De qué sirve una democracia que no sirve

De qué sirve una democracia que no sirve
Francisco Villena

Hace unos días leía un artículo brillante de Javier Gallego, “De qué sirve una monarquía que no sirve”, que terminaba con estas palabras: “No caerán por el sistema porque el sistema se hizo para que no cayeran, caerán por su propio peso, por su propia inutilidad, porque habrán perdido el favor del pueblo”.

Visto lo visto, con particular ahínco en las últimas semanas, al año del comienzo de las cuarentenas por la pandemia -entre tamayazos a la murciana, dimisiones que se solapan convocatorias de elecciones y mociones de censura, lazis y antisistemas a garrotazos por las presidencias y el control de la televisión-, he llegado a plantearme de qué sirve una democracia que no sirve.

“Saturno devorando a su hijo”, de las pinturas negras de Francisco de Goya, se me hace el mejor ejemplo de cómo el sistema se sirve de los revolucionarios, de cómo la institución devora la revolución, de cómo el poder siempre se sirve del concepto de hegemonía en el sentido que le dieron Antonio Gramsci y Michel Foucault. O dicho de otra forma, cómo el Che Guevara se convirtió en producto de merchandising en todas las formas que nos podamos imaginar, holograma mágico del capitalismo, que te estampan y venden de cualquier forma. ¡Pues vaya símbolo del comunismo! ¡Así yo también me apunto a robar! Se suponía que el 15M surgió por todo esto y con el fin de terminar con todo esto: ¡No hay pan para tanto chorizo! -¿recuerdan? ¿Cómo solucionarlo desde el poder? La camiseta del Che nos lo chiva: tan sencillo como institucionalizarlo y convertirlos en parte del problema que venían a resolver. Cuando terminemos con la pandemia voy a hacer un parque temático que verse sobre la impostura de viajar de Vallecas a Galapagar.

Esta política ‘Deluxe’, -donde Paca la Piraña ocupa el diálogo en el hemiciclo, donde todo el argumentario se limita a odiar al adversario político, donde el partido está por encima del individuo, donde la izquierda dice que hay que votar para parar a la derecha y la derecha repite que hay que votar para parar a la izquierda-, nos ha traído la moción de censura de Murcia esta semana que ocasionó un efecto dominó que llegó hasta Madrid. Y en un espectáculo de ida y vuelta, con el más difícil todavía, ojipláticos nos quedamos cuando tras esa convocatoria de elecciones y las mociones sobre la mesa, el ayusazo se hizo tamayazo y cerraba la semana en Murcia.

¿Y en Cataluña qué? En Cataluña, nada, nada absoluta, nada al estilo de Carmen Laforet: los antisistema peleándose por presidir la mesa del parlamento; Esquerra y los herederos de Convergència pactando la continuidad del trespercentisme independentista, con reparto de carteras y control de los medios. Al menos VOX le dará vidilla al parlamento: se retroalimentan y se necesitan en esta política ‘Deluxe’. Son 5 segundos en el informativo, no oradores que gestionen, sirvan y resuelvan.

Mientras hay una visión idealista del poder, en la que nos imaginamos al político como servidor público, raro es el caso en que comprobamos otra cosa que una pila de muñidores de lo público; ésa sería la visión realista del poder: una pugna sin descanso por ocupar la poltrona y todo lo demás son farfollas. Igual esperamos demasiado de la política, ese noble arte de administrar la ‘res pública’, pero sobre todo esperamos mucho de los políticos para eso de resolvernos el día a día.

Durante los últimos días hemos asistido a una sucesión de puñaladas traperas en la política murciana, catalana o madrileña que ponen de manifiesto, una vez más, que la auténtica obsesión de nuestros gobernantes es el poder y no sus convicciones ideológicas -y mucho menos su servicio a la ciudadanía. ¿Tanto tanto para qué? Madrid será gobernado por la derecha y la extrema derecha, y Murcia, como cochinillo en charca de lodo, encantada de la vida gracias al tamayazo. Y Cataluña bajo el dictado de la Corte de Waterloo… menudo panorama. Y mientras tanto, seguimos con la pandemia, las colas del hambre y el paro, seguimos con nuestras vidas a pesar de ellos. ¿De qué sirve una democracia que no sirve?.


Fuente → diario16.com

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