Los Desaparecidos de la Democracia. La Doble Desaparición por desidia del Estado Democrático

Los Desaparecidos de la Democracia. La Doble Desaparición por desidia del Estado Democrático / Xavier Costa Granell

El gran daño causado por la Represión Franquista a los vencidos durante 40 años comienza a ser un poco mejor conocido hoy. Pero poco se sabe aún de los efectos terribles que ha tenido la desidia de nuestra Democracia, de nuestro Estado actual, de su falta de política de memoria democrática, durante sus 43 años de existencia. La extraordinaria magnitud de las consecuencias de esa ausencia de política de memoria queda evidenciada en las exhumaciones actuales realizadas en las Fosas comunes de Paterna (Valencia). La proporción de los restos identificados por ADN es muy baja a causa del paso del tiempo. Con ello se pierden los vínculos que asocian a personas asesinada por el franquismo con sus familiares y comunidad, al tiempo que el trauma social persiste hoy como disolución de vínculos entre los vencidos. De esta forma, nuestra Democracia, en Paterna pero también en muchos otros lugares, ha creado un nuevo tipo de víctima, la doblemente desaparecida: la persona desaparecida que, habiendo sido identificada ya, teniendo un lugar de memoria, una fosa cuidada y en duelo permanente, pasa a un nuevo estado, de desidentificación, de desaparición. La desidia del Estado ha favorecido el efecto destructor del tiempo, creando una nueva forma destrucción de la identidad de las víctimas.

Año tras año, y son 82 años ya, las familias de las víctimas asesinadas en Paterna por la represión franquista han cuidado de cada fosa, donde yacía su familiar, se han reunido allí en tiempos señalados grupos de familias para encontrarse y consolarse, ayudándose unas a otras. En los primeros tiempos fue esencial la ayuda del enterrador, Leoncio Badía, un joven republicano que había salvado la vida al ser obligado a ejercer de enterrador de sus propios compañeros. Leoncio cuidaba de los cuerpos recién asesinados hasta que podían llegar las familias y, si no podían acudir las familias, siempre había recortado unos botones, trozos de tela de la ropa, cabellos y otros objetos de las víctimas, para que las familias pudieran tener un recuerdo, cuando pudieran llegar. Si podía, Leoncio ponía el nombre de la víctima en un papel dentro de una botellita, bajo la cabeza del cadáver. Todo ello para conservar la identidad y favorecer la transmisión de su memoria, y así mantener el vínculo de proximidad entre la víctima y sus familiares. Existía una red de relaciones y reuniones secretas entre las viudas, o futuras viudas, una sociabilidad entre las familias, para informarse sobre la salida de la cárcel Modelo o de San Miguel de los Reyes, del familiar prisionero, de la hora de su fusilamiento en Paterna, del lugar de su enterramiento. En este contexto Leoncio Badía jugó un papel esencial. Su figura es hoy recordada con infinito cariño y agradecimiento. Esta sociabilidad, con estructura organizativa secreta informal, pervivió durante mucho tiempo. Y así, con nuevas informaciones, las familias iban ampliando el número de nombres y de asesinados de los grupos de presos, de las "sacas" en las inscripciones en las lápidas, ponían flores y añadían objetos de todo tipo asociados con la memoria de la víctima. La mayoría de estas fosas se habían convertido poco a poco en esculturas, un arte funerario producido por el cuidado comunitario, con la persistencia en poner flores, fotografías, en reconstruir de nuevo la estructura externa de la fosa, en volverla a decorar para hacer el duelo el próximo año, el 1 de noviembre en Paterna. Algunas de estas fosas contienen, o contenían, entre 100 y 200 personas, por lo que su reconstrucción constante por parte de las familias las convirtió en auténticos monumentos del duelo republicano.

Dicho sea de paso aquí: no estoy seguro tampoco de si esta gigantesca obra de sociabilidad republicana, y su dimensión de conjunto monumental, ha sido adecuadamente valorada por las actuales autoridades. Como he señalado en diversos foros, pese a la buena voluntad de los actuales responsables políticos, no ha habido proyectos globales ni presupuesto suficiente para su digna reconstrucción como lugar de memoria y de reconstrucción de una sociabilidad democrática. Lo prioritario, con los pocos recursos existentes, ha sido sacar cadáveres fuera, quedando el proceso vacío de otras consideraciones. Pero había mucho más que tener pensado, y eran necesarios más recursos, para un lugar de memoria tan importante como la necrópolis monumental que ha sido Paterna. En Paterna se encuentran los cimientos reales, de un proceso de reinstitucionalización o reconstrucción de la sociabilidad de los vencidos, asentado en fuertes lazos sociales reales de sociabilidad. Paterna es un epicentro de la memoria de la tradición democrática, como lugar de duelo, rituales, ceremonias sociales de reinstitucionalización y de reconstrucción. Además, sin una mayor intervención, integración e intenso diálogo, con el mundo académico, para encontrar hoy nuevas alternativas, las fosas de Paterna pueden quedar tan vacías de cadáveres como de símbolos y de significaciones que sustenten los lazos de esta sociabilidad reemergente.

