¿Socialismo o Libertad? No. Ecosocialismo o barbarie
 
¿Socialismo o Libertad? No. Ecosocialismo o barbarie
Javier Morales

Una de las principales derrotas de la izquierda en los últimos años ha sido la del lenguaje. El capitalismo del siglo XX no solo fagocitó la contracultura, también la disidencia política. Y la convirtió en mercancía. El neocapitalismo salvaje actual ha logrado además apropiarse de la lengua, de palabras que en su día iluminaron las conquistas sociales y políticas. Una de ellas es la palabra Libertad. Le han quitado la mayúscula que debería llevar siempre, para escribirla con minúscula: libertad para gestionar sus intereses y privilegios. Se han apropiado de ella para mancillarla; así, en España la derecha ha votado en contra del divorcio, del aborto, del matrimonio homosexual y esta semana también del derecho a una muerte digna.

La búsqueda de la libertad ha sido el motor de los distintos movimientos emancipatorios que se han ido solapando a lo largo de la historia, pero ahora aparece sin lustre, difuminada y mancillada cuando la pronuncian personas como Donald Trump o Isabel Díaz Ayuso.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha convocado unas elecciones en plena pandemia movida por cálculos estrictamente electorales, basará su campaña en el lema “Socialismo o libertad”, reinterpretado jocasamente como “Comunismo o libertad” después del anuncio de Pablo Iglesias de que se presentaría como candidato. Supongo que detrás de ese mantra que ahora repiten todos los dirigentes populares se esconde la mente turbia de Miguel Ángel Rodríguez, muñidor junto a Aznar de los lodazales en los que se ha movido el PP en las últimas décadas y que han llevado al partido a sentarse en el banquillo de los acusados.

En un momento de crisis sistémica, con una desconfianza generalizada (y merecida) hacia la clase política, se da la paradoja de que la derechona y la ultraderecha, máximos exponentes del deterioro democrático en nuestro país, han logrado convencer a muchos ciudadanos de que son los defensores de la libertad. Pero la libertad de la que tanto presumen defender no es la que pensaba, pongamos por caso, un liberal auténtico como Stuart Mill. Se trata de una libertad con minúscula, solo para ellos, para seguir manteniendo sus privilegios de clase, es la libertad del señor feudal y la del cacique de Los santos inocentes. Es la libertad para explotar al prójimo, para que el Estado les pague sus colegios con el dinero de todos o rescate sus empresas, libertad para devorar el planeta, para silenciar al disidente y cerrar periódicos y partidos que no les gustan. Para conducir con varias copas encima como exigía Aznar o para manifestarse en coche por la calle Serrano o para seguir yendo a los toros.

Lo cierto, y si no ahí están las hemerotecas, es que la derecha española no solo se ha opuesto en España a cualquier avance social y redistributivo, también a las libertades más obvias. Una gran parte de Alianza Popular votó en contra de la Constitución. Votaron en contra del divorcio, del aborto, del matrimonio homosexual y esta semana también del derecho a la eutanasia. Son ellos los españoles auténticos que deben decidir por el resto lo que tienen que pensar y decidir sobre sus vidas, y también sobre su muerte cuando la vida se extingue con un sufrimiento insoportable.

Hay que reconocerles que tienen un gran manejo de la sinécdoque, de confundir la parte con el todo, de ahí que cuando Casado aseguraba esta semana que devolverán a la sociedad las empresas del Estado en realidad está hablando de que se las regalará a los amigos que pagan sus campañas.

“Socialismo o libertad” es una mala copia de aquel “Socialismo o barbarie”, frase de Engels y que Rosa de Luxemburgo actualizó en plena Primera Guerra Mundial para alertarnos de que la barbarie ya estaba allí, en los campos de la muerte. La frase dio origen a un conocido movimiento político en Francia con el mismo nombre después de la Segunda Guerra Mundial. Sus integrantes, entre los que destacaba Cornelius Castoriadis (quien luego abandonó el marxismo y evolucionó hacia el socialismo libertario), criticaban abiertamente el estalinismo y la dictadura de la burocracia de partido.

En un mundo fragmentado y que camina hacia el ecocidio, en el que el tecnopoder ha borrado nuestra identidad como ciudadanos para convertirnos en meros usuarios, en plena guerra unilateral contra el planeta, estaría bien buscar ese mediodía del que hablaba Albert Camus, recuperar el sentido de las palabras, descontaminarlas de la cultura radiactiva de la derecha y reactualizar la disyuntiva de Rosa de Luxemburgo: ecosocialismo o barbarie.


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