Fascismo: en la disputa por el imaginario colectivo gana la derecha

El escenario político y social de España ha sufrido un desplazamiento sostenido a la derecha, por lo que el antifascismo equivale a fascismo. Un peligro para la democracia.

Fascismo: en la disputa por el imaginario colectivo gana la derecha / Gonzalo Sánchez

La irrupción de Podemos lo cambió todo. Con un discurso rupturista con lo establecido hizo trizas al bipartidismo, un golpe del que aún no se ha podido recuperar, pero también a la izquierda institucional representada en esos momentos por la organización Izquierda Unida (IU).

Para el Podemos del primer año, en IU pervivían dos almas, y una de ellas le era fiel al Régimen del 78 por diversas razones según los morados, como su pacto en Andalucía con el PSOE, y su comodidad permaneciendo en torno al 15% del voto para ser el Pepito Grillo de la pata izquierda del sistema monárquico heredado del franquismo.

Sin embargo, y a la vez, emplearon un discurso vacío de contenidos políticos que lo centraba todo en apelar a los sentimientos de las masas. La épica del relato que llamaba al “ahora o nunca“, la emoción de la mayoría social necesaria para “asaltar los cielos“.

Esa ausencia de significado en los significantes permitió el abandono de varias posturas políticas defendidas por la organización que antecedió a Podemos, IU. Fueron catalogadas como “lo viejo“. Casualmente eran posiciones de alto coste mediático, es decir, que mantenerlas suponía enfrentarse a las principales matrices de opinión establecidas por los poderosos, o “los de arriba” como se decía entonces.

El oportunismo político no dejaba opción a defender a Venezuela, ni a hablar de la república por nombrar un par de ejemplos -cuando se logró la unidad electoral con IU se llamaba por parte de Podemos a no llevar banderas tricolores a los mítines conjuntos-.

El abandono de esas posiciones permitió un avance táctico de la derecha en el espectro mediático, que terminó de asentar sin resistencia varias ideas-fuerza en el imaginario colectivo.

La izquierda ha estado los últimos años sin responder ante la mayoría de las ideas-fuerza del campo conservador, por miedo a asustar a nichos de electores a los que había llegado por primera vez, sin realizar la pedagogía necesaria para convencerlos de sus propuestas políticas, simplemente los habían convencido de que no eran el mal que el poder mediático expresaba que eran, a base abandonar por el camino las propuestas que eran cuestionadas en los medios de comunicación.

Esta ausencia, que ha dejado de suceder desde hace poco menos de un año, ha permitido el ascenso de un discurso que blanquea el fascismo de VOX, hasta el punto de que todos los partidos del campo conservador se permiten justificar, no solo su discurso machista, xenófobo, homófobo y racista, sino también los actos de violencia que genera, lo que es peligroso para la democracia.

Este discurso es generador de crispación política que ya se ha comenzado a expresar de manera violenta con la quema de una sede de Podemos. Pero además ha ubicado en el imaginario colectivo que ser antifascista (como se definen en Unidas Podemos) equivale a su antagonista, es decir, han logrado posicionar en el relato que es igualmente radical y rechazable ser antifascista que fascista.

Evidentemente, gracias al blanqueo del fascismo, esta abominable opción política no se considera que sea la que se identifica con quienes la practican como VOX, ni con quienes la justifican, como Cs y PP, ya que en el imaginario colectivo ha habido un desplazamiento sostenido hacia la derecha, por lo que la opresión fascista, (ir a un acto de Pablo Iglesias a amenazar, y atacar con palos sedes de Asociaciones de Vecinos), pasa a ser una expresión democrática respetable.

La historia evidencia que en los momentos en los que los altos dirigentes políticos avalan y justifican las ideas fascistas, lo siguiente que sucede es la materialización en la realidad objetiva de la violencia, pues el fascismo nunca ha sido aplicado de otra manera que no sea mediante la fuerza y la opresión.

Ejemplos históricos los tenemos en la España republicana, en la que la ultraderecha no concebía respetar la voluntad de la mayoría expresada en las urnas; en los EEUU de Woodrow Wilson mediante su apoyo explícito al Ku Klux Klan (KKK); y más recientemente en Venezuela y Nicaragua mediante las guarimbas y los tranques respectivamente.

La izquierda española, hoy representada en Unidas Podemos, debe seguir insistiendo en la recuperación de los significados en sus discursos, para generar las condiciones que permitan recuperar la disputa por el imaginario colectivo, y así alcanzar un escenario en el que el fascismo sea rechazado por quienes se consideren demócratas, puesto que una propuesta que se exprese de manera violenta y busque la destrucción de la democracia, no puede ser amparada por esta.


Fuente → elestado.net

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