Afortunadamente, aquella tarea de continua identificación de las víctimas, cuidado y transmisión familiar, encontró en Vicente Gabarda la contrapartida académica hace ya cuarenta años. Con su libro Els Afussellaments al País Valencià, el autor realizó una minuciosa tarea de rastreo de los asesinados, principalmente a través de los registros civiles. De este modo, a comienzos de los años 80, las fosas de Paterna presentaban un conjunto monumental donde se exponía la barbarie de la Represión Franquista, y donde podía observarse la tenacidad de familias, estudiosos y conciudadanos, para conservar el recuerdo y la identidad de las más de 2000 víctimas allí asesinadas. Este no es el caso de otras fosas existentes en España, donde aún no se sabe exactamente quién está. En este sentido, el conjunto de Paterna es en su significación, como lugar de la memoria y epicentro de reconstrucción de la sociabilidad democrática, algo casi tan importante como el Valle de los Caídos. A Paterna fueron a parar, para ser asesinados, una representación de los vencidos y acorralados en los últimos reductos de la España republicana.

Sin embargo, tras 43 años de democracia, y el abandono del Estado de sus obligaciones humanitarias, y de los derechos humanos, el paso del tiempo, ha ido descomponiendo los restos mientras las familias pedían ayuda al Estado. La proporción de víctimas identificadas hoy por ADN es baja. Y con esto se pierde la posibilidad de encontrar una asociación de cada cuerpo a una familia. También ocurre que existen familias que no se encuentran fácilmente y, como para la víctima, igualmente "desaparecen" doblemente también. El tiempo, el estigma, la pobreza y el miedo, actúan sobre las familias de los vencidos, que se ocultan, van al exilio o realizan una migración política forzada, que a veces se solapa con la migración económica. De esta emigración política de los vencidos no se suele hablar en los manuales de Estructura Social, donde todo entra a formar parte del cajón de sucesivas emigraciones económicas.

Ante esta situación, se puede decir que, por inacción del Estado durante la Democracia, se han perdido las posibilidades de identificar, y asociar, una gran parte de las víctimas con sus familias. Esto hace aún más difícil la realización de un duelo, aún incompleto. No es posible detallar aquí los distintos aspectos que incluye este duelo, ni tampoco es posible entrar en un análisis de las responsabilidades. No obstante, en esta dirección, pienso ahora en Max Aub, quien en su libro La Gallina Ciega, su diario de estancia en España en 1969, se refirió a España como un lugar hecho extraño, cuyas características, eso que los sociólogos llamamos estructura social, había cambiado completamente. El Franquismo dirigió la transformación de España hacia una criatura irreconocible para él. En este libro, Max Aub, con metodología de etnógrafo social, recopila informaciones, trascribe y graba documentos, realiza entrevistas, cuyo contenido desgrana en La Gallina Ciega, para mostrar que hay algo nuevo: el huevo de la gallina ciega, que es el Franquismo tardío, ha dado lugar a un polluelo irreconocible y monstruoso. ¿Sigue todavía vivo hoy? Sin duda, el paso del tiempo se ha aliado con la continuidad, y mayor poder social, de los vencedores en el conjunto de la estructura social de España. La doble desaparición es la expresión de ese poder.

El duelo, la identidad y la memoria tienen diversas facetas: la física de la tierra, la psicológica, la social y comunitaria, y otras. Me refiero aquí a aquello que se vincula más estrechamente con la tierra. Es curioso constatar como lo que el Franquismo no consiguió en Paterna, romper los lazos de transmisión de la memoria en esta parte física, material, relacionada con la tierra, sí lo ha conseguido en parte la desidia de nuestra Democracia. El Estado democrático ha favorecido una segunda desaparición, por "desidentificación", de la que es plenamente responsable. La Ley de la Memoria llega muy tarde, cuando esta nueva catástrofe ya está consumada. ¿Por qué esta desidentificación no se reconoce abiertamente? y ¿cómo se reparten las responsabilidades? Algo extraño se sostiene y alimenta con este nuevo sufrimiento, mientras continua la impunidad de los crímenes del Franquismo.


Fuente → blogs.publico.es

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