España, la memoria histórica y el legado de Franco

España, la memoria histórica y el legado de Franco
Ernesto Eimil Reigosa

Es el día 20 de noviembre de 1975 y la mayoría de las cadenas de noticias en el planeta repiten la misma historia: Francisco Franco, quien había gobernado a España desde el fin de la Guerra Civil, en 1939, había muerto. El Caudillo, como hacía que lo llamaran sus seguidores, en el momento de su deceso era uno de los más longevos dictadores de Europa, con un mandato de 36 años que dejó a un país dividido, atrasado económica y socialmente, y con heridas abiertas que al día de hoy no han logrado sanar del todo.

Muchos expertos se preguntan si el “Generalísimo” verdaderamente salió del mundo de la política nacional con su salida del mundo físico. El totalitarismo en el que había sumido a la nación, con sus cámaras de torturas y su policía secreta, parecía en 1975 tan inamovible como los Pirineos. “Todo está atado y bien atado”, dijo Franco en un discurso de 1969, una afirmación que hacía pensar en una prolongación del statu quo que él mismo implantó, más allá de lo que pudiera pasarle en esta vida.

Aun así, en unos pocos años, el sistema y el legado franquista en España llegaron a cambiarse –al menos parcialmente­– y los ciudadanos tuvieron una relativamente pacífica transición hacia un sistema más democrático. La transformación fue significativa en algunos sectores: elecciones, mayor libertad de prensa, legalización de los sindicatos y del Partido Comunista. Pero para hacerlo el país contrajo una fuerte deuda moral, que, hoy, casi cinco décadas después, algunas personas sienten que no ha sido totalmente pagada.

La piedra angular del nuevo proyecto fue una especie de “pacto de olvido”, en palabras del ensayista Giles Harvey, donde los viejos poderes aceptaron echarse a un lado o asumir cargos de menor visibilidad a cambio de una amnistía política que quedó implícita en varios niveles. Las fuerzas progresistas consiguieron todo lo que habían pedido; todo, excepto justicia por las víctimas de Franco.

El español Javier Cercas, quien ha escrito varios libros sobre la memoria histórica y la Guerra Civil, considera que esa época “aunque imperfecta, cumplió su objetivo”. Para los políticos del momento, de acuerdo con Cercas, parecía un compromiso aceptable. Este intelectual explica que en aquellos tiempos el sentimiento predominante era que un ajuste de cuentas podría llevar a la violencia, algo innecesario cuando todo por lo que el bando republicano había luchado en la contienda del 36 parecía estar al alcance de la mano.

A la altura del presente, la forma en la que el legado de Franco fue enterrado ha sido fuente de varios debates nacionales. En los primeros años del siglo XXI, los hijos y nietos de los desaparecidos durante la dictadura, los descendientes de los republicanos asesinados, empezaron a reclamar la exhumación de las fosas comunes que salpican todo el territorio de la península. El movimiento de la memoria histórica, proveniente de la sociedad civil, logró la aprobación, en 2007, de una ley que garantizaba apoyo institucional a quienes buscaban los restos perdidos de sus familiares.

Con el auge de la Ley de Memoria Histórica ha llegado una mayor conciencia, sobre todo de grupos de izquierda, de que las concesiones hechas durante la transición fueron una traición de la vieja guardia, una manera de perpetuar el franquismo por otros medios. Javier Miguel Gil comenta en la web Infolibre que las nuevas generaciones de españoles, al igual que en muchos lugares donde se ha vivido cierta estabilidad política luego de dictaduras, tienden a dar sus libertades por sentado y han olvidado –o les han hecho olvidar– una parte fundamental de su historia.

¿Eterno retorno?

Y como en un eterno retorno, el 17 de diciembre de 2013 un desconocido Santiago Abascal, veterano del conservador Partido Popular, fundaba Vox, nueva agrupación extremista heredera de los “valores” del franquismo. Aunque al principio ignorado por los medios de comunicación, antes de presentarse a sus primeras elecciones el partido llamó la atención con un video donde se ve a Abascal y a un grupo de hombres a caballo dispuestos a lanzar la “Reconquista”, para recuperar a España de las manos de los “infieles”.

Con invocaciones a Dios y a la Patria, el grupo ha acosado y estigmatizado a migrantes, el principal blanco de sus ataques, y también a asociaciones feministas y a las políticas de equidad de género que estas proponen. De igual manera, utilizando el nacionalismo, proclaman los “verdaderos ciudadanos” y excluyen a los que no, a quienes no cumplen requisitos de sangre, lugar de nacimiento, raza e ideología.

Martín Caparrós, periodista argentino residente en España desde los años 80, escribe que estos neofascistas siguen los pasos de Donald Trump: bajan los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas, mientras pugnan por granjearse el apoyo de las potenciales víctimas de sus políticas. Exacerban el miedo al otro, a la diferencia; aprovechan la esperanza de aquellos que quieren una mejor calidad de vida para beneficiar a los que perpetúan la explotación. Así es como Abascal consiguió en las últimas elecciones el 20 por ciento del voto obrero del llamado cinturón rojo de Madrid.

A diferencia de lo sucedido en Francia y Alemania, donde los partidos tradicionales se han negado a hacer tratos con los neofascistas, en España los otros dos partidos más cercanos a Vox en el espectro político, el Popular y Ciudadanos, han formado alianzas con candidatos extremistas a nivel regional para ocupar puestos de poder. Un hecho que ha legitimado socialmente a Abascal y a sus conmilitones.

Un mayor conocimiento de su pasado ayudaría a los españoles, y a gente de todo el mundo, a entender los peligros del extremismo. En 2018 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que pasó la Ley de Memoria de 2007, volvió al poder. Y puso manos a la obra. En octubre de 2019, luego de mucha polémica, los restos de Franco fueron exhumados del Valle de los Caídos, monumento fascista hecho por prisioneros de guerra y llevados al cementerio de El Pardo.

Al mes siguiente, Pedro Sánchez fue elegido presidente del Gobierno por segunda vez en 2019 gracias a un estrecho margen. En dichas elecciones, Vox pasó a ser la tercera fuerza política del país, recaudando un millón de votos más que en abril. Por largo tiempo se pensó que la época de la dictadura había inoculado contra el ultranacionalismo excluyente que ha ganado fuerza en varios países de Europa. Pero lo cierto es que, aunque Franco haya muerto hace 45 años, nunca ha sido tan importante como hoy tomarle el pulso.


Fuente → bohemia.cu

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