Cuarenta años de connivencia entre poder mediático y monarquía
 
  
Ahora no se trata tanto de ocultar lo ya inocultable ni de adular hasta la vergüenza ajena; ahora se trata más de combatir la “irresponsable” actitud de quienes “aprovechan la caída en desgracia de Juan Carlos I para reabrir el debate sobre la monarquía”.
 
Cuarenta años de connivencia entre poder mediático y monarquía  Javier Lezaola:

Ahora no se trata tanto de ocultar lo ya inocultable ni de adular hasta la vergüenza ajena; ahora se trata más de combatir la “irresponsable” actitud de quienes “aprovechan la caída en desgracia de Juan Carlos I para reabrir el debate sobre la monarquía”.

Frases huecas escritas por otros que la prensa oficial acababa elevando a los altares. Eso fueron los discursos de Juan Carlos I desde que en 1975 asumiera la Jefatura del Estado por designación del general Franco hasta que en 2014 abdicara, emplazado por los mismas élites económicas que lo habían sostenido durante cuatro décadas.

Las élites económicas que sostuvieron a Juan Carlos I son las mismas élites económicas que controlaron los grandes medios de comunicación durante su largo reinado. Élites que controlaron –y que controlan– esos grandes medios para favorecer sus negocios. Élites que sostuvieron –y que sostienen– al rey para favorecer sus negocios. Élites que lo dejaron caer –y que siguen dejándolo caer, pues ya tiene sustituto: su hijo– para favorecer sus negocios.

Auspiciada precisamente por esas élites económicas, la vinculación del poder mediático con Juan Carlos I fue muy estrecha. Hoy ya no es ningún secreto que los capitostes de la prensa participaron en un pacto no escrito que convirtió en intocables a los “ejemplares” Juan Carlos I y familia durante la inmensa mayoría del reinado del anterior jefe del Estado, y es que el relato de la “pacífica y modélica” Transición del franquismo al régimen del 78 necesitaba un rey “ejemplar” con un matrimonio “ejemplar” y con una familia “ejemplar”. Por su parte, Juan Carlos I concedió no pocos títulos nobiliarios a esos capitostes volcados en mantener inmaculada la imagen personal, familiar y política del tipo que primero –1977/78– “trajo la democracia”, después –1981– “salvó la democracia” y además tenía tiempo, cada Nochebuena, para hablarle a “su pueblo” de valores, de igualdad ante la ley y de lo que hiciera falta.

Muy pocos periodistas esquivaron aquel pacto, que no fue sólo de silencio, también lo fue de propaganda: ocultaba unas cosas y destacaba –o se inventaba– otras. Dos de esos periodistas fueron Pepe Rei y Rebeca Quintáns, editor y autora, respectivamente, de ‘Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón’ (Ardi Beltza, 2000). Quintáns tuvo que escribir el libro bajo pseudónimo. Rei acabó en la cárcel.

Sin embargo, el paso del tiempo está demostrando que la biografía de Juan Carlos I y la historia de la II Restauración borbónica, impuesta por Franco, tienen más que ver con lo publicado en ‘Un rey golpe a golpe’ que con un complaciente relato oficial que, precisamente por ello, acabó tornándose insostenible.

Tanto, que la sucesión de escándalos que afectó –y que sigue afectando– a Juan Carlos I y su familia acabó provocando su abdicación, pero a rey ‘muerto’, rey puesto. Porque el viejo pacto no escrito sigue vigente, al menos entre la gran prensa. Aunque ahora no se trata tanto de ocultar lo ya inocultable ni de adular hasta la vergüenza ajena; ahora se trata más de combatir la “irresponsable” actitud de quienes “aprovechan la caída en desgracia de Juan Carlos I para reabrir el debate sobre la monarquía” –el entrecomillado es del diario ‘El País’–, porque, como todo el mundo sabe –y si alguien no lo sabe, ya está el poder mediático para repetírselo un día sí y otro también– los escándalos de Juan Carlos I y su familia no tienen nada que ver con la monarquía, y además Felipe VI es tan ejemplar como [en su día nos contaron que] lo fue su padre.


Fuente → laultimahora.es

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