes como el nombre, edad, ocupación y origen del emigrante, pero también otros menos comunes como su altura, el número de idiomas que hablaba o su religión. En el caso de los exiliados republicanos que comenzaron a llegar en 1936, también se incluía su condición como refugiado político.
Para estimar el capital humano de los emigrantes a partir del RNE, utilizamos tres estimadores que creemos capturan distintos niveles de capital humano. El primero de ellos es la estatura del emigrante, debido a que varios estudios históricos y contemporáneos señalan que descontando factores genéticos, existe una alta correlación entre la estatura y los niveles de capital humano (aquí, aquí, aquí y aquí). La relación entre estatura y capital humano parece incluso más razonable en el pasado, debido a que el crecimiento de un individuo con respecto a su base genética viene derivado en gran parte por su nutrición y desgaste durante el periodo de crecimiento y estos, a su vez, están determinados por el estatus socio-económico de la familia en la que nace. La alta transmisibilidad del estatus socio-económico de padres a hijos en el pasado en España (aquí) confirma que de manera indirecta, la estatura del emigrante captura en gran parte el estatus y capital humano de su familia y por ende el suyo propio.
El segundo estimador que utilizamos se deriva de la ocupación del emigrante. En este caso y para operacionalizar la información cualitativa de la ocupación registrada en un estimador cuantitativo, utilizamos HISCAM, una escala de estratificación ocupacional que analiza ocupaciones históricas asignando a cada una de ellas un valor numérico continuo. Como ejemplo, en nuestro caso la escala toma valores entre 40,24 (trabajador doméstico) y 99 (Ingeniero, juez o médico).
El tercer estimador que utilizamos es el número de idiomas distintos al materno que el emigrante hablaba. En este caso realizamos ajustes para considerar solo aquellos idiomas en los que en principio se requiere una inversión específica en educación para su dominio, excluyendo por ello todas las demás lenguas maternas distintas al castellano que se hablaban en España.
Existen varias diferencias que debemos resaltar en los tres estimadores que acabamos de describir. La primera de ellas es que tienden a reflejar dimensiones de capital humano que requieren niveles distintos de esfuerzo. Por ejemplo, para que el hijo de una familia adquiera una estatura por encima del promedio podría ser suficiente con que su alimentación fuera adecuada y que el trabajo físico al que se sometiera al emigrante durante su periodo de crecimiento no fuera excesivo. Por otro lado, alcanzar una ocupación por encima de la media podría hacer necesario inversiones en capital humano más exigentes que una simple nutrición adecuada, tales como formación formal o informal suficientes para obtener un trabajo aceptable. Finalmente, llegar a dominar un idioma extranjero sin duda alguna requería una inversión aún mayor al alcance de muchas menos familias.
La otra gran diferencia entre los tres estimadores que proponemos se basa en su disponibilidad dentro de nuestra fuente. En el caso de las ocupaciones, para los emigrantes que entraron antes de 1929 la registrada fue aquella que ocupaban en México cuando se les registró, mientras que en el caso de los emigrantes que entraron con posterioridad, la ocupación registrada era aquella que desempeñaban en España. El otro problema con este estimador deriva de la falta de información para las mujeres, debido a que en su inmensa mayoría la ocupación con la que quedaban registradas era la de ama de casa, siendo absolutamente imposible en este caso identificar la heterogeneidad que existía dentro de esta categoría ni asignar la escala de HISCAM un valor a esta ocupación. Sin embargo, este problema no aparece en el caso de las estaturas o de los idiomas, en los que la información para las mujeres es tan detallada como en el caso de los hombres. Un ama de casa proveniente de las élites con un alto nivel de formación no es distinguible de un ama de casa que procede de una familia humilde si miramos su ocupación, mientras que la comparativa de las estaturas de ambas y del número de idiomas que cada una de ellas domina sí que nos permite identificar y cuantificar dichas diferencias.
Las siguientes tres figuras muestran la media en cada uno de los tres indicadores de capital humano de los migrantes que entraron en cada uno de los años desde 1886 y 1950 distinguiendo entre hombres y mujeres.
Figura 1. HISCAM 1886-1950 (media móvil de 5 años)
Figura 2. Idiomas extranjeros per cápita 1886-1950 (media móvil de 5 años)
Figure 3. Estatura media 1886-1950 (media móvil de 5 años)
Lo primero que llama la atención, es la aparente sincronicidad en la que los tres estimadores se mueven en el largo plazo en ambos géneros, a pesar de las claras diferencias que también se observan en algunos años en el corto plazo. En cuanto a los cambios de tendencia en las series durante los principales años del exilio (1936-1942), observamos un claro efecto en el caso del número de idiomas extranjeros y, aunque menor, también incrementos en las pendientes de los otros indicadores, especialmente en el caso de las estaturas femeninas.
La siguiente tabla muestra la media en alguna de las principales características que podemos extraer del registro, comparando a todos los emigrantes económicos (primera columna) con aquellos que se compartieron años de viaje con el exilio (segunda columna) y los propios exiliados republicanos (tercera columna).
Tabla 1. Indicadores emigrantes económicos vs exiliados
Los resultados presentan ciertas similitudes pero también importantes diferencias. Los exiliados eran ligeramente más bajos que los emigrantes económicos, en parte como consecuencia del hecho del mayor porcentaje de mujeres dentro del exilio. Los exiliados por otro lado muestran un HISCAM ligeramente más alto que el de los emigrantes económicos, mientras que la principal diferencia entre los tres indicadores de capital humano lo observamos en el número de idiomas extranjeros dominados per cápita, donde los exiliados presentan un valor sustancialmente más alto que el de los emigrantes económicos.
Para identificar y aislar mejor si los exiliados presentaban un nivel mayor de capital humano que los emigrantes económicos en las tres dimensiones descritas anteriormente, en nuestro estudio construimos varios modelos econométricos donde comparamos ambos grupos controlando por diversos factores como la década de nacimiento, la provincia de origen, el género o el estatus socioeconómico. Nuestros resultados concluyen que no existen diferencias significativas entre los exiliados y los emigrantes económicos en términos de estaturas, pero que los exiliados tenían mejores ocupaciones y sobre todo que eran capaces de hablar más idiomas extranjeros, concretamente en torno al doble de los que hablaban los emigrantes económicos. En el caso de los idiomas, los resultados son robustos tras controlar por el estatus socio-económico de los individuos, resaltando que el alto nivel de capital humano del exilio republicano en México no era consecuencia únicamente de un sesgo en su composición hacia las clases más altas, sino que incluía a los más capacitados dentro de cada una de las distintas clases sociales.
Finalmente, el análisis de los idiomas también nos permite estimar de una manera aproximada el peso que las mujeres tuvieron en la pérdida de capital humano del exilio republicano en México. Si utilizamos esta medida como estimador, observamos que más de un tercio de los idiomas que se “perdieron” en este exilio eran hablados por mujeres. Este resultado prueba que el uso de estimadores derivados de las ocupaciones, donde gran parte de las mujeres quedan excluidas al ser clasificadas como amas de casa, minusvalora tanto la pérdida real de capital humano como el peso de las mujeres en la misma. Esto supone un sesgo relevante en otros estudios históricos similares al nuestro, donde las ocupaciones aparecen a menudo como la única opción para estimar el capital humano. Nuestro análisis demuestra que este sesgo en las fuentes puede tener un impacto significativo en los resultados, siendo el principal de ellos una infravaloración en los niveles de capital humano perdidos y del peso de las mujeres en los mismos.
Fuente → nadaesgratis.es
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