Republicanismo, democracia y libertad
 
Hay una corriente de opinión en los círculos de teóricos de la democracia y la sociología y filosofía política que señala algo que, a ojos no expertos, resulta evidente: las cada vez más frecuentes demostraciones o exteriorizaciones públicas de desencanto con los actuales momentos que vive la política democrática.

Republicanismo, democracia y libertad
Juan Bouza

Hay una corriente de opinión en los círculos de teóricos de la democracia y la sociología y filosofía política que señala algo que, a ojos no expertos, resulta evidente: las cada vez más frecuentes demostraciones o exteriorizaciones públicas de desencanto con los actuales momentos que vive la política democrática. Existe, sin lugar a dudas, un creciente malestar y descontento con los regímenes democráticos. Incluso desde la “intelectualidad”, da igual desde qué trinchera política se ubique, se estudia y concluye esta desafección acudiendo a diversas justificaciones.

Republicanismo democracia y libertad
Izado oficial de la bandera tricolor en el Ayuntamiento. Archivo Histórico Municipal de Cádiz.

El debilitamiento continuado de la libertad política es un atributo meridiano de nuestra cultura, incluso se pone en cuestión la validez del sistema como escudo ante cualquier tipo de acción política. Esta cuestión, no menor, la estamos comprobando casi a diario con paradojas o contradicciones burdas, pero eficaces, para el cuestionamiento de la democracia…en nombre de la democracia. Golpes de estado antidemocráticos que se han dado “para preservar el sistema democrático” y sin embargo, lo más eficaz, mejor dicho, lo que deviene como la forma que más resultado está consiguiendo, no es a través de asonadas militares, de hecho da la impresión que en las últimas décadas y si me apuran, en lo últimos años, entre las élites no democráticas hay un convencimiento de que no es necesario ese nivel de exposición ―golpes cruentos o tomas violentas del poder― porque se han dado cuenta que no hay mejor manera de acabar con la democracia que usando su buen nombre para acometer cualquier tipo de tropelía que la niegue. Fíjense que siempre que hay procesos electorales se dice, no sin razón, que los elementos más derechistas o menos comprometidos con la democracia, son los que más usan el poder del voto, aunque solo sea para intentar tomar el poder y a partir de ahí socavar los fundamento del sistema.

No obstante, hay también un cierto consenso social en situar a la democracia como la mejor prescripción para la convivencia en las sociedades. El problema surge en el concepto mismo de democracia, el cual nos lleva a estudiar al elemento definitorio de la misma, sin la cual, no podemos hablar de sistema democrático: la libertad. Todos podemos concluir que si conceptualizar el término democracia es complejo, hacerlo con su elemento básico como es la libertad, no solo aumenta la complejidad sino que incluso es el término que, con todas sus consideraciones éticas y morales, por su significado esencial para el ser humano, no es pacífico, es más, hablar de libertad es una lucha que en términos políticos nos persigue desde que, a finales del siglo XVIII, los ilustrados, sobre todo los que habrán de constituir los Estados Unidos de América y los que hicieron pedagogía republicana y cívica en Francia como Rousseau, enunciaron la libertad como frontispicio de su movimiento, que era no solo un movimiento político sino que lo era ―y muy definitivo para la historia de la humanidad―, cultural, social, económico, y si me permiten el abuso del término, existencialmente.


Fuente → eltercerpuente.com

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