79 aniversario: Miguel Hernández, elegía y recuerdo

 Setenta y nueve aniversario de triste suceso, setenta y nueve años y los que vendrán para recordar siempre al gran poeta.

79 aniversario: Miguel Hernández, elegía y recuerdo

Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910-Alicante, 28 de marzo de 1942) poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura del siglo veinte, y por encima de todo persona comprometida con su tiempo, con su pueblo. Defensor de la libertad y de la causa republicana de principio a fin. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono» de la generación del 27.

Falleció en la enfermería de la prisión alicantina, tras pasar casi tres años en las cárceles franquistas, a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo treinta y un años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo Vicente Aleixandre compuso esta elegía*:

Elegía en la muerte de Miguel Hernández
I
No lo sé. Fue sin música.
Tus grandes ojos azules
abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante,
cielo de losa oscura,
masa total que lenta desciende y te aboveda,
cuerpo tú solo, inmenso,
único hoy en la Tierra,
que contigo apretado por los soles escapa.
Tumba estelar que los espacios ruedas
con sólo él, con su cuerpo acabado.
Tierra caliente que con sus solos huesos
vuelas así, desdeñando a los hombres.
¡Huye! ¡Escapa! No hay nadie;
sólo hoy su inmensa pesantez de sentido,
Tierra, a tu giro por los astros amantes.
Solo esa Luna que en la noche aún insiste
contemplará la montaña de vida.
Loca, amorosa, en tu seno le llevas,
Tierra, oh Piedad, que sin mantos le ofreces.
Oh soledad de los cielos. Las luces
sólo su cuerpo funeral hoy alumbran.

II
No, ni una sola mirada de un hombre
ponga su vidrio sobre el mármol celeste.
No le toquéis. No podríais. Él supo,
sólo él supo. Hombre tú, solo tú, padre todo
de dolor. Carne sólo para amor. Vida solo
por amor. Sí. Que los ríos
apresuren su curso: que el agua
se haga sangre: que la orilla
su verdor acumule: que el empuje
hacia el mar sea hacia ti, cuerpo augusto,
cuerpo noble de luz que te diste crujiendo
con amor, como tierra, como roca, cual grito
de fusión, como rayo repentino que a un pecho
total único del vivir acertase.
Nadie, nadie. Ni un hombre. Esas manos
apretaron día a día su garganta estelar. Sofocaron
ese caño de luz que a los hombres bañaba.
Esa gloria rompiente, generosa que un día
revelara a los hombres su destino; que habló
como flor, como mar, como pluma, cual astro.
Sí, esconded, esconded la cabeza. Ahora hundidla
entre tierra, una tumba para el negro pensamiento
cavaos,
y morded entre tierra las manos, las uñas, los dedos
con que todos ahogasteis su fragante vivir.

III
Nadie gemirá nunca bastante.
Tu hermoso corazón nacido para amar
murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio..
¡Ah! ¿Quién dijo que el hombre ama?
¿Quién hizo esperar un día amor sobre la tierra?
¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen?
¿ Que su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?
Tierra ligera, ¡vuela!
Vuela tú sola y huye.
Huye así de los hombres, despeñados, perdidos,
ciegos restos del odio, catarata de cuerpos
crueles que tú, bello, desdeñando hoy arrojas.
Huye. hermosa, lograda,
por el celeste espacio con tu tesoro a solas.
Su pesantez, al seno de tu vivir sidéreo
da sentido, y sus bellos miembros lúcidos para siempre
inmortales sostienes para la luz sin hombres.
Vicente Aleixandre

Josefina Manresa, compañera y esposa de Miguel Hernández, nos dejo un poema que ella misma escribió, en le que narra cómo fue el día en el que se enteró de la muerte de su esposo y compañero…

“Las cuatro de la madrugada
víspera de una agonía,
y yo en mi jergón de borra
sabiendo que se moría.
Las cinco de la madrugada,
se aproxima una agonía,
y en mi cama ladrillosa
bien que lo presentía.

A las diez de la mañana,
temblorosa y encogida,
al llevarle el alimento
la noticia me darían;
y no quiero recibirla,
yo, ese valor no tenía.

Sin refugio ni consuelo
supe de aquella agonía,
agonía de su vida,
agonía mía”.
Josefina Manresa


* En: «Nacimiento último» 1953. Recogido en «Vicente Aleixandre. Poesías completas». Visor Libros 2010. ISBN: 978-84-75229-57-7
Imagen de cabecera: Josefina Manresa y Miguel Hernández, en Jaén, abril de 1937.
Imagen final: Miguel Hernández y Josefina Manresa frente a una chumbera, en 1936.


Fuente → loquesomos.org

